Una poeta en el Generalife

Una poeta en el Generalife
José Carlos / Rosales

14 de octubre 2011 - 05:00

CUANDO la poeta cubana Fina García Marruz publicó en 1970 Visitaciones, su segundo poemario, un amplio recopilatorio de los poemas escritos o publicados desde 1951, incluyó una sección en la que bajo el título de La tierra amarilla se reunían los textos referidos a su intenso viaje por España, en compañía del también poeta Cintio Vitier, en la década de los años 60. Desfilan en estas páginas las sugerentes impresiones de una escritora minuciosa y humilde, una escritora atenta a los colores de Castilla ("Corrales vagos, rosas y olivo todo..."), a los sabores de Ávila ("¡Yemitas de Santa Teresa!/ Son como hostias de leves...") o a los patios de Córdoba ("De las paredes altas/ cuelgan macetas, latas de jazmines,/ cazuelas de clavel..."). Cuando vienen a España, los escritores hispanoamericanos tienen el acierto de hablarnos de aquello de lo que aquí ya no se habla. Y nos miran. Y nos ven tal y como somos. Y ven más que nosotros: ven lo que nosotros ya ni siquiera nos atrevemos a mirar. Supongo que los escritores hispanoamericanos tendrían que venir más a España. Y decirnos lo que ven o lo que somos, ya se sabe, a nosotros se nos olvidó casi todo y alguien tendría que venir a recordárnoslo. Así lo hace García Marruz: "...un pueblo/ blanco de casas, un tajo de luz,/ una incomprendida dignidad que escapa/ por las filas de los árboles solos".

Y en ese recorrido (vital y poético) por España, Fina García Marruz se detiene en Granada. De ahí que haya dos poemas, en Visitaciones, referidos a los jardines del Generalife. En el primero de ellos (El castillo y el agua) se recoge el tránsito entre Castilla y Andalucía, entre Ávila y Granada: "Descendemos al Sur ahora, ascendemos/ más bien al Sur, que no es caída / sino vuelo la entrada/ en los jardines magos". Así llama a los jardines del Generalife la poeta cubana: jardines magos. Y más adelante añade: "todo es aquí fuente, origen,/ naciente vida, historia,/ diálogo parlador de amantes solos", hasta cerrar su poema con un vínculo algo enigmático pero también ilustrativo; vínculo para ella evidente, pero para nosotros los españoles quizás (desafortunadamente) olvidado o caduco: "...Y en la espejeante/ alberca, tiembla el castillo, el estandarte/ tiembla, ciérrase el acorde/ español, la enemistad de los amantes/ rompe el alba". De Ávila a Granada pasando por Aranjuez: un acorde español, incomprendida dignidad, tajo de luz en un bosque de árboles solos.

El segundo poema se titula El mirto y sus versos nos traen un destello, una sola frase, un instante mínimo, el momento de arrancar una hoja de arrayán en el Generalife y sentir cómo su olor nos penetra y deslumbra: "¡Hoja de mirto,/ cuando te arranco/ das como un súbito/ quejido de olor/ que cesa, rápido,/ dejándome en la mano/ aromada, ese confín/ de lo breve desgarrador,/ traspasada delicia/ aguda, andalucísima,/ casi pena,/ saeta del ay,/ olor de mirto!". Una visita al Generalife y dos poemas que nos hacen pensar o sentir. Una escritora excepcional y una ciudad envuelta (sin saberlo) en aromas agudos o desgarradores. Fina García Marruz y Granada: "ciencia de flor y altos corredores / de encaje que se escapan con chillidos/ de gloria".

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