Aquellos maravillosos años de poesía
La Facultad de Filosofía y Letras acoge estos días distintos actos para celebrar el 30 aniversario del movimiento poético de La Otra Sentimentalidad
La Otra Sentimentalidad es un manifiesto que firmado por tres jóvenes escritores, Álvaro Salvador, Luis García Montero y Javier Egea que irrumpe en el escenario poético español del siglo XX, como quien cambia el licor de la última copa de la noche y provoca una repentina conmoción. Para ese momento, España es un país todavía por imaginar y la poesía "un hermoso simulacro" al que hay que "volver a conformar en la memoria", donde se hace imprescindible la necesidad de "romper los afectos" y "regresar sobre los lugares sagrados como si fueran simples escenarios". Esta declaración de intenciones expresada por Luis García Montero, la amparó el diario El País bajo un artículo titulado con el mismo nombre del movimiento (La otra sentimentalidad) en el año 1983. Aunque "la melancolía sólo sirve para el fútbol y el poema 20 de Neruda", expresa Juan Carlos Rodríguez, fueron "aquellos maravillosos años" en los que vivimos un "melodrama con sus tristezas y alegrías".
"Fue una época bastante triste en el sentido de que éramos conscientes de que habíamos perdido la famosa Transición, pero por otra parte teníamos toda la alegría de ser mucho más jóvenes. Pero, no se trata de añorar aquello". "En la vida únicamente vale el presente, aunque la nostalgia nos envuelva sin duda", comenta el maestro teórico de La otra sentimentalidad. Quizás, ahora que se cumplen tres décadas del laureado movimiento, sea oportuno volver sobre los recuerdos. "Los poetas de La otra sentimentalidad intentaron abrir caminos nuevos, cada uno desde su perspectiva, claro". ¿Fueron sus miembros, jóvenes luchando contra su propia condición de burgueses? "Supongo que más o menos sí. Pero había una diferencia respecto a la joven burguesía española de entonces que tiraba más bien hacia el 'anarquismo ilustrado' de la primera posmodernidad y el 'pensamiento débil' y hacia la supuesta transgresión sexual y las 'puertas de la percepción'. De hecho, no podíamos aceptar el capitalismo neoliberal que ya se presentaba como una forma de vida deslumbrante. Y en este sentido la historia nos dio la razón".
Juan Carlos Rodríguez, como el hombre que estaba en ambos lados del tablero de juego, entre la teoría y la creación, insiste en que "el campo literario es siempre demasiado fuerte en sus reglas y categorizaciones establecidas. Las cosas han de cambiarse desde un horizonte vital que provenga de abajo y sólo entonces pueden encauzarse de otra forma desde arriba", responde a la cuestión de si trastocó La otra sentimentalidad la tradicional ideología burguesa del escritor. Tal vez, lo que sí pretendieron los tres poetas fue poner de relieve el riesgo de escribir versos, del que habló Heidegger, y por supuesto, de "dar nuevas significaciones a la vida" a través del acto creativo. De ahí que seguir comprendiendo las relaciones entre la literatura y la historia, el compromiso y la pureza, de una forma dicotómica, "continúe pensando que son una estupidez" porque la literatura incluye dentro a la historia y "las alusiones a la pureza y el compromiso nos remiten siempre a un tipo de compromiso, sea del tipo que sea".
Entonces, ¿hasta qué punto se consideran necesarias las interpretaciones teóricas para una revolución artística?, "esta pregunta es primordial". Y resume un esquema de Marx: "sin un cambio en la educación no puede haber un cambio en las relaciones sociales, pero sin un cambio en las relaciones sociales no puede haber un cambio en la educación". Comprometidos aquellos jóvenes con su inconsciente vital, su concepción del mundo y la poesía, sin embargo, fue fundamental la trascendencia con la que contó La otra sentimentalidad en el espacio público, gracias al apoyo de instituciones académicas y creativas. "Supongo que el hecho de que se ganaran determinados premios resultó decisivo para la influencia y la proyección que tuvo el movimiento después" reconoce el catedrático emérito.
Antes de regresar al presente, con la sensación de que "el pasado sólo sirve sobre todo para aprender", así apuntaría Nietzsche, Juan Carlos Rodríguez confiesa que su "memoria es muy imprecisa": "¡hay tantas historias para recordar de nuestras noches en La Tertulia! Ahora, prefiere poner la atención en el horizonte que marca el presente para revelar que los nombres poéticos de La otra sentimentalidad han desarrollado una espléndida trayectoria como escritores. Por último, ¿estaría dispuesto a guiar otro movimiento poético juvenil? Se para y escoge las palabras de Juan Ramón Jiménez: "yo no he sido nunca un maestro de escuela", prosiguiendo con un rotundo "yo nunca he dirigido nada. Lo único cierto es que aquel momento no volverá a repetirse nunca tal cual. Saldrán nuevas cosas, pero insisto que cuando una historia trata de repetirse, se convierte en farsa. Es la frase más célebre del prólogo del 18 Brumario".
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