DANA
Granada amanece bajo la amenaza de la DANA

"Soy un jubilado intermitente"

Miguel Ríos. Cantante

El artista granadino se sube esta noche al escenario del Palacio de Deportes junto a Ana Belén, Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat para celebrar los 20 años de la gira 'El gusto es nuestro'.

Miguel Ríos, de nuevo en Granada.
G. Cappa Granada

16 de septiembre 2016 - 05:00

Miguel Ríos, hace 50 años, retornaba a su hogar en tren en Vuelvo a Granada. El miércoles se adelantó a sus compañeros de gira y regresó en un AVE desde Madrid, pero tuvo que saltar al andén en Antequera y desde ahí en coche. Por eso, cuando en mitad del concierto de homenaje a Carlos Cano del pasado marzo reclama "un AVE de primera a Granada" lo hace como un ciudadano más, con la única particularidad de haber vendido más de siete millones de discos a lo largo de su carrera. Esta noche reaparece en el Palacio de los Deportes, donde se despidió de los escenarios en 2011, para salir momentáneamente de la lista de jubilados y rememorar junto a Ana Belén, Víctor Manuel y Joan Manuel Serrat la gira El gusto es nuestro.

-Un granadino infectado con el virus de la malafollá habrá pensado, al ver su nueva gira, eso de ¿pero este no se había jubilado?

-Este es un retiro muy gozoso porque estoy escribiendo y me ha servido para darme cuenta de que la música no es imprescindible para que el cantante sobreviva. Muchas veces, cuando estás 50 años en una profesión, te acompañan muchos miedos como el de quedarte sin voz, una especie de miedo escénico a desafinar. Así que me ha venido muy bien el retiro, igual que la llamada del amor de mis tres compañeros de gira.

-Está Leonard Cohen con su fedora, Sabina con su bombín, Bob Dylan con su sombrero de cowboy y Miguel Ríos con un birrete...

-Creo que Dylan también es doctor honoris causa, lo que pasa es que él se lo calla... Mi mérito es haberme doctorado en la calle y entiendo que la universidad, que ha estado durante siglos de espaldas a la calle, tiene que hacer una suerte de maridaje para seguir existiendo y no apolillarse. Pero me dio mucha vergüenza porque los que no hemos sido universitarios podemos tener una suerte de complejo de inferioridad respecto a las carencias educacionales, sobre todo en el ámbito académico. Toda mi vida he ido enganchándome a los retales de saber que estaban a mi alcance para tener unas prendas intelectuales menos toscas. Así que al final es bonito que reconozcan que has cumplido con una pulsión humanista como es el rock , que ha cambiado durante el siglo XX parte de la andadura de la humanidad. Aunque, en mi caso, haya estado en la periferia, lejos de la meca del rock. Ahora me están llegando más propuestas para ser honoris causa, pero las estoy poniendo en cuarentena aunque comprendo que tiene su razón de ser porque la música popular ha estado abandonada por la política y, por lo tanto, por la sociedad en el sentido participativo. Lo que se está viendo ahora es que los doctos entienden que para un desarrollo armónico hay que avanzar en las emociones que produce la música popular. Espero poder evitar el trago de ser investido otra vez...

-En 1986 se unió a Víctor Manuel, Ana Belén y Sabina para cantar en la Nochevieja la canción 'Cualquier tiempo pasado fue peor'. ¿Ahí nació el germen de 'El gusto es nuestro'?

-Puede ser, pero creo que El gusto es nuestro nace de la cabeza de Víctor Manuel, un gran cantante y compositor como todo el mundo sabe, pero también un hombre muy cerebral y ordenado que tiene una vertiente empresarial, de ver lo que puede ser un espectáculo atractivo para la gente. La primera vez que actué con Ana Belén fue cuando hizo su primer disco y en la presentación en el teatro Alcalá salí a cantar con ella Santa Lucía. En el Mucho más que dos puede que esté la constatación de que esto era posible.

-Usted escribió en sus memorias que cuando le propusieron a Sabina entrar en la gira de 'El gusto es nuestro' hace 20 años se excusó diciendo: "Es que vamos a parecer El Consorcio".

- Joaquín es muy cobarde, mandó a la reunión a Paco Lucena, que por entonces era su perro fiel. Joaquín no tiene cojones de decir eso. Ahora sí tiene porque ha ganado galones, pero por entonces no estaba tan separado del mundo real como lo está ahora. Fue su representante quien soltó la frasecita en la reunión.

