“Es perfecto para el humor que sea un personaje el que nos regala sus vicios”
Manu Sánchez, humorista
El presentador y productor sevillano llega este fin de semana al Teatro Isabel la Católica con ‘El gran emigrante’, dos horas de comedia a través de los ojos de ser de otro planeta
Granada/–Regresa al Teatro Isabel la Católica este fin de semana con El gran emigrante, un espectáculo en el que vuelve a mezclar el humor con la crítica social. ¿Hay aquí más dosis de crítica política?
–Esa siempre es la fórmula. El asunto de la emigración por desgracia sigue tan candente como antes del inicio de la pandemia, que fue cuando estrenamos la obra.Lo hemos querido poner delante del espejo de la comedia para aplicar la receta del humor pero también para hacernos pensar.
–¿Qué características tiene este emigrante?
–Este emigrante viene de muy, muy afuera. Lo hemos caricaturizado de esa forma para no poner ningún país, mejor un planeta muy lejano. Y tiene dos actitudes. Por un lado, como es un ser superior, llega queriéndonos conquistar y nos mira por encima del hombro. Al principio de la obra el público es la parte débil pero a él le falla su tecnología y de conquistador pasa a emigrante, alguien que está lejos de su casa con una mano detrás y otra delante. Ese es el mensaje, que nadie está libre. En algún momento de la historia éramos los que salíamos y ahora los que recibimos.
–Sí, aunque el panorama postpandemia está para que salgamos corriendo.
–La verdad es que ha cambiado la realidad. Esta obra la estrenamos en la Navidad antes de ese marzo que cambió todo. Nosotros siempre, cuando escribimos, dejamos unos pequeños cajoncitos para meter la actualidad y con El gran emigrante esto fue una especie de premonición: él va a llegar a una azotea granadina y nos va a estar observando durante un año, el tiempo que estará allí confinado. Eso permite establecer un paralelismo con lo que hemos vivido y acercar el texto a la realidad pandémica.
–El recurso de la mirada del viajero a las costumbres locales es un clásico de la literatura desde la Ilustración y el Romanticismo.
–Es terreno abonado para la comedia, para el pez fuera del agua y la fórmula del encuentro desencuentro porque nos mira desde un ojo virgen. Eso permite una doble lectura, un transfundo, un subtexto que dicen los pejigueras.
-¿Forma parte de su receta la mirada a través de un personaje: Dios, el Diablo, el Rey...?
–Es perfecto para el humor que sea un personaje el que nos regala sus vicios, sus defectos, su punto de vista... Primero el monarca, déspota y extraño, de El rey solo. El demonio de El último santo era lo contrario al emigrante, nos conocía demasiado bien, mejor que nosotros. Como el personaje omnisciente que era el dios de El buen dictador. Pero aquí no entiende muchas cosas.
–¿Qué es lo que más le sorprende?
–Llega a una Granada en pandemia, con mascarillas, con teatros a la mitad, fiestas suspendidas y campos de fútbol vacíos.¿Para qué hacer estadios tan grandes si a eso no va nadie? No sabe con quién tiene que reunirse para negociar la rendición, si con el alcalde, el presidente de la Junta, del Gobierno o el Rey, porque además tenemos dos reyes. Aunque son dos horas de comedia vamos a ver saltos temporales, porque el arco narrativo es de un año natural. Eso permite ver la evolución del personaje, que entra de una forma y sale distinto, y también la del propio público.
-Hablando de políticos. No sé si tienen la capacidad de reírse de si mismos pero ¿tienen la capacidad de sonrojarse?
–Yo creo que hay un poco de intrusismo laboral mal entendido (risas). Creo que está bien que los cómicos pongamos a los políticos frente al espejo de la comedia pero a veces los políticos se meten a cómicos malos. Es verdad que hay un momento de desvergüenza pública e incluso de orgullo de la mediocridad y la mala educación. Se permite e incluso se aplaude. Yo me pregunto a quién le interesa que el tono esté tan bajo. Los malos equipos de fútbol encharcan los campos de juego, dejan el regadío puesto para que la pelota no corra...
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