José María Pérez Zúñiga: "Nos vemos como una única persona, pero en realidad somos una sucesión de personalidades"

El escritor y profesor de la Facultad de Derecho regresa a la poesía con la obra 'El peso y la levedad', que ve la luz en la editorial granadina Sonámbulos

"Me he pasado el 80% de mi vida encerrado en una habitación trabajando"

José María Pérez Zuñiga publica su segundo libro de poemas, 'El peso y la levedad'.
José María Pérez Zuñiga publica su segundo libro de poemas, 'El peso y la levedad'. / Archivo

Granada/José María Pérez Zúñiga (Madrid, 1973) regresa a la poesía con El peso y la levedad, que ve la luz esta primavera en la editorial granadina Sonámbulos. Se trata del segundo poemario del profesor de Derecho de la Universidad de Granada, aunque el narrador, articulista, autor de relatos cortos y adaptaciones literarias suele insertar poemas en sus novelas. Con la obra Milan Kundera como telón de fondo, el escritor visita algunos de los grandes temas de la literatura universal, como el paso del tiempo, el doble o el viaje, y también otros estrictamente anclados al presente, como el miedo a volar, para configurar un retrato diacrónico y sincrónico del yo y de la sociedad actual.

Pregunta.-¿Cuánto tiempo llevaba sin escribir poesía?

Respuesta.-Desde la publicación en 2019 de Cartelera de Cine Aliatar, que es la continuación de la novela Cine Aliatar, este es mi segundo poemario, pero en mis libros meto poemas porque me gusta mezclar los géneros. Es algo que hago desde mi primera obra, El juego de los espejos.

P.-El anterior poemario contenía los versos publicados en esa novela, en 2017. ¿El proceso de escribir este libro ha sido paralelo al de alguna otra obra? ¿Cuánto tiempo le ha llevado?

R.-No sabría decir muy bien. Son poemas que han estado madurándose durante mucho tiempo, pero la verdad que la escritura ha sido curiosa porque ha resultado muy explosiva, aunque luego haya necesitado reposo y trabajo. A raíz de una situación un poco de tránsito vital, empezaron a surgir los poemas que estaban ya ahí sobre el mundo y sobre mi vida en un momento concreto. Cuando estoy escribiendo algunos libros me meto mucho. Por ejemplo, durante un tiempo estoy en el mundo de una novela, pero me suelen surgir poemas. Esta ocasión ha sido más como un especial estado de ánimo que empezó en primavera y en verano salió un poema detrás de otro. Luego lo estuve descansando y reposando, para volver a repasarlos y corregirlos en otoño.

P.-Hay algunos temas que son recurrentes en su obra, como la idea del doble, aunque en su caso es más bien el concepto del individuo como una comunidad de más de un yo.

R.-El tema del doble es un clásico de la literatura fantástica, pero creo también que es la manera en que vivimos. Cada etapa de nuestra vida refleja personalidades distintas. Nos vemos como una única persona, pero en realidad somos una sucesión de personalidades. No nos parecemos mucho al adolescente que fuimos, aunque guardemos después sus experiencias vitales.

P.-¿El individuo puede no cambiar cuando cambia su entorno?

R.-Somos un cúmulo de personalidades y a la vez una persona que se empeña en mirar al mundo de una determinada manera. Sin embargo, cuando el mundo cambia, nosotros también. Eso es un poco la idea del doble. Los seres humanos somos incapaces de vernos desde fuera pero tenemos una imagen de nosotros mismos que nos va persiguiendo. La primera por nuestra educación, en la infancia, porque nos dicen cómo somos. Es una cosa muy típica de los niños, a los que se les regaña, "oye, qué malo eres", "eres malo"... No se dan cuenta pero están influyendo en su personalidad porque empieza a verse así.

P.-Hay bastantes poemas que abordan el tema de las relaciones familiares. Incluso uno está dedicado a los abusos infantiles. ¿Por qué ha decidido abordar esa cuestión?

R.-Bueno, el tema de la familia siempre ha estado en mi obra. Nuestro mundo es la familia y ahí se dan las experiencias más importantes. Quería entrar también a abordar el trauma. Ese poema en concreto se me ocurrió primero como un relato, pero luego me di cuenta tenía otra forma. Quería tratar cuestiones que viven los niños ahora, o al menos se ven más ahora, y ya había mucha gente hablando de los abusos en el colegio. Me puse en la piel de una niña y me salió ese poema, es quizás un poco escabroso.