-¿Tiene alguna vacuna para no separar los pies del suelo?

-Simplemente haber nacido en Granada. Esta ciudad marca mucho. La primera vez que volví a Granada en el sentido literal fue cuando empecé a grabar discos, pero no me podía mantener en Madrid, sobre todo el primer año. Me tuve que venir aquí y estuve un mes esperando para sacar el próximo disco. En Madrid no tenía grandes relaciones con la gente del rock, yo era bastante provinciano por entonces para ver cómo funcionaba el mundo del rock. Estando en Granada en esta situación lo primero que escuché fue: "Mira ya está aquí, ya ha fracasado". Además yo nunca he sido especialmente mitómano, me gusta más admirar porque me hace más fuerte, me produce un acicate para superarme.

-Desde fuera parece que en los últimos tiempos sus admiraciones se centran en el terreno literario más que en el musical...

-La primera vez que vi a Ray Charles me puse de rodillas. Es verdad que ahora conozco menos la música que la literatura, porque en música cualquier novedad es un déjà vu, es como si ya lo hubiera vivido. Todo lo que sale me remite a algo que ya estaba antes, como que esa sensación ya la he tenido. Pero en literatura no me pasa esto y sí me conmueve de una manera especial. Pero luego hay gente como José Ignacio Lapido o Quique González que publican discos que realmente me emocionan y surge un sentimiento de qué bueno que haya gente que mantenga este nivelazo. El otro día fui a Marbella a ver a Robert Plant y fue como una epifanía, me di cuenta que no me había equivocado al escoger mi vida. Hay músicos que al escucharlos me reafirman en que, pese a que yo haya hecho una música extranjerizante como decía el NODO, no me equivoqué a la hora de escoger el rock y su manera de entender la existencia. Son catarsis que te conmueven, te dan una sacudida en las raíces y en los fundamentos de tu vida y te permite decir qué suerte he tenido y no pensar a mis 72 años que equivoqué mi camino.

-¿Está reconciliado consigo mismo a sus 72 años?

-Nunca he tenido grandes conflictos conmigo mismo porque al haber tenido éxito tampoco tenía motivos para quejarme. Estaba haciendo algo que me gustaba y me daba dinero, las consideraciones filosóficas o morales son cuestiones que vienen con la edad. En la música no entras sólo por el escenario, también por todo lo que conlleva la liturgia que hay alrededor de esta música, ligar con más facilidad... No te da tiempo a arrepentirte.

-¿Quería ser estrella del rock más que cantante?

-Siempre he sabido que en España sólo podías aspirar a ser una estrella enana. Cuando coincides con las estrellas del rock latino te encuentras con personas con unos egos muy desarrollados, y con mucha razón porque tienen un éxito planetario, como Fito Páez o el propio Joaquín Sabina. Pero siempre he sabido que hay un nivel superior que es el que hemos mamado en Memphis y de otros lados. Aunque los vericuetos de la vida te hagan un ser imprescindible a los ojos de alguien porque le has dado el estribillo de su vida, uno sabe que hay gente que ha llevado la música a otro nivel. Eso te obliga a algo muy bueno para la creación, la humildad, porque hace que sigas esforzándote.

-Después de la que le cayó en 2008 con la campaña de apoyo a José Luis Rodríguez Zapatero ahora vuelve a firmar un manifiesto pidiendo un gobierno de progreso. ¿No escarmentó después de que durante años se les llamara 'los artistas de la ceja' desde determinados medios de comunicación?

-¿De dónde vienen los palos? Eso es lo que hay que investigar, lo tengo asumido y me importa bien poco porque sé que muchos dan palos guiados por la mano del patrón. Mi participación política me la tomo muy en serio a nivel personal. De aquellos lodos vinieron estos barros. En las escuelas no nos han enseñado a conversar, a discutir, a proponer o rebatir. Nos han dado una educación dirigida a crear imbéciles en vez de crear seres humanos críticos, lo que nos lleva a la situación que vivimos ahora. Estamos más cerca de las pinturas negras de Goya que de cualquier otra cosa. Tenemos unos políticos que no se dan ni la mano, es algo impresentable que antepongan cuestiones personales al bien general.

