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Artes escénicas
Los XXVII edición de los Premios Max de las Artes Escénicas han reconocido este lunes a la compañía granadina La Maquiné como Mejor espectáculo para público familiar por Estación Paraíso, un sensible retrato de una anciana titiritera que espera y recuerda su vida en un andén. Además, han 'mordido la manzana' de esta edición Noelia Díez y Juan Motilla como mejor labor de producción por El público, de Teatro Clásico de Sevilla e inspirado en la clásica obra del granadino Federico García Lorca. En la ceremonia, el espectáculo Falsestuff. La muerte de las musas, una creación del Centro Dramático Nacional (INAEM), se ha alzado con el premio al Mejor espectáculo de teatro.
Fundada por Joaquín Casanova y Elisa Ramos, la compañía granadina refuerza su idilio con los Max:lo ganaron ya por El bosque de Grimm, en 2014, y dirigieron la ceremonia de 2020 que se celebró en Málaga. Una emocionada Ramos explicó que tras la larga andadura de la compañía querían “decir algo importante a la sociedad, algo importante para nosotros”, y encontraron esta inspiración en la vejez, “a ellos, a los ancianos, está dedicado este proyecto”.
Por su parte, Juan Motilla, nominado junto a Noelia Díez, convirtió el premio en un homenaje al oficio. “Hacer teatro, danza, música, cualquier trabajo de las artes escénicas, es una gesta de héroes”, comentó el intérprete y productor, que extendió su agradecimiento a todo el equipo, “porque no se hace esto solo, cuentas con actores, técnicos, distribuidores”. En su discurso, encadenó una denuncia, sobre “el escandaloso paro que existe en la profesión”; una reivindicación, “una ley de artes escénicas, mucha salud y mucho trabajo” para los compañeros; y una consigna tomada de Lorca: “Que las puertas del teatro no se cierren nunca”.
Uno de los grandes momentos de la noche llegó cuando Miguel del Arco presentó a Nuria Espert, una diva de las tablas que se rebeló ante un tiempo “en el que sólo se esperaba que las mujeres se mantuvieron en la cocina, y ella nunca entró”, una intérprete “valiente” que no albergó miedo al coger “caminos complicados”. La veterana protagonizaba uno de los momentos más emocionantes de la gala, el Max de Honor a toda una trayectoria, pero tuvo la humildad de centrarse en su colaboración con Miguel del Arco, La violación de Lucrecia, “una de las cosas más bellas que he hecho en mi vida”, dijo sobre un montaje que le ayudó a renovarse.
Una de Las Niñas de Cádiz, Ana López Segovia, finalista por Las bingueras de Eurípides, galardonada anteriormente por El viento es salvaje y directora de la gala de los Max que acogió Cádiz, no mordió esta vez la manzana de adaptación o versión teatral a la que optaba. Lo impidió la Electra de Fernanda Orazi, distinguida también en espectáculo revelación.
Eduard Fernández se medía con un inmenso Pedro Casablanc por su Don Ramón María del Valle-Inclán, pero salió de la gala como el mejor actor del año por el diálogo doloroso y tierno que emprende con una madre mermada por el alzhéimer en Todas las canciones de amor. Natalia Huarte fue la mejor actriz gracias a Psicosis 4.48, un durísimo texto sobre la depresión que Sarah Kane escribió antes de suicidarse y en el que su protagonista se pone a las órdenes de la malagueña Luz Arcas.
Por primera vez, Santa Cruz de Tenerife ha acogido la celebración de estos premios que a partir de la figura y del dramaturgo Ángel Guimerá, nacido en Canarias y fallecido en Cataluña, defendieron el lenguaje común de las artes escénicas, el teatro como ilusión y travesía que embellecen el mundo.
Ni la cordobesa Olga Pericet, candidata por La materia, ni el sevillano Andrés Marín, seleccionado ex aequo junto al vasco Jon Maya por Yarin, pudieron materializar sus posibilidades en las categorías de intérpretes femenino y masculino de danza, pero Pericet sí venció en el apartado de coreografía, un reconocimiento compartido con Daniel Abreu. “¡Qué alegría, qué arte más grande!”, exclamó la artista al subirse al escenario junto a su compañero en La materia.
A los Premios Max se inscribieron 522 espectáculos, de los que 44 compitieron en la última fase. Tras la primera fase de selección, designada por cinco jurados territoriales -dos por Madrid, uno por Cataluña y dos por comunidades-, un tribunal formado por los cinco presidentes de los jurados territoriales, cinco personalidades de las Artes Escénicas y un miembro del Comité Organizador fueron los encargados de dirimir los finalistas de las 20 categorías que concursaron en los XXVII Premios Max.
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