A la memoria de un ángel desde Granada
Birgit Kolar interpretó magistralmente el Concierto para violín de Alban Berg, junto a una OCG vibrante bajo la dirección de Lucas Macías

Granada/Lucas Macías, al frente de la Orquesta Ciudad de Granada, no deja de sorprender tanto por su habilidad para diseñar programas de lo más coherente y sugestivos, como por demostrar su versatilidad para abordarlo con las máximas cotas de calidad. Para el programa de este fin de semana ha acudido al repertorio contemporáneo del siglo XX, trazando un interesante eje artístico que fue desde el postromanticismo de Mahler a un estreno absoluto del compositor madrileño Jesús Rueda.
La pieza que abrió la velada, Vísperas de Jesús Rueda, es un encargo de la propia OCG junto a Oviedo Filarmonía. Se trata de un solo movimiento que, en palabras del compositor, se inspira en las sensaciones que se pueden experimentar al visitar la Catedral en esa hora azul que coincide con el tránsito de la tarde hacia la noche, cuando precisamente tiene lugar el rezo litúrgico de vísperas, que intitula la obra. La partitura está llena de referencias espaciales, en la que la formación orquestal evoluciona de una a otra por medio de un sutil juego de densidades que incorpora o desvanece los distintos timbres en un continuo orgánico. Así, el discurso resulta comprensible y equilibrado, y la audición de Vísperas se convierte en una evocación al ánimo que impulsó a su autor a escribirla sin llegar a ser narrativa. El hábil trabajo tímbrico del compositor evidencia un cuidado conocimiento de la orquesta en su más amplio espectro expresivo, y constituye un gran atractivo para el oyente. Lucas Macías sacó el máximo partido a una OCG reforzada en las secciones de viento y percusión, estableciendo con esta partitura el oportuno preludio a una velada cargada de grandes momentos.
La segunda obra del programa, el Adagietto de la Sinfonía núm. 5 de Gustav Mahler, cambió radicalmente de registro, pues la partitura está escrita sólo para cuerdas. Este movimiento, que hoy en día habita de manera independiente en el repertorio del siglo XX, es toda una lección magistral de composición, y evidencia indiscutible del genio y rigor creativo de Mahler. Las cuerdas de la OCG, perfectamente empastadas y equilibradas por la hábil batuta de Macías, regalaron un momento evocador al auditorio, con reminiscencias cinematográficas a la cinta Muerte en Venecia de Luchino Visconti; cabría destacar la colaboración especial de Rosa Díaz al arpa, que regaló, como es costumbre, una intervención de enorme perfección y presencia sonora.
Con la tercera obra del programa, el Auditorio Manuel de Falla se convirtió en espacio para la memoria, duelo y redención, pues el concierto se dedicó in memoriam a la recientemente desaparecida Ana Rayen Defries López, hija de una componente de nuestra OCG, la viola Mónica López. Más concretamente, se le dedicó el Concierto para violín "A la memoria de un ángel" de Alban Berg, en una impactante interpretación solista a cargo de la violinista Birgit Kolar.
Orquesta Ciudad de Granada
Programa: Jesús Rueda, Vísperas; Gustav Mahler, Adagietto de la Sinfonía núm. 5; Alban Berg, Concierto para violín y orquesta A la memoria de un ángel; Modest Mússorgsky, Canciones y danzas de la muerte; Dimitri Shostakóvich, Sinfonía núm. 1 en fa menor op. 10.
Orquesta Ciudad de Granada
Solistas: Birgit Kolar (violín), Marko Mimica (bajo-barítono)
Director: Lucas Macías
Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 11 de abril de 2025
Clasificación: 5 estrellas
Conocido por ser uno de los pilares de la Segunda Escuela de Viena, Berg nos dejó en esta obra de 1935 un testimonio estremecedor, nacido del dolor por la prematura muerte de Manon Gropius, hija de Alma Mahler y Walter Gropius, cuyo recuerdo impregna cada compás. Pero lo que más impresiona en esta partitura es la forma en que Berg fusiona la complejidad dodecafónica con una inusitada capacidad de comunicación emocional, algo que pocas veces se logra con tanta naturalidad.
