Los libros, las películas, los juegos

Novedad editorial

En su última novela, El diablo tras el jardín (Pre-Textos), Ginés S. Cutillas hace una emocionada invitación a la lectura y una no menos intensa reivindicación de la ficción

Los libros, las películas, los juegos.
José Abad

14 de marzo 2021 - 05:00

Granada/En El diablo tras el jardín (Pre-Textos), Ginés S. Cutillas, autor inquieto, nos invita a remontar el río del tiempo hasta las fuentes de dicha inquietud; su más reciente novela es un viaje al Paraíso Perdido de la infancia y la adolescencia, cuando el mundo nos parecía más ancho y los días más largos de cuanto en realidad son. Los protagonistas son dos hermanos, Tito (el narrador) y Ximo, que heredan el caserón del abuelo materno, descrito a partir de dos espacios altamente simbólicos: un jardín y una biblioteca; un jardín en donde ciertas voces sitúan a un diablo propenso a desafiarte a los dados y una biblioteca de diseño laberíntico -pero es que toda biblioteca es un laberinto- en la cual el abuelo les ha dejado una serie de pistas y recompensas monetarias ocultas en el interior de varios volúmenes.

A partir de estas lecturas podrán desvelar algunos secretos familiares. La selección no tiene desperdicio: Edgar Allan Poe, Frankenstein, Robinson Crusoe, Estudio en escarlata, 20.000 leguas de viaje submarino, Moby Dick, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El señor de las moscas… Le pregunto a Ginés S. Cutillas si cree que la vida sin libros sería un error y me responde: “El error son las personas que no se acercan a los libros, aquellos que tratan a los libros con extrañeza. Suelen ser las que no se relacionan con el resto del mundo tal y como deberíamos esperar” (pausa). “No creo que haya muchos libros en casa de Donald Trump”, apostilla. Yo pongo la mano en el fuego a que no.

Tito y Ximo organizan un club de lectura junto al grupo de amigos más cercano. Los chicos leen los libros seleccionados y gastan en entradas para el cine las pesetas que encuentran entre sus páginas. Corre el año 1984 -una fecha muy orwelliana, pero Orwell no está invitado al evento- y los chicos van a ver Blade Runner, Acorralado, La cosa, El retorno del Jedi, El sentido de la vida, Superman III… Esas fueron también las películas que fuimos a ver en nuestra adolescencia y primera juventud. El foco se amplía y, más que una emocionada invitación a la lectura, El diablo tras el jardín deviene una no menos intensa reivindicación de la ficción en todas sus manifestaciones. Porque están también los juegos. Aquellos juegos en los que representábamos las historias que habíamos leído o habíamos visto en la pantalla. (En mi pueblo lo llamábamos “jugar a las películas” y estoy convencido de que supone algo inconcebible para los niños de ahora).

Se equivocan quienes ven en estas ficciones meros pasatiempos: los libros, las películas o los juegos eran las vías de acceso al mundo más allá de las lindes del pueblo o los confines del barrio. Debo confesar aquí que me he sentido muy cerca del autor todo el tiempo de la lectura; la literatura y el cine nos ha salvado de morir ahogados a toda una generación.

Por su edad, los protagonistas de El diablo tras el jardín todavía mantienen intacta la capacidad de sorpresa y el mundo guarda aún un par de ases en la manga: un as de corazones (el amor) y un as de picas (el sexo) imbatibles. Y de sorpresa en sorpresa vamos recorriendo unas páginas entremezcladas de recuerdos y fantasías, recorridas por un fino humor, empapadas en una gran ternura. Le pregunto al autor cuánto hay de realidad y cuánto de ficción en la novela. Cutillas responde: “La memoria tiende a ser mentirosa, deja huecos que indefectiblemente tienes que rellenar con la ficción a fin de enlazar unos recuerdos con otros y darles ritmo y secuencialidad. Todos los personajes tienen su imagen en el mundo real, personas que se cruzaron en aquel tiempo en las que me he inspirado y, al igual que fuerzas la memoria, has de forzar las características de cada una de ellas para avanzar la trama. En cualquier caso, estoy seguro de que muchas de ellas se reconocerán. Espero que sean benévolos conmigo”.

Le pregunto por último qué ha sido de Tito y Ximo, cómo los ha tratado la vida: “Al final de la novela tanto Tito como Ximo se encuentran en un momento de transformación personal, cada uno al final de etapas claves de su vida, por lo tanto, se han quedado suspendidos en el aire, pueden ser lo que quieran, dependen de las decisiones que tomen a partir de ahora”.

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