Juan Martínez existió

El maestro Juan Martínez que estaba allí

El Teatro de la Abadía presenta un monólogo de Miguel Rellán, dirigido por Xabier Albertí, basado en la vida del bailaor, que no es un personaje de ficción

Miguel Rellán caracterizado como Juan Martínez. / Javier Naval
Juan Vergillos

24 de noviembre 2024 - 07:09

La ficha

'El maestro Juan Martínez que estaba allí' Dir.: Xabier Albertí. Intérprete: Miguel Rellán. Texto: Manuel Chaves Nogales. Lugar: Teatro de la Abadía. Fecha: Del 28 de noviembre al 22 de diciembre.

Nos dice Xabier Albertí en la presentación de esta función que “en el maestro Juan Martínez parece converger la biografía de Vicente Escudero, un flamenco de Valladolid”. Unas afirmaciones que parecen ahondar en una idea que hemos desmentido en diversas ocasiones. Pero que me temo que seguiremos desmintiendo muchas más veces en el futuro. Es la idea de considerar El maestro Juan Martínez, el texto de Manuel Chaves Nogales en el que se basa esta representación, una obra de ficción. Pero lo cierto es que la primera publicación de esta obra en el semanario Estampa, por entregas, en 1934, estaba acompañada de fotografías de nuestro bailaor, con lo que los editores certificaban ante los lectores que se trataba de un personaje real. De hecho, semanas antes de publicar el folletín sobre Juan Martínez, Chaves Nogales había publicado “Los flamencos de París” en la misma revista, que incluía tres fotos y varios párrafos dedicados a Martínez, de manera que este bailaor era ya familiar a los lectores de Estampa. Por cierto que en ese artículo, “Los flamencos de París”, había también un espacio reservado a Vicente Escudero. No obstante, es cierto que resulta casi increíble que Martínez conociera tanta violencia y miseria:la primera guerra mundial, la revolución rusa, la guerra civil rusa, la guerra ruso-polaca. Y esa es la razón, de que Andrés Trapiello siembre en 2007 la duda de que “sea una novela, un reportaje, o una crónica novelada”.

Martínez encontraba trabajo en un cabaret al poco de llegar a una ciudad. Cuando no era posible, hizo de crupier, artista de circo, guardia rojo, traficante de sal, de joyas, vendedor de zapatillas, de comida, guardavías … y mil oficios más, con una habilidad y voluntad de salir siempre adelante sorprendentes. En todos los cabarets admiten con naturalidad la presencia del baile flamenco. Se mencionan en el libro estos géneros flamencos: bolero, bulerías (también canta), zapateado, garrotín, farruca, es decir, los bailes de moda del momento, por lo que, en este aspecto, el libro es estrictamente realista. Otra curiosidad del libro es que, aunque Martínez toca la guitarra y la lleva siempre consigo (en un pasaje del libro de Chaves Nogales dice “¿qué hace un flamenco sin guitarra?”), el acompañamiento de sus bailes son sus “músicas”, que identifico como partituras, que tocaban, allí donde llegaba, los músicos locales. De hecho su primer contrato en Constantinopla era para “bailar flamenco, solo, sin música”. En una ocasión refiere Martínez que perdió sus músicas y entonces tuvo que dictarlas de memoria a un compositor ruso de manera que, a pesar de que no salieron exactamente como las originales, este flamenco “pasado por Moscú” fue del gusto del público. El uso de las castañuelas le libró de la cárcel o algo peor ya que pudo demostrar que era un “trabajador manual” y no un “cochino burgués”, gracias a los callos de las manos. El traje de corto fue el último traje de artista que mantuvo hasta el final de su aventura. Dice Martínez, al final del libro de Chaves Nogales que “en España hay poco ambiente para los artistas” y esa fue la razón de que se marchara de nuevo de España. Chaves lo conoció de maestro de baile flamenco en París y, según José Manuel Gamboa, del que procede el resto de información que les ofrecemos de este bailaor, formó un Ballet Español, antes, incluso, que Antonia Mercé. El Ballet Español de Juan Martínez se formaría en 1929, según la necrológica del bailaor que publicó el New York Times en 1961. Pero no sé hasta qué punto es fiable esta fuente. La información provendría, seguramente, de sus alumnos y deudos. En todo caso, la compañía de La Argentina ya ostentaba el nombre de Ballets Epagnols en 1927. Martínez estuvo en las compañías de La Argentina y La Argentinita. En 1929 presentó La ilustre fregona junto a Laura Santelmo en el Teatro de la Ópera de París. En 1933 participó como coreógrafo en la película Adieu les beaux jours y luego se marchó a Estados Unidos como maestro y como director del Ballet Español de Juan Martínez que funcionó en Estados Unidos entre 1935 y 1937.

Más tarde, daría recitales a dúo con Antoñita, uno de los miembros del ballet. Al final de su vida volvió a los escenarios como guitarrista, faceta en la que llegó a grabar algunos discos acompañando al cante de artistas como el mismísimo Jacinto Almadén y a intervenir en distintos espectáculos. Murió en la ciudad de los rascacielos el 27 de noviembre de 1961, unos días más tarde del homenaje que había recibido en el Manhattan Center. En la presentación de la función que se presenta en el Teatro de la Abadía se reivindica, con buen criterio a mi parecer, la obra de Chaves Nogales. Pero el pobre Juan Martínez queda, de nuevo, relegado, cuando, incluso, se llega a dudar de su realidad histórica. Lo que evidencia el largo recorrido que aún le queda a la cultura oficial de este país en el reconocimiento de su arte más genuino.

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