Lección de mestizaje y duende
Hacen su música sin renunciar a la esencia del jazz, sin entrar en territorios folk más populistas
Carles Benavent, bajo eléctrico: “Las cosas que se hacen con corazón no se mueren con el tiempo”
“Tuve acceso a la historia del jazz en casa”
Almuñécar/No nos damos cuenta, porque forma parte del paisaje discográfico y jazzístico, pero en España disfrutamos de una hibridación musical muy especial, como es la que genera el flamenco y la que inspira el propio estilo musical del clasicismo en nuestro país. Aquellas cornetas de Semana Santa que inspiraron a Miles Davis, los discos históricos de Paco de Lucía, Al Di Meola, John McLaughlin; Chick Corea; Pedro Iturralde; Chano Domínguez, Michel Camilo, Bebo Valdés y Diego el cigala, entre otras muchas exploraciones en un mestizaje que no cesa. Y la noche vivida en el Parque El Majuelo contaba con dos figuras de primer nivel en ese trabajo: el bajista Carles Benavent y el saxofonista y flautista Jorge Pardo.
Dos pesos pesados de esas conexiones interculturales, que hacen su música sin renunciar a la esencia del jazz, sin entrar en territorios folk más populistas. Sin concesiones a la comercial mediocridad. Además, era una formación extraordinaria, mejorada si cabe con la intervención del siempre sorprendente cantaor y bailaor Tomasito, que es como el testigo de un cambio de época y de paradigma en esta música tan profunda. Lo trágico y lo humorístico se unen. El flamenco es un profundo quejío, como el forzado sonido sucio de esa flauta travesera, la mejor que existe en este género, pero también es una sonrisa desde el más profundo sentir. Por eso, Tomasito en un festival de jazz.
A los que somos boppers, cómodamente instalados en ortodoxias, nos encantó el sentido musical y la delicadeza de los desarrollos, de los brillantes punteos de Benavent, de los emocionantes y los magistrales solos de saxo y flauta, pero especialmente del sentido musical que propuso, desde que subió al escenario, el trompetista Raynald Colom, que va construyendo su portfolio con este tipo de credenciales de calidad.
Tal y como afirmaba José Miguel, una de las personas que más sabe de jazz que yo conozco, el colorido más jazzístico lo aportó este magnífico músico. Todo ello, por supuesto, sin desmerecer al resto de la formación, y disfrutando de la belleza armónica de los arreglos, precisamente, de los que estaban tocando.
Se recorrieron algunas referencias que ya son estándar, desde la Alegría de Julia hasta Mantequilla o La bulería de Paco, homenaje obligatorio en este género. Además, se cerró con un sentido, fugaz e improvisado recuerdo cómplice a Camarón.
El concierto fue un espejo de lo que somos, de lo que podemos ser. Y disfrutamos de la belleza en estado puro.
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