Recuperando momentos estelares
Análisis | Programa del 69 edición del Festival de Música y Danza de Granada
Esta edición se sustenta en Beethoven y Mahler, como ocurrió hace 50 años
El certamen lo cierra el cincuentenario del estreno en España, en el Festival, de la 'Octava sinfonía', de Mahler
Un anexo peculiar, los cinco recitales con las versiones pianísticas que hizo Liszt de las sinfonías de Beethoven
Granada/Es positivo que los responsables de la programación del Festival dirijan, de vez en cuando, la mirada atrás para rescatar momentos estelares que lo justifican. Ocurre en esta edición que recuerda -con renovados apuntes y alguna omisión- a la de hace 50 años que celebraba el 200 aniversario del nacimiento de Beethoven. Conmemorar, medio siglo después, esa efeméride del genio universal era imprescindible, como lo es celebrar un acontecimiento importante en el certamen como fue, en el mismo año 1970, el estreno en España de la colosal Octava sinfonía, de Mahler, que dirigió Rafael Frühbeck de Burgos a la Orquesta Nacional, el Orfeón Donostiarra, el Pamplonés, escolanías y ocho solistas en una noche memorable en la que hacía tiempo estaban agotadas las localidades, porque no sólo era un reclamo local, sino una ocasión para atraer a públicos de todo el país.
Un concierto que Frühbech repitió 39 años después y que ahora Josep Pons, con prácticamente los mismos conjuntos -Orquesta Nacional y Orfeón Donostiarra, el Pamplonés y el coro Nacional, junto con el coro infantil de La Presentación que dirige Elena Peinado- pondrá broche de oro a un Festival beethoveniano. El crítico subrayó en Ideal y Ya aquella importante convocatoria, con su sello histórico, además. Hoy, me parece justo recordar aquél esfuerzo que hizo el sucesor de Argenta, no sólo con la obra de Mahler, sino abordando lo más hermoso del sinfonismo beethoveniano, con la Novena, la Missa Solemnis, la Sexta, además de otro concierto para piano y orquesta que Sviastolav Richter, el mejor pianista del momento, levantó al público del Carlos V, como lo hizo, en otro recital, con las 33 Variaciones sobre un vals de Diabelli.
Las repeticiones son buenas, sobre todo si están plenamente justificadas, como es el 250 aniversario del nacimiento del genio más sublime de la música de todos los tiempos. No voy a hacer comparaciones con aquél otro recuerdo cincuentenario, pero echo de menos el último sinfonismo de la Missa Solemnis, que recreó Frühbeck, y un posible acercamiento a Fidelio, representado o en versión de concierto, ambas ofrecidas en diversas etapas. Personalmente no me parece fácil encajar la Novena sinfonía -acostumbrados a las grandezas de Fürtwangler, Karajan y tantos otros, además de ser la obra más programada en el certamen- en ese populismo 'participativo' que está bien para una celebración navideña, caso frecuente de El Mesías, pero no para un monumento de esta naturaleza.
Tiene, sin embargo, esa aportación popular la solvencia granadina del director Miguel Ángel Gómez Martínez -que, por cierto, ofreció en el Festival las nueve sinfonías, con la ORTVE-, la calidad de la OCG y su coro y numerosos conjuntos corales locales, entre profesionales y aficionados, que pondrán todo su entusiasmo y esfuerzo