Birgit Kolar ofreció una lectura que combinó precisión técnica con una profunda introspección. Su sonido, cristalino y al mismo tiempo desgarrado, logró plasmar la tensión entre el mundo terrenal y el espiritual que atraviesa la obra. Fue especialmente conmovedor el segundo movimiento, donde la cita coral del Es ist genug de Bach emergió con una intensidad luminosa, casi mística, sostenida por una orquesta que supo respirar junto a la solista. La Orquesta Ciudad de Granada, delicadamente moldeada por Macías, mostró una madurez tímbrica y una atención exquisita al detalle. No se limitaron a acompañar: fueron parte del drama, del susurro, del grito contenido. En particular, los vientos aportaron color y profundidad en los pasajes más densos, mientras que las cuerdas tejieron un lecho sonoro de gran lirismo.
Berg no compuso este concierto solo como homenaje, sino como un intento de reconciliación con la muerte y la pérdida. Y Kolar, junto a la OCG, lo devolvieron al presente con una autenticidad conmovedora. El prolongado aplauso obtenido persuadió a la violinista para ofrecer una pieza fuera de programa: una Gavota escrita por Ana Rayen Defries López un par de años antes de su fallecimiento, que sonó emotiva y melancólica en el violín de Birgit Kolar. Fue una interpretación memorable que, sin duda, quedará en el recuerdo de quienes tuvimos el privilegio de estar allí.
La segunda parte del programa estuvo dedicada a la música rusa, comenzando con el ciclo lírico Canciones y danzas de la muerte del compositor nacionalista Modest Mússorgsky. Este ciclo es una evidencia clara del lirismo del autor, puesto al servicio de la música y la poesía de su país, que se basa en cuatro poemas del príncipe Golenischev-Kutuzov. En síntesis, son cuatro escenas en las que la muerte canta a sus víctimas poco antes de acompañarlas a su reino, y explora diversas facetas, desde el arrullo de una canción de cuna, el cálido aliento de una serenata nocturna, la promesa de un mundo mejor o la dureza de la cruda realidad en el campo de batalla. La poderosa y técnicamente acertada voz de Marko Mimica fue la encargada dar vida a este ciclo lírico, que en su voz se mostró claro y comprensible, tanto a nivel artístico como semántico, demostrando cómo una buena interpretación es capaz de vencer cualquier barrera idiomática.
La velada culminó con una lectura vibrante de la Sinfonía núm. 1 en Fa menor, op. 10 de Dimitri Shostakóvich, que bajo la dirección del maestro Lucas Macías extrajo todo su poder expresivo y versatilidad a la OCG. Desde los primeros compases, Macías se mostró decidido a subrayar el carácter dual de esta sinfonía de juventud, compuesta en 1925; su discurso está a caballo entre el sarcasmo y la sombra, entre la ligereza del vodevil y el presentimiento del drama. La sección de viento madera brilló con especial soltura en el primer movimiento, aportando una ironía casi grotesca, tan característica del joven Shostakóvich, que recuerda los ambientes circenses de un mundo que se tambalea entre la risa y la tragedia.
El segundo movimiento fue tratado con una precisión casi quirúrgica. La batuta de Macías equilibró a la perfección el ritmo punzante con una agilidad expresiva que no cayó en la exageración. El diálogo entre violín solista y piano –en una excelente intervención de Peter Biely y Ángel Jábega– fue un momento de gran lirismo en medio del caos controlado. Pero fue en el tándem Lento-Allegro molto final donde la interpretación alcanzó sus cotas más altas. Aquí la OCG desplegó todo su potencial sonoro: unas cuerdas densas – cabe destacar la parte solista de Arnaud Duppont –, los metales implacables, y una percusión que supo contenerse hasta los momentos clave dentro de su poderosa expresividad. Macías imprimió al movimiento una narrativa clara: desde la angustia del adagio inicial hasta la erupción casi apocalíptica del clímax, en la que los timbales anuncian el brillante desenlace de la partitura.
El público, entregado, aplaudió con entusiasmo. No era para menos: no todos los días se escucha una sinfonía tan profundamente conmovedora, y menos aún en una versión que supo equilibrar con inteligencia la frescura de la juventud con el peso de la historia. Fue, por muchos motivos, una noche memorable para la Orquesta Ciudad de Granada y para un Lucas Macías que sigue consolidándose como una batuta de referencia en el panorama nacional.
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