María Acuyo, la verdad de la pintura nueva
La creadora salida de la Facultad de Bellas Artes de Granada expone en la galería My name´s Lolita, una de las más serias, selectas y de absoluta trascendencia de España
María Acuyo, los espacios imprevistos y sus formas imposibles
Granada/A María Acuyo la conocíamos, como a otros tantos artistas granadinos, en su determinante paso por la Facultad de Bellas Artes; entonces ya, participaba en varias buenas colectivas como alumna destacada de la misma. Después, con la carrera terminada, y gracias a la potencia creativa de su obra, la encontramos en muchas importantes exposiciones conjuntas en galerías de bastante significación –María Llanos, Herrero de Tejada, Álvaro Alcázar, Blanca Soto, Birimbao, Milagros Delicado o Casaborne, entre otras -; participando, además, en centros de absoluta significación como el Centro de Arte Tomás y Valiente de Fuenlabrada, el Museo del Patrimonio Municipal (MUPAM) de Málaga, el MAD de Antequera y, por supuesto, el Palacio de los Condes Gabia, por citar sólo algunos; después, ya de forma individual, la encontramos en muy buenas comparecencias como las de los Condes de Gabia, el CEART, las galerías Casaborne de Antequera, María Llanos de Cáceres o la Sandunga de Emilio Almagro, entre otras. Este humilde crítico de arte fue testigo de las excelencias de su obra cuando tenía su estudio en la antigua Azucarera de los Vados y participé, como jurado, en varios Certámenes y Premios donde su obra resultó seleccionada, cuando no, premiada –Certamen de Artes Plásticas de la Confederación de Empresarios de la Provincia de Cádiz, Exposición de Valdepeñas, Premio Alonso Cano de la UGR o el Ciudad de Antequera-. Está en posesión, por lo tanto, de un amplio historial, señal inequívoca que es artista importante. Algo que se ve constatado por su inclusión en el catálogo de artistas de la importante galería madrileña My name's Lolita, una de las más serias, selectas y de absoluta trascendencia de España; con una muy importante nómina de artistas, entre ellos, el también granadino, Paco Pomet; galería que, en estos momentos, acoge una significativa exposición de María Acuyo.
Ella es una pintora muy especial. Lo es porque posee un lenguaje tremendamente personal; con unos planteamientos coloristas muy bien definidos y que descubren a una artista total, sabedora de lo que hace y de lo que quiere; con unos desarrollos pictóricos bien concebidos que han ido evolucionando serena y sensatamente; es, en definitiva, una artista diferente poseedora de un lenguaje ajeno a modas y lleno de la intensidad creativa que aporta un ejercicio verdadero, sin complejos y patrocinador de las máximas emociones. Su pintura anterior se distinguía por la manifestación de masas orgánicas que constituían el centro de una obra llena de entusiasmos cromáticos y efectos que incidían en microorganismos de difícil consideración científica pero absoluta contundencia plástica. Se trataba de una especie de abstracción inducida, portadora de una realidad que, creo, no tenía parangón en el arte del momento y que desarrollaba unos esquemas coloristas que nos llevaban a interioridades de naturaleza pseudo fisiológicas. Y es que la pintora granadina, además de Licenciada en Bellas Artes, lo es en Farmacia; algo que ha incidido poderosamente en una pintura que introduce en una especie de organismos que recuerdan las visiones imposibles que se observan tras las lentes de un microscopio. Celularios, entes biomórficos desposeídos de su natural existencia y ajenos a su realidad nos situaban en un cromático juego de posiciones donde el color y su misteriosa yuxtaposición creaba una entidad viva que lejos de repeler, atrapaba y abría perspectivas siempre llenas de luminosidad, color e intensidad sensorial.
La muestra
Para esta exposición en la galería de la calle Almadén, Maria Acuyo sigue conservando su contundente patrimonio colorista, pero matizando muchas de sus anteriores funciones. Es verdad que no sería la estética de esta artista si hubiera perdido o disminuido su poderosísima dimensión cromática; algo que no ha cambiado y permanece absolutamente patente, pero, además ha conseguido adaptarle un feliz paisaje que maximiza el conjunto de la pintura y se abre a infinitas nuevas posiciones. Se observa un paso más en esa evolución hacia adelante; el poder expresivo sigue intacto; la magnitud del color mantiene su impactante realidad; sin embargo, desde esa misma posición de color extremo, la artista recrea un paisaje bellamente estructurado que interactúa con la fuerza de la materia plástica, creando una realidad inquietante donde se superpone una enigmática sensación de soledad. Paisajes nevados, islas solitarias en un océano de luz potente, naturaleza virgen en espacios que sobrepasan la propia realidad de una naturaleza impactante y absolutamente inquietante.
La pintura de Maria Acuyo no recrea escenas paisajísticas sin más; eso sería demasiado fácil para una artista de importancia como ella es. Hay más, mucho más; escenarios que dejan traslucir una realidad mediata dentro de la aplastante inmediatez; desenlaces cromáticos que se apartan del normal juego de intenciones formales, abundando en un concepto artístico que se sobrepone al mero estamento representativo. Con todo ello, en su obra se adivina una especia de paisaje idílico donde habita ese escenario sobrenatural que ilustra desenalces mediatos, ficticios, irreales, presentidos o imaginados como salidos de un sueño lleno de formas y esquemas distribuidos desde una entidad llena de energía colorista.
María Acuyo fue una artista con un ideario estético tremendamente particular que llamaba la atención por un desparpajo pictórico fuera de lo normal. Su pintura fue evolucionando para bien, sin estridencias ni extravagancias dictadas por las modas. Ahora, en plena joven madurez, con la carrera asentada en la sobriedad solvente de la buena pintura, nos conduce por una obra rigurosa donde anida la pasión y el máximo sentido del arte por el arte.
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