Una noche con Mendelssohn

Un momento del concierto que ofreció la OCG el pasado viernes.
Gonzalo Roldán Granada

09 de noviembre 2014 - 05:00

El ciclo sinfónico de la Orquesta Ciudad de Granada cuenta este año con directores que, pese a su juventud, tienen sobrada preparación, como lo demostró Andrew Gourlay, un director que en los últimos años ha arrasado en el panorama internacional con varios de los galardones más prestigiosos. Para su presentación en Granada escogió un programa dedicado íntegramente a Felix Mendelssohn.

El concierto se abrió con la obertura de Las Hébridas, una magnífica pieza sinfónica que resume los sentimientos que el joven Mendelssohn experimentó al visitar en el verano de 1829 la Gruta de Fingal. De amplio desarrollo tímbrico, esta obertura fue aprovechada por Andrew Gourlay para definir un magnífico discurso motívico con la OCG, en el que cada idea melódica fue magistralmente expresada.

Tras la obertura se interpretó el Concierto para piano y orquesta núm. 1, una pieza compuesta para la baronesa Delphine von Schauroth, quien influyó en el proceso creativo de la obra aportando sugerencia y algunos pasajes. Se trata de un concierto romántico en tres movimientos con una parte solista cargada de virtuosismo y expresividad. La también joven pianista coreana Soo Jung Ann demostró su precisión técnica y buen gusto en la interpretación de esta pieza, que si bien no es de las más complejas del autor, si resulta amable y cargada de bellos momentos. Destaca la bondad del segundo movimiento, un emotivo Andante que sirvió a Soo Jung Ann como vehículo de lirismo y contención expresiva. La prolongada ovación recibida por su interpretación animó a la pianista a ofrecer como propina un Nocturno de Chopin.

La segunda parte se dedicó por entero a la interpretación de la Sinfonía núm. 3 Escocesa, también de Mendelssohn. Esta obra, ya conocida por los músicos de la OCG, fue concebida por Gourlay con un dinamismo y una rítmica más marcada de lo habitual, dotándola sin duda de un sello inconfundible. Fresca y ligera, la interpretación de la obra dedicó a cada unidad temática la debida atención. El juego de diálogos entre los vientos y las cuerdas fue perfecto, y el equilibrio de todas sus partes magnífico. Hay que destacar la interpretación de Eduardo Martínez al oboe y José Luis Estellés al clarinete; sin ser partes solistas en sí, el papel de estos dos instrumentos se encuentra destacado en la partitura de Mendelssohn, protagonismo del que ambos intérpretes dieron cuenta magistralmente. También destacaron las trompas a cuatro, que imprimieron la brillantez deseada por el compositor. Gourlay ofreció una lección de interpretación, descubriendo al público asistente la riqueza de un primer romanticismo que todavía tendría mucho que ofrecer a la historia de la música.

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