Mauro Entrialgo pone nombre al malismo, el nuevo fenómeno político "de la ostentación del mal como propaganda"

El dibujante y escritor publica un libro sobre un nuevo concepto que ha saltado de la publicidad a la realidad

El Salón del Cómic arranca la celebración de tres décadas como plataforma de nuevos autores

Mauro Entrialgo durante su visita a Granada este fin de semana. / José Velasco/ Photographerssport

Granada/Mauro Entrialgo es un nombre muy conocido para los amantes del cómic y del humor gráfico, aunque puede escapar del radar del gran público. Y eso que su fina mirada ha traspasado la realidad para retratarla en la radio y cabeceras como Diario 16Egin Público; revistas como El SaltoEl VíboraInterviú o Cinemanía. Ha publicado medio centenar de libros de historietas y ha escrito un largometraje, cuatro obras de teatro y algunos episodios de dibujos animados. Desde hace un cuarto de siglo mantiene una página semanal en El Jueves y es socio fundador de la longeva revista satírica vasca TMEO. También ha ilustrado portadas de discos, carteles, videoclips, álbumes de cromos, conciertos en directo, posavasos, ensayos, calcetines o recopilatorios de poesía. Con sus grupos Fat Esteban, Esteban Light y Tyrexitone ha grabado varios discos que recogen muchas de sus propias canciones. Trocitos de mi vida es el título de su más conocida serie de videoarte doméstico. Además, este vasco afincado en Madrid desde 1987 pinta murales de gran formato o pequeños cuadros, edita obra gráfica, realiza collages e imparte charlas que recorren YouTube sobre los mecanismos del discurso humorístico.

Comisario de la exposición de la última edición del Salón del Cómic de Grananada, como autor en cualquiera de sus múltiples campos de acción se caracteriza por unir lo cómico a una crítica contundente y directa. Prueba de ello es último libro, que tiene el singular título de Malismo, un ensayo que ha visto la luz en la editorial Capitán Swing y qué da nombre a un sugerente concepto que sirve para explicar una nueva filosofía política e incluso una nueva actitud social.

El concepto

Entrialgo habla en su libro de un antiintuitivo mecanismo propagandístico que consiste en el alarde público de acciones o deseos tradicionalmente reprobables con la finalidad de conseguir un beneficio social, electoral o comercial. El autor aclara que el concepto no es la antítesis de otro mucho más extendido, el buenismo. "No es exactamente lo opuesto. La definición es el subtítulo del libro: la ostentación del mal como propaganda. La idea surge porque me he fijado que desde hace unos años se presume de acciones e ideas reprobables para conseguir un beneficio, que puede ser social, electoral y comercial".

Quizás sea en política donde este fenómeno se ha asentado en la última década en Occidente de forma más llamativa. El escritor cita como ejemplos el alarde de una representante pública que entiende la destrucción de las infraviviendas de las personas sin hogar como un acto autopromocional. También el caso de otra que aumenta su aceptación popular tras calificar de "mantenidos subvencionados" a los desfavorecidos afectados por una pandemia. Un alcalde se jacta de que no hará nada en absoluto por aquellos estudiantes y trabajadores que no pueden acceder a una vivienda digna en la ciudad que gestiona. Incluso, insultar a alguna minoría o mostrarse agresivamente contrario a consensos de mínimos como la Agenda 2030 es hoy en día tendencia en la propaganda política. Pero el malismo está también muy presente en otras formas de comunicación a pequeña o gran escala. Por ejemplo, los bares de moda ostentan nombres canallitas, como El Sinvergüenza, el Caradura... En los concursos de televisión son bien recibidas las figuras de poder que humillan a sus concursantes. Lo "malote" ha dejado de ser solo un sistema ingenioso para vender la música de un grupo de jóvenes punks o trapero. Ahora es una eficiente fórmula publicitaria que ya no se dirige contra los poderosos, sino que es una herramienta de estos. En ese sentido, Entrialgo recuerda que el barco del Rey se llamaba Bribón y el after en el que pillaron a Froilán, Clandestino.

Ámbitos múltipes

"Durante años cuando alguien hacía una maldad luego tenía justificaciones. A un político lo pillaban en una trama corrupta y decía las excusas típicas de no me enteré, eso no paso... Y ahora lo contrario, la gente presume. Eso sucede porque la sociedad no lo rechaza, al contrario, lo premia. En el libro hablo de cosas anecdóticas que pueden provocar risa, como la moda de los nombres de los bares. Cuando yo era pequeño el vino se llamaba Honorable y la cafetería La Servicial. Luego saltamos a cosas especialmente locas: los niños dan una paliza a otros en el colegio, lo graban y se lo enseñan a sus compañeros. Incluso cosas más graves, como violaciones. Hay casos que van desde lo anecdótico a lo terrible".

La intención del escritor es "ponerle un nombre para que se pueda hablar de esto que está ocurriendo". "Es una de las cosas que definen esta época por muchas razones, en las que no me he puesto a profundizar en el libro", señala Entrialgo sobre un concepto con el que la publicidad coqueteaba desde hace tiempo, pero ahora ha llegado a ámbitos antes inimaginables. A esos 'brotes verdes' del fenómeno el autor les ha dado el nombre de "protomalismo", aunque subraya que el recurso se utilizaba más de manera limitada y muchas veces lo hacían para obtener críticas, que al finalmente es hablar del producto, o también con fines humorísticos. No hay más que recordar nombres de perfumes como Egoist o Opium y sus correspondientes anuncios. "Ahora ya ni nos llama la atención".

Y, ¿cómo saltó de la venta del pseudolujo a la política? "Hay varias teorías, pero yo creo que en redes sociales se testó eso. Había gente que decía barbaridades para tener relevancia, como hacen los columnistas, en algunos casos se hacían tan famosos que algunos políticos se dieron cuenta y empezaron a utilizar parte de estas estrategias. Obviamente con nombres y apellidos uno se corta más y mezclan eso con la comunicación de toda la vida, para modular. En cualquier caso no es lo mismo un anuncio, que al fin al cabo es ficción, que presumir de cosas que tienen efectos en la realidad. Por ejemplo, gente que presume de no pagar impuestos. Antes nadie se atrevía".

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