P.-Hay también un cierto desengaño barroco de esas glorias del mundo que llaman con luz para pagar con humo en su poema El profe se despide: "No consiste el éxito en el dinero/ o el aplauso de vuestro público/ los premios, las lisonjas de la crítica,/ sino en ser dueño del propio tiempo". ¿Es un libro de una etapa en la que ya se ha cogido perspectiva?

R.-No soy tan mayor, pero sí he llegado a una edad de madurez en mi vida, con 51 años, me imagino que tendrá algo que ver también con eso. El tema principal del libro es el transcurso del tiempo y el sentido que le damos a nuestra vida. Echamos la vista atrás y la mirada se centra en escenas cotidianas. Por eso se reflexiona sobre el pasado, la familia, la educación, la muerte, el sueño, la fantasía, la culpa, el juego, el sexo o la alegría. Los poemas, aunque no siguen un orden cronológico, reflejan un orden temático que va construyendo una especie de argumento vital. Y, sobre todo eso, está la influencia y el homenaje a la novela de Milan Kundera La insoportable levedad del ser, que me gusta especialmente porque el autor reflexiona sobre la historia de los personajes a la medida que va contando la historia y la va convirtiendo en una experiencia que va compartiendo con el lector. Me interesa la reflexión que hace al principio, esa idea del eterno retorno de Nietzsche y la contradicción entre el peso y la levedad. Eso tiene que ver también con esa reflexión sobre el transcurso del tiempo. Él lo que plantea es si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitamente, sobre ellos descansa una inmensa responsabilidad. Esa es la idea del peso. Pero al mismo tiempo, nuestra vida también aparece como contraste en su maravillosa levedad. Y creo que en cada etapa de nuestra vida nos movemos en esa división, si la responsabilidad de nuestro acto es la responsabilidad de la vida, si de verdad la tiene, o si nos abandonamos al instante y vivimos con alegría, sin preocuparnos de nada más.

P.-Esa especie de desarrollo cronológico vital es tan clara el libro termina incluso en la muerte y luego en una resurrección. ¿Es el cierre de esta etapa vital y la resurrección hacia otra?

R.-Sí, porque eso es lo que hacemos. Nos vamos renovando habitualmente y esas personalidades se van sucediendo, se van superponiendo y nos vamos a convertir en una persona más rica y que lleva consigo misma todas las personalidades anteriores que desaparecen. Creo en un crecimiento personal, sin ninguna duda.

P.-El tema del viaje ha sido fundamental en su obra y en su vida, que durante un tiempo se desarrolló entre Granada y Melilla, en donde fue profesor de la UGR. ¿Es un recorrido físico o más bien interior?

R.-Los libros son viajes interiores, pero es verdad que el viaje físico para mí ha sido muy importante en varios momentos de mi vida. De hecho, este libro tiene en cierta medida una continuidad temática sobre la idea de la muerte que planea en mi novela anterior, El viajero invisible. Es verdad que hay una experiencia que fue definitiva: mi viaje a América Latina, a Ecuador. Me fui con mi mujer y con mi hijo muy pequeño y no pensaba volver al principio. Allí la muerte también está muy presente, pero de una manera lúdica. Por eso en este libro, aunque trata temas muy serios, no me parece que sea triste. Eso era algo en común que tenían las personas en América Latina y Melilla: cuando la gente vive la pobreza, en realidad viven con alegría porque todo se relativiza. Sí, no tengo nada, voy a morir, pero vamos a aprovechar el día a día, este es el momento. Eso es el peso y la levedad.

P.-Entre levedad de la vida aparece de repente el miedo a volar unos versos.

R.-Somos supervivientes. Ese poema nace de un viaje precisamente de Melilla. Allí hay un aeropuerto muy pequeñito y hay problemas de mal tiempo. Había vuelos horrorosos en aviones pequeños en los que se notaba mucho. Cuando te acostumbras -yo viajaba casi todas las semanas- pues ya tenía cierta angustia. Esos estados de ánimo que vienen precisamente tanto de la época de Ecuador o de Melilla han hecho que surjan los poemas ahora. Pero por eso digo que estos poemas que han estado ahí rondando en mi cabeza aunque luego hayan surgido de una manera más explosiva, casi automática.

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