Patricia Guerrero honra a García Lorca y Mariana Pineda en el Generalife

La granadina se estrena al frente del Ballet Flamenco con una interpretación 'sui generis' de la conocida heroína, que ya retrató el poeta de Fuente Vaqueros

Con esta obra, se abre también el ciclo de Lorca en los Jardines del Generalife

Así fue el estreno de 'Pineda' en Granada, el debut de Patricia Guerrero en el Ballet Flamenco / Jesús Jiménez / Photographerssports

Decía Federico García Lorca que había mil Marianas Pinedas: la original, que vivió en el siglo XIX y cuya estatua inspiró al poeta; la que este mismo escribió en su obra de teatro y, también, la que ayer puso sobre el escenario Patricia Guerrero con su Pineda, con el que dio inicio el ciclo Lorca en los Jardines del Generalife y la que supone también su estreno en la dirección del Ballet Flamenco.

Las tres, eso sí, están unidas como por una especie de hilo, uno de esos que hicieron tristemente famosa a Pineda, condenada por bordar una bandera durante la restauración absolutista, la misma que hace referencia el coro femenino de la Asociación Cultural Cruz de mayo Albaicín nada más arrancar la obra, a modo de prólogo, para situar a un teatro del Generalife a rebosar.

Cumplida su función, las mujeres dejaron el escenario para dejar su lugar al cuerpo de baile, que trajo consigo una música rota sola por los murmullos que resonaban en la noche: “Libertad, Mariana, igualdad...”, hasta que al final, como si de un mantra se tratase, apareció la protagonista: Mariana Pineda encarnada por Patricia Guerrero. Fue solo un suspiro, una pequeña calma. Pineda volvió a desaparecer para dejar de nuevo el escenario al cuerpo de baile, que otra vez volvió a frenarse con la entrada de Pedrosa, que se llevan consigo a Pedro de Sotomayor (Eduardo Leal), líder de la revolución y amor de Pineda.

Un amor cosido con fuerza, pues Pineda se mantiene a la espera cuál Penélope, pese a los intentos de Fernando por conquistarla. Un Fernando que finalmente logra huir, aunque perseguido por los hombres de Pedrosa (Alfonso Losa), de nuevo con gritos de libertad e igualdad de fondo.

De hecho, esas palabras serán las pocas que se oigan por los bailarines, con algunos versos sueltos que se atreve la propia Pineda. La voz aquí queda para el equipo flamenco (encarnado por Amparo Lagres, Manuel de Gines y Sergio El Colorao), a los bailarines les basta su cuerpo para expresarse.

Baste como ejemplo esos momentos en los que Pineda y Pedro bailan al compás o ese momento en el que Fernando le cede a Pedro el abanico de la amada de ambos, señal de quién es dueño verdadero corazón.

Un abanico verde, como la ropa que viste en el primer tramo Guerrero, que después se tornará morado. Cumpliendo así los colores de la bandera que le costó la vida.

Una bandera que, como no podía ser de otra forma, termina emergiendo sobre el escenario, ondeada por una Pineda con un morado que contrasta enormemente con el resto del elenco, especialmente con el negro militar de Pedrosa, algo que se nota cuando ambos quedan solos sobre las tablas, momento en que queda sentenciada la vida de Mariana.

Con el destino sentenciado, los colores son el negro y el rojo. El negro de Pedrosa, que ha salido victorioso, y de las mujeres que acompañan ahora a una Pineda que ha cambiado sus ropajes por el rojo, consciente de su final.

Guerrero tenía ante sí una desafío mayúsculo anoche. En su primera dirección en el Ballet Flamenco de Andalucía, en su tierra y con dos figuras de la talla de García Lorca y Mariana Pineda. Sin duda, demostró el motivo por el que ha llegado a donde ha llegado a pesar de su juventud. El respetable (entre el que se encontraba la consejera Patricia del Pozo en su primer cargo tras asumir la cartera de Cultura) lo corroboró con sus aplausos.

Lorca escribió Mariana Pineda en la veintena y Guerrero hace lo propio con la suya en la treintena, pero ambas forman ya parte de ese millar de mujeres que hablaba el poeta de Fuentevaqueros.

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