-Lo curioso es que las críticas de ahora son las mismas que se vertieron en 2008, en el sentido de que ser de izquierdas implica ser la madre Teresa de Calcuta. De hecho, esta es la gran crítica que sus compañeros de escenario han tenido que sufrir desde el origen de los tiempos...

-Es una visión interesada. Las únicas personas a las que les importa tener contradicciones son las personas decentes. Vemos gente que una semana mantiene todo lo contrario de lo que decía la semana anterior, y sin embargo tienen el rostro y la caradura para seguir sonriendo mientras les recuerdan que se están desdiciendo, en vez de irse a su casa muertos de vergüenza. En su pensamiento eso entra en el sueldo, pero yo no podría aguantar ni cinco minutos, tendría que reconocer al segundo que me han pillado. Aquí se ha hecho una política en la que no importa nada mientras aguantes y tengas los votos suficientes, tenemos el caso paradigmático de Rita Barberá. Entiendo que los servidores públicos deben tener castigos públicos.

-Serrat ha renegado recientemente del Mediterráneo que sirve de sepultura a miles de emigrantes. Usted ya publicó hace décadas 'En la frontera', un descarnado tema sobre la inmigración con el que demostró que se podía hacer crítica social con una guitarra eléctrica. También 'Año 2000' sigue vigente e incluso tiene, visto ahora, tiene un sorprendente tono casi antisistema.

-Esto viene demostrar una vez más que las canciones no sirven para nada. En la frontera hablaba de los espaldas mojadas y de los que intentaban subir a EEUU, además ya había gente jugándose la vida en una patera para llegar a España. Cuando cantaba Año 2000 hablaba del cambio de era y ahora vemos que es al contrario, vamos más a Blade Runner que al flower power. La gente de mi generación tenía la aspiración de cambiar el mundo.

-Volviendo a 'El gusto es nuestro', ¿cómo ha sido el reencuentro después de 20 años?

-Ahora tenemos mejores instrumentos dentro del escenario para disfrutar del concierto. Durante muchos años los músicos hemos estado pensando que sonaba bien porque veías a la gente disfrutar, pero en el escenario no escuchabas nada. Ahora es una gozada tener la voz de Ana Belén en mi monitor de oído, con esa afinación y ese vibrato... Somos muy diferentes estilísticamente. Ana es una mujer exquisita, quien quiera ver alta comedia tiene que ir a verla al Palacio de Deportes. Luego está un intimista como Juanito, a quien recuerdo haberle visto en el Isabel la Católica y se me saltaban las lágrimas con esa forma suya de narrar. Y Víctor Manuel es una galerna del Cantábrico

-¿Tienen un guión de chascarrillos y ocurrencias entre canción y canción?

-Serrat y Sabina ya hicieron todo el catálogo de monólogos sobre un escenario. Hicieron una labor muy teatral, pero si nosotros hablamos mucho el concierto se nos va a una semana. Hay un cosa que no deja de asombrarme, y es que hay canciones de hace décadas que han cabalgado por el tiempo más de lo que yo podía ni imaginar. Es el caso de Vuelvo a Granada, que la escribí hace 50 años y que despierta el mismo grado de emoción en Granada, Barcelona o La Coruña. Tienes una serie de embajadores etéreos que están haciendo tu trabajo, que hablan bien de ti porque las canciones son las que hacen que la gente se enternezca o que se cabree, que es un sentimiento que también puede provocar una canción. Es un repaso a la música de la vida de mucha gente.

-¿Le tienta la idea de grabar un disco con temas nuevos?

-La verdad es que sí. Mi intención era trascender, llegar a todo el mundo, pero ahora haces un disco y ya ni siquiera tienes el soporte. Mi abuela veía volar los aviones y decía que era mentira, que eso no se podía mantener en el cielo. A mí me pasa lo mismo ahora con la música, ¿cómo puede sonar si no está el disco? He tenido la suerte de estar en el principio y el final de la industria musical, lo que te lleva a este escepticismo. Ahora voy a terminar la gira, que requiere de toda mi energía y mi sensibilidad y luego tengo algunos proyectos muy bonitos que iré descubriendo conforme vayan surgiendo.

-¿Seguirá saliendo esporádicamente de su jubilación?

-Soy un jubilado intermitente.

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