Svetlana Aleksiévich: "Como miedo principal ha revivido el de un hombre hacia otro hombre"
Svetlana Aleksiévich, periodista y Premio Nobel
La escritora cerró la tarde del viernes el Festival de Poesía de Granada en el Palacio de Carlos V
Granada/La escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura en 2015, dejó en su piso de Minsk un libro a medias dedicado al amor para partir al exilio alemán que dedica a seguir escribiendo de guerras, una tarea que afronta "con la sensación de que el siglo XXI aún no ha empezado".
Hija de maestros, la escritora y periodista Svetlana Alexsiévich (1948) ha dedicado parte de su trayectoria profesional a dar voz a las víctimas de enfrentamientos bélicos y a contar la II Guerra Mundial, la de Afganistán o el desastre de Chernóbil desde un punto de vista que aún no aparecía en los libros de historia.
La Nobel de literatura reconoce la dureza de mirar desde el exilio la actual invasión rusa a Ucrania. "Es muy difícil imaginar que todos nosotros, que nos considerábamos prácticamente el mismo país, ahora estemos en esta situación", ha apuntado la escritora, de padre bielorruso y madre ucraniana y con familiares en ambos lados del actual conflicto.
Aleksiévich, que ya escribió un libro sobre la guerra en Afganistán (Los muchachos de zinc, 1989), ha explicado que nunca imaginó "que la guerra fuera en mi casa". "El sitio en el que vivía mi abuela ahora mismo está siendo bombardeado, la gente vive en circunstancias muy duras, tiene que esconderse en los sótanos. Ahora mismo hay misiles volando desde el territorio bielorruso hacia Ucrania y luego las tropas rusas se retiran desde Ucrania a Bielorrusia para descansar y curarse", ha detallado.
La escritora y periodista, que vive exiliada en Alemania pero pegada a una actualidad, visita Granada para participar en el Festival Internacional de Poesía (FIP) y hablar de la cultura frente a la barbarie. "Tengo la sensación de que el siglo XXI aún no ha empezado", resume le escritora, que reconoce que los pronósticos de futuro que hizo hace un par de años han dado un vuelvo para presentar una realidad que "en nada se parece a lo que esperábamos".
Del amor a la guerra
"Yo misma tuve que salir corriendo de mi país, abandonar Bielorrusia, y en mi piso de Minks se quedó el libro que estaba escribiendo sobre el amor". Porque la Nobel anunció hace años que quería dejar de escribir de guerras y centrarse en el amor, pero la ilusión quedó varada en un nuevo conflicto.
Esas letras dedicadas al amor quedaron en suspenso y Aleksiévich empezó un nuevo proyecto para escribir un libro sobre la revolución bielorrusa con los testimonios de compatriotas que como ella también tuvieron que salir del país. "Y ahora estoy trabajando en su segunda parte sobre la Guerra de Ucrania, hablando con los ucranianos", ha adelantado.
Cree que aunque en El fin delHomo sovieticus (2015) defendió el final del hombre rojo soviético, ese final no ha llegado. "Resulta que el hombre rojo soviético sigue vivo y sigue matando, y sigue muriendo. Al final la historia se repite y el comunismo todavía no se ha acabado. Resulta que la libertad no llega tan rápido, y que el camino de la libertad es largo", ha añadido. Aleksiévich ha recordado aquellos años noventa durante la perestroika en el que vislumbró un futuro de libertad: "Y nos parecía que esa libertad y la nueva vida estaban a la vuelta de la esquina, nos parecía que la transición se hizo con poca sangre".
Guerra
"Pero resulta que no es tan fácil, que no es suficiente salir por la puerta de la cárcel, por la puerta de un campo de concentración, para ser libre". Su libro La guerra no tiene rostro de mujer (1985) inicia ahora una "segunda vida" porque no ha pasado de moda, como demuestran las 100.000 mujeres del ejército ucraniano, pero también las que lo leen en sótanos o en trincheras.
El peso de un Nobel
Aleksiévich intenta mantener la libertad artística para reflejar su visión del mundo pero sabe que un Nobel supone obligaciones como no poder encerrarse en casa a escribir un libro sobre el amor porque hay que estar conectada al pueblo. "La cultura sufre pérdidas durante las guerras porque tienes que estar en la barricada, y desde allí ves el mundo menos colorido", ha añadido la literata, que también reconoce que el sufrimiento no contiene toda la verdad sobre la vida.
Aleksiévich quiere escribir dos libros más en su carrera, uno pendiente sobre el amor y otro sobre el sentido del tiempo, la vejez y la muerte, pero ahora recoge testimonios sobre los crímenes humanitarios de Bucha (Ucrania) y llora cada día.
La pandemia
La Nobel ha apuntado que la pandemia demostró que el mundo no es tan estable aunque la guerra haya eclipsado parcialmente su impacto. "No hay mascarillas en la guerra (...). Al final, como miedo principal ha revivido el de un hombre hacia otro hombre y no tanto ante algo misterioso como un virus", ha apuntado. "En este mundo de la guerra, al final todo resulta más familiar al hombre, que sabe qué hacer, cómo vivir entre conflictos", ha resumido Aleksiévich, que espera una tregua para hablar de amor.
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