Las mujeres de Federico vuelven a la Huerta de San Vicente
Literatura
La editorial Lunwerg publica un libro, escrito por la periodista Ana Bernal-Triviño y dibujado por Lady Desidia, en el que los personajes de Lorca toman conciencia de sus limitaciones
Granada/"Como vosotras, soy una de las protagonistas de las obras de Federico García Lorca, rebelada ante la absoluta incapacidad de existir como mujer libre. Presiento que ha llegado el momento de romper nuestro silencio". Con estas líneas arranca Las mujeres de Federico (Lunwerg, 2021), el último libro de Ana Bernal-Triviño (Málaga, 1980), en el que reflexiona sobre qué ocurriría si los personajes femeninos de Federico –como él mismo quería ser llamado como queda remarca en el libro– dejasen los muros de piedra de los libros para conocerse y entablar amistad.
Acompañada de los dibujos de Lady Desidia (Vanessa Borrell), la historia tiene lugar en la Huerta de San Vicente, la que fuera última residencia de Federico antes de su fusilamiento. Allí es donde vive Rosita, protagonista de esta historia y que ejercerá de anfitriona para el resto de sus hermanas literarias.
La elección del personaje de Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, no es casual, pues la propia Bernal-Triviño asegura que "necesitaba" que fuese ella, pues encarna "esa capacidad de reconciliación y de acercar posturas" que resulta fundamental para la reunión. Una asamblea que, de hecho, está marcada por la rosa mutabile, que también hacía acto de presencia en Doña Rosita, marcando el paso del tiempo a medida que sus pétalos mudaban el color.
Con la vida de la flor como tiempo máximo, las distintas mujeres surgidas de la mente de García Lorca van llegando a la casa, presentándose, contando sus (tristes) historias personales –muchas de ellas ya sabidas por el lector conocedor de la obra lorquiana–y revelando qué es lo que piensan pedirle a Federico cuando él también haga acto de presencia.
Así, a través de las palabras, las distintas mujeres van estrechando lazos y creando redes de solidaridad y sororidad, compartiendo así la carga que pesa sobre ellas: el hecho de ser mujer en un mundo de hombres ("qué dolor de vida, maldita sea nacer mujer", dice Magdalena, una de las hijas de Bernarda Alba, en un momento del libro).
Sin embargo, como sucede con los personajes del libro, estos temas trascienden las páginas y circulan libremente por el mundo real, porque como la propia autora reconoce que "todos los personajes están atravesados por dos factores que son el silencio y la culpa, pero a día de hoy en 2021, te sigues acercando a las víctimas, a hablar con ellas, y todas se reflejan lo mismo". Bernal-Triviño sabe de lo que habla, pues la malagueña ha desarrollado una prolífica carrera como periodista especializada en género, incluso ha colaborado con el documental de Telecinco sobre Rocío Carrasco –que, de hecho llevaba por título Contar la verdad la verdad para seguir viva–, que ayudó a muchas mujeres, como en el libro, a conocer la situación de otras compañeras y exteriorizar sus miedos. "Desde la manifestación de 2018 hemos visto como el hecho de verbalizar, dar un paso hacia adelante, denunciar, termina por crear una conciencia", sentencia la malagueña, quien ve una similitud entre las mujeres creadas por Federico ("aisladas cada una en su obra") y las del mundo real.
Todo ese background ha permitido a Bernal-Triviño conocer en profundidad la situación de las mujeres oprimidas y dar una mayor profundidad a las creadas por Federico, un autor que, como reconoce la periodista, "ha sabido empatizar y exponer, a lo largo de su trayectoria, a mujeres y denunciar cuales eran sus limitaciones", todo ello pese a que la propia Bernal-Triviño pone en boca de Bernarda Alba una afirmación tajante:"Él no sabe lo que es soportar nuestra cruz".
La periodista no elude esta contradicción, pues reconoce que, al ser hombre, Federico tuvo más facilidades y pone como ejemplo el de un grupo de mujeres, coetáneas del poeta, que hasta hace poco estaban incluidas bajo un grupo, una etiqueta, y apenas se conocían sus nombres personales:las Sinsombrero.
La autora no elude esa polémica como tampoco el hecho de que, frente a la diferencia manifiesta entre nacer hombre y mujer, existen diferencias entre las propias mujeres, manifestadas en el libro cuando La Criada reconoce que no sabe leer otras compañeras, o con una Poncia con una infancia más dura que su señora. Ante esta pregunta, Bernal-Triviño responde:"El feminismo es para todas y tenemos que tener conciencia que las mujeres somos diversas, pero a todas nos une un punto en común, que en el caso de estas mujeres es el dolor, la maldición de nacer mujeres y la imposición de las normas" .
Ella cunde con el ejemplo, pues a lo largo de las páginas las diferencias entre las mujeres empiezan poco a poco a limarse cuando descubren que, pese a las pequeñas particularidades que las separan, son muchas las similitudes en sus historias que las unen, unas historias que, como reconoce Rosita en otro fragmento de la carta, ya parecen no tener tanta cabida en el mundo actual, aunque la autora puntualiza "que una cosa es la teoría [leyes], pero en la teoría falta mucho, porque los estereotipos y los mandatos de género siguen siendo un impedimento para las mujeres"
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