La maldición de la momia
letras
Alianza recupera la versión íntegra de 'La Joya de las Siete Estrella', una novela de Bram Stoker que su viuda alteró al ser reeditada y que parte de una situación digna de Edgar Allan Poe
Granada/La sombra alargada y densa de Drácula (1897) sume en una honda negrura el resto de la obra narrativa del irlandés Bram Stoker, que no es excepcional, aunque cuente con suficientes alicientes para satisfacer al lector curioso. La gestión del legado literario por parte de su viuda también contribuyó a emborronar los méritos del hombre que dio vida al No Muerto más longevo. Florence Stoker -conocida entre los aficionados por haber querido destruir las copias existentes de Nosferatu (1922), el magistral plagio de Murnau- tuvo la desvergüenza de retocar y alterar varias obras de su difunto esposo cuando se le presentó la oportunidad de reeditarlas. Lo hizo con La guarida del gusano blanco y también con ésta que nos ocupa, La Joya de las Siete Estrellas, publicada en 1903 y relanzada nueve años después con un capítulo extirpado y el vergonzoso añadido de un happy end más del gusto de la sociedad biempensante de la época. Alianza ha recuperado el texto original con traducción de Javier Martín Lalanda, libre de las injerencias de Mrs. Stoker, debidamente documentadas a pie de página. Incluye, en apéndice, el final apócrifo incorporado en 1912.
La Joya de las Siete Estrellasparte de una situación digna de Edgar Allan Poe (y quizás inspirada por él) y concluye con un descenso a los abismos digno de H. P. Lovecraft (que quizás inspirara al Loco de Baltimore). El señor Trelawny, un respetable miembro de la sociedad londinense que ha consagrado su tiempo y fortuna a la egiptología, ha sido hallado gravemente herido y en trance dentro de su dormitorio. Según su hija Margaret, que es quien lo ha descubierto, nadie ha entrado ni salido de la estancia cerrada. La joven llama a un reputado abogado y pretendiente suyo, Malcolm Ross, para que la ayude en un momento tan doloroso, pues su padre ha dejado dispuesto que, en caso de darse una agresión cualquiera contra su persona, bajo ningún concepto lo saquen del cuarto. Además, deben dejar todo tal cual lo encuentren. La señorita Trelawny cuenta con el apoyo incondicional del médico de la familia, el doctor Winchester, y Scotland Yard pone a su entera disposición a uno de sus agentes más prometedores, el sargento Daw. A la mansión llega también un socio de su padre, Mr. Corbeck. No son pocos, aunque en el fondo ninguno pueda hacer nada contra la fuerza ancestral que les ronda.
Tras entregar a la imprenta las malandanzas del Conde transilvano, Stoker viajó con su imaginación a las orillas del Nilo para centrarse en otros espantos procedentes de un tiempo anterior al tiempo, que estaban dando de qué hablar en las salitas y los salones londinenses gracias a los descubrimientos arqueológicos llevados a cabo por los intrépidos hijos de Su Graciosa Majestad allá en tierras de Sudán y Egipto. (Al lector actual le sorprenderá el desparpajo con que se habla del expolio del territorio y el desprecio que les merecen al autor y a sus protagonistas las gentes de aquellos lares).
Stoker imagina una reina de Egipto de nombre Tera, perteneciente a la XI Dinastía, que subió al poder dos mil años antes de Cristo. Por su condición de mujer, su inteligencia sin igual y su dominio de las artes mágicas, la reina Tera se habría enfrentado a la casta sacerdotal, aun a sabiendas de que entonces como ahora con la iglesia no se juega. En represalia, su nombre fue borrado de los anales históricos, pero ella dispuso las cosas para regresar de entre los muertos cuando se dieran determinadas circunstancias. Que son las que se dan en la novela, off course.
Al salir del trance, el señor Trelawny decide culminar sus investigaciones facilitando la resurrección de la momia de Tera; una decisión temeraria sin duda, pues la susodicha pretende reencarnarse en la persona de su hija Margaret, que guarda un extraordinario parecido con las imágenes conservadas de la reina. Los protagonistas se trasladan a Cornualles, a un caserón aislado del mundo según mandan los sacrosantos estatutos del género, y disponen el ritual imprescindible para arrancar a Tera del abrazo de la Muerte, definitivo para nosotros, provisional para ella. Esta parte resultó ser la más inconveniente para la sociedad victoriana que, tomando al pie de la letra los hechos, entendió que se daba demasiado pábulo a credos bárbaros en detrimento de la "religión verdadera". (El entrecomillado es obligatorio). Stoker construye una ficción de extrema sencillez y eficacia, con una muy sugerente atmósfera de inquietud y un oportuno desenlace trágico; el desenlace que su señora esposa eliminó demostrando una cortedad de miras vergonzoso. Nota final: la novela fue llevada al cine en 1971 con el título de Sangre en la tumba de la momia y en 1980 con el de El despertar. Ninguna de estas adaptaciones le hace justicia.
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