Rafael Guillén, el rayo que no cesa

Un repaso por la trayectoria del Premio Nacional de Poesía

El poeta granadino protagoniza la última sesión del ciclo 'El intelectual y su memoria' organizado por la Facultad de Filosofía y Letras

"La palabra es un material durísimo", dice sobre el oficio de juntar letras

Guillén mira atentamente a cámara antes de su charla en la Facultad de Filosofía y Letras. / Carlos Gil
Isabel Vargas

11 de diciembre 2018 - 00:10

Granada/Artesano de la palabra, mecenas de la cultura granadina, discípulo de Blas de Otero y Gabriel Celaya, lector empedernido, bebedor profesional de vermú, amante del flamenco y lo popular, agitador cultural en "tiempos oscuros", curioso de las ciencias, hombre de una sola mujer. Rafael Guillén (Granada, 1933) es el hombre que lo hace todo en Granada -parafraseando la famosa canción de Astrud y llevada a nuestro terreno local-. Escribe como habla: elocuente, claro, respetuoso con el lenguaje y con un fino sentido del humor. Ayer lo demostró en la Facultad de Filosofía y Letras, donde fue invitado como protagonista de la última jornada del ciclo El intelectual y su memoria.

"Era indispensable que viniera, aunque hemos tardado mucho en traerlo. Rafael Guillén es un gran poeta y, sin duda, merece nuestro mayor reconocimiento", recalcó José Pérez Tapias, el decano de la Facultad de Filosofía y Letras, al inicio de lo que fue una amena conversación a tres entre el poeta, Erika Martínez y Álvaro Salvador.

Erika Martínez, Rafael Guillén, Álvaro Salvador y José Pérez Tapias en la conversación a tres. / Carlos Gil

A finales de los 70, un jovencito llamado Álvaro Salvador descubría la poesía de Guillén gracias a José Heredia Maya, que le prestaba el libro de sonetos Pronuncio amor. ¿Por qué el soneto? "Sin dominar el instrumento no se puede tocar. Nosotros tenemos un instrumento muy difícil: la palabra. La palabra es un material durísimo. Un pintor mezcla amarillo con azul y le sale verde. Un músico junta dos notas y ya tiene un acorde. Nosotros nos apoyamos en un idioma, el español, de gran riqueza. Tenemos una gama enorme de sinónimos para buscar matices. Tenemos el subjuntivo. Si nos lo quitan es como si dejaran sin bemoles y sostenidos a los músicos. Había que empezar por dominar ese instrumento", respondió el escritor, que se preguntó en seguida con sorna: "¿Si todavía no sé hablar en español correctamente cómo voy a saber inglés?".

El poeta evocó sus inicios en el mundillo, en la "oscura y triste" posguerra, cuando formaba parte del grupo Versos al aire libre. "Nos reuníamos al principio cinco o seis. Luego se fueron uniendo músicos, estudiantes y pintores. Todos los jueves había que pedirle permiso al Gobierno Civil para poder juntarnos. Un policía venía a nuestras reuniones. Estaba en un rincón. Con el tiempo, se convirtió en uno más. Dos años después ganó un concurso de poetas. ¿No te suena el nombre?, me preguntaron. En efecto, era el policía. Se pasó al lado enemigo", contó entre risas.

De su etapa dirigiendo la colección de libros Veleta al Sur junto a José García Ladrón de Guevara, Guillén recordó la imprenta donde se hacía: "Pertenecía a unos primos de José. Era la tercera parte de esta sala. Un cuchitril. Tenía un retrete y una ventana que daba a una taberna. Tenía un almanaque con el corazón de Jesús y otro con una tía en pelotas. Ahora se dice una señora. Era una tía formidable". Acto seguido, reflejó con una anécdota "una época de penuria extrema" no se contaba con los medios de hoy: "Un día me llamó el primo de José. "Estoy componiendo las últimas páginas de vuestro libro y se me han acabado las emes", me dijo. Había un problema con los cajetines con los que se imprimían las letras -de forma manual-. Llamé al autor y le dije que quitara las palabras con eme de sus último versos y las cambiara por otras".

El público, que río a carcajadas con las anécdotas de Guillén, también se empapó de su poesía. La poeta y profesora Erika Martínez le preguntó por algunos aspectos clave de su obra, como la temática religiosa. "Es un tema tabú y sin embargo lo ha explorado vía postsecular. La poesía joven se acerca al tema de forma heterodoxa o desde un punto de vista cómico", le dijo. "La religión es una relación de ida y vuelta con un ente superior. Estamos preocupados con el desarrollo, la subida de la luz, la miseria y los bloques políticos, pero al final nos morimos. No somos nada. Siempre me ha gustado recorrer mundo y descubrir el origen de cada civilización. Por ahí va mi contacto con la religión. No tengo ninguna ganas –de morirme–. Siento una gran curiosidad por la muerte. Yo no creo en el absurdo. Sólo creo en la duda y en el misterio", zanjó.

El autor granadino, amigo de Blas de Otero y de Gabriel Celaya, también habló de la influencia de la poesía social en su obra: "Entonces ellos eran mis maestros -en alusión a Otero y Celaya-. Esta poesía corresponde a una época, pero en todo este trasfondo existencial hay un hondo sentimiento social. Aflora muchísimo en algunos de mis versos". Para entenderlo mejor, Guillén le leyó al público el poema En la ajena inconsciencia donde dice "porque la indiferencia un día puede tener figura / y movimiento. / Porque se puede no existir / visiblemente. Estaba en la incosciencia de los demás".

El cosmos y la ciencia ocupan un lugar privilegiado en los poemarios del granadino. Basta con leer su libro Las edades del frío. "No son poemas científicos", advirtió el poeta, que puso el ejemplo de El café de la tarde donde habla de universos paralelos y de amor -su gran tema-. "Cuando, de pronto, / te vi pasar entre la gente. Ibas / con prisa y al doblar la esquina / volviste un poco la cabeza, antes / de desaparecer. / Y te cogí la mano. Y no te dije nada. / Y seguimos hablando. Y tuve la certeza / de que iba a perderte".

Granada también ha sido fuente de inspiración del poeta. "He escrito cinco libros sobre esta ciudad. Empecé con el Cancionero-guía para andar por el aire de Granada (1962). También he compuesto bastante coplillas. Las escribía jarto de vino en el Albaicín", explicó el poeta, que opina que "cualquiera que haya nacido en otra ciudad puede escribir un libro igual; si te empapas de una realidad lo acabas reflejando". "Soy granadino, andaluz, español, europeo y terráqueo", sentenció.

Guillén movía una mano ligeramente al recitar sus poemas. Uno se lo imaginaba de pronto dirigiendo a una orquesta de palabras. Se trata de un gesto que podría pasar desapercibido sino fuera porque refleja perfectamente su condición de poeta musical. "¿Hay un patrón con el que trabaje secretamente a la hora de escribir?", le preguntó Martínez. "Una vez has dominado el lenguaje sueltas el verso. En la métrica se esconde muy mala poesía. ¿Corazón rima con melón, sí, y? Lo que no se puede perder nunca es la musicalidad, el ritmo", respondió. Para Guillén, lo fascinante de su profesión es que "unes las palabras y salta la chispa de la poesía". La misma chispa que aún conserva el poeta, un rayo poético que no cesa.

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