Música eterna
La Missa Solemnis de Beethoven vibró con fuerza y magnificencia en la versión de la Orquesta y Coro Nacionales de España
Carlos V vibra con la Orquesta y el Coro Nacionales de España en Granada: las imágenes
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73 Festival de Granada
Programa: Ludwig van Beethoven, Missa Solemnis en re mayor opus 123.
Orquesta y Coro Nacionales de España
Director Coro: Miguel Ángel García Cañamero
Solistas: Sarah Wegener (soprano), Wiebke Lehmkuhl (contralto), Maximilian Schmitt (tenor) y Ashley Riches (bajo)
Director: David Afkham
Lugar y fecha: Palacio de Carlos V, 26 de junio de 2024
Clasificación: 5 estrellas
El Festival Internacional de Música y Danza de Granada acoge nuevamente a la Orquesta Nacional de España bajo la dirección de su titular, el aclamado David Afkham. En esta ocasión acuden con el coro filial a la orquesta para ofrecer un programa grandioso: la Missa Solemnis de Beethoven. Más de doscientos músicos pusieron en atriles este monumento a la música coral, para lo que contaron, además, con un cuarteto solista de gran solvencia.
La Missa Solemnis en re mayor op. 123 de Ludwig van Beethoven es, sin duda, uno de esos monumentos de la música sacra que permanecen con fulgurante atractivo en el repertorio no solo como obra cumbre del autor, sino también del sinfonismo coral universal. Es todo un monumento al Dios de Beethoven, ese ser superior al que una vez le increpó por qué le había dado un don tan divino como la creatividad musical y luego le había privado de la percepción de éste al agravarse su sordera. Ya en su madurez, asumida su condición física y hechas las paces con el Creador, le ofrece este tributo a su magnificencia en una partitura poco litúrgica – tanto por sus dimensiones como por sus innovaciones estructurales – pero grandiosa donde las haya. Interpretada por la Orquesta y Coro Nacionales de España bajo la batuta del maestro David Afkham, la música de Beethoven resonó como una auténtica experiencia espiritual y artística en la que se pudo sentir la profunda conexión entre director, músicos y el monumental legado del compositor alemán.
Desde el primer compás del Kyrie, la dirección de Afkham dejó claro su dominio tanto técnico como emocional sobre la partitura, en la que el compositor realizó un exhaustivo escrutinio de la carga semántica de los textos religiosos. La interpretación fue precisa y equilibrada, capturando la esencia de la devoción y la súplica presentes en este movimiento inicial. Afkham manejó con maestría las dinámicas de la ONE y del Coro, dejando a su vez respirar las intervenciones del cuarteto solista formado por Sarah Wegener, Wiebke Lehmkuhl, Maximilian Schmitt y Ashley Riches. El resultado se plasmó en un dialogo musical entre todas las partes donde cada frase se sentía viva y resonante.
El Gloria fue un despliegue de poder y brillantez. Aquí, la orqueta mostró toda su capacidad para la grandeza sonora, mientras que el Coro Nacional, perfectamente sincronizado, alcanzó los clímax con una energía contagiosa. Hay que destacar la preciosa voz de la contralto Wiebke Lehmkuhl en sus intervenciones, cuidando las entradas y dotando cada frase del justo carácter beethoveniano; los dúos junto a la soprano Sarah Wegener resultaron encantadores. Por su parte, el tenor Maximilian Schmitt se mostró más limitado, pero siempre hábil y oportuno, y el barítono Ashley Riches desplegó una profunda y potente voz de poderosa tesitura, aunque falta de brillo en el registro agudo. Los contrastes entre las secciones de exultación, secundadas por el coro, y las más contemplativas del cuarteto solista estuvieron marcados por una precisión que evitó cualquier exceso, manteniendo siempre la coherencia estilística.
El Credo se caracterizó por una integración armoniosa de todas las partes, ofrecieron momentos de enorme belleza y expresividad, pese a tratarse de un largo movimiento de escritura densa y compleja. La orquesta y el coro estuvieron impecables, destacando especialmente en los pasajes fugados, donde la complejidad contrapuntística se manejó con una claridad impresionante bajo la siempre precisa batuta de Afkham.
Uno de los momentos más memorables de la noche fue, sin duda, el Sanctus y el Benedictus, en el que el quinteto formado por los cuatro solistas y la concertino – que en pie actuó como quinta voz – alcanzó una atmósfera casi celestial. La intervención al violín solista de Valerie Steenken, ejecutada con un lirismo que evocaba la paz y la trascendencia, fue uno de los puntos culminantes de la interpretación. Afkham condujo a sus músicos con sutil elegancia, permitiendo que cada nota flotara en el aire y creando un ambiente de recogimiento y asombro.
Finalmente, el Agnus Dei cerró la velada con una mezcla de solemnidad y esperanza. La interacción entre los diferentes grupos instrumentales y vocales fue manejada con destreza y clarividencia en su concepción artística, dando como resultado una versión de la Missa Solemnis de gran emotividad y grandiosidad. Afkham, buen conocedor del instrumento colectivo que ante él se presentaba, supo mantener la tensión y el interés hasta el último acorde y permitió con gesto decidido que las armonías resonaran en las bóvedas del Palacio de Carlos V, dejando al público con una sensación de haber presenciado una interpretación excepcional. Fue una noche donde la música se convirtió en un puente hacia lo sublime, y donde cada participante, desde el director hasta el último corista, contribuyó a una experiencia inolvidable que recibió una cálida ovación.
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