'Terra Alta': el perseguidor y el perseguido
Premio Planeta 2019
Cercas ha ganado el Planeta con una obra más que notable, ‘Terra Alta’, una novela negra que no se avergüenza de serlo porque el autor no se cree mejor que el género que trabaja
Granada/Tarde o temprano, tenía que ocurrir. La narrativa de Javier Cercas ha orbitado siempre en torno a la investigación y esclarecimiento de unos hechos y, antes o después, el escritor tenía que abrazar la novela negra, que parte precisamente de dichos planteamientos. En Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, El impostor o El monarca de las sombras, Cercas tendía una recia trama trenzada de pistas que debían seguirse, nudos que desatar, preguntas que responder, pero en estas novelas, magníficas todas ellas, los recursos estilísticos de la autoficción desmontaban el andamiaje de la ficción pura y dura.
En Terra Alta, Premio Planeta 2019, sorprende para bien la adscripción sin paliativos al género negro. Cercas ofrece una sólida muestra del mismo respetando escrupulosamente todos sus tropos. Terra Alta es una novela negra que no se avergüenza de serlo. Javier Cercas no se cree mejor que el género con el que trabaja, como les ha sucedido a otros antes que él, y uno se lo agradece.
El protagonista es un policía con un turbulento pasado: Melchor Marín, hijo de una prostituta del arrabal barcelonés, sin padre conocido. Melchor vivió una juventud bronca como traficante y consumidor de cocaína. A los veinte años formaba parte de un cartel colombiano que introducía droga en España a través del puerto de Barcelona, desmantelado en una macro-operación policial. El joven dio con sus huesos en la cárcel y allí descubrió el placer de la lectura.
El azar, o un anónimo dios menor, le puso al alcance Los miserables de Victor Hugo, una de esas novelas que todos deberíamos leer una vez en la vida. Melchor se identifica primeramente con Jean Valjean, el perseguido, para luego identificarse con el comisario Javert, el perseguidor. Su madre es asesinada por un cliente (o unos clientes) y el joven se hace policía movido por el instinto de venganza. Quiere descubrir al asesino (o los asesinos) de su madre, cueste lo que cueste. Otro azar de signo contrario, los atentados yihadistas cometidos el 17 de agosto de 2017 en las Ramblas, harán de él un héroe inesperado.
Cuando lo conocemos en las primeras páginas de la novela, Melchor Marín ha rehecho su vida: es un hombre felizmente casado, padre de una niña, Cosette (como la hija de Jean Valjean), y entre sus colegas es respetado por su gran celo profesional. Melchor está destinado en la comarca de Terra Alta, en la provincia de Tarragona. La tranquilidad de la región es aparente. Y precaria. Un día aparecen asesinados Francisco Adell y su esposa; él, un empresario que se ha enriquecido pagándoles sueldos de miseria a sus empleados y haciéndose enemigos por todas partes; es decir, aplicando de manera sistemática las reglas no escritas del capitalismo salvaje: “En nuestro negocio, todo el mundo odia a todo el mundo, y todo el mundo tiene razón –dice Josep Grau, uno de los sospechosos del crimen–. Supongo que los demás negocios funcionan igual, en eso al fin y al cabo consiste el capitalismo, ¿no?, en organizar una guerra de todos contra todos para que sobreviva el más fuerte”.
Los frutos del odio son amargos. La pareja de ancianos fue torturada durante horas antes de recibir el golpe de gracia. En la novela se respira esa violencia innecesaria y arbitraria que hallamos por doquier, en un comentario gratuito e intempestivo, en un favor que podía hacerse y no se hizo. Tenemos el rencor enquistado en la médula de los huesos.
El respeto de las convenciones no hace de Terra Alta una obra convencional, en absoluto. Quien conozca la obra previa de Javier Cercas se reencontrará con sus temas recurrentes, tratados con la pasión y rigor característicos: la Guerra Civil está también aquí en forma de cicatrices y heridas internas u ocultas. En la narrativa de Cercas, el pasado es un fantasma que vuelve, que siempre vuelve.
En la comarca de Terra Alta se libró la Batalla del Ebro, uno de los choques más brutales de la contienda, y su recuerdo persiste entre las gentes: “Las heridas de verdad son la que nadie ve”, le dice Olga a Melchor al principio de su relación sentimental. Al igual que en Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Las leyes de la frontera o El impostor, tenemos diversos personajes que han intentado reinventarse para dejar atrás un pasado ingrato o inhóspito. Y tenemos el personalísimo estilo de Javier Cercas, una sólida aleación de claridad y contundencia, que recorre esta magnífica novela de principio a fin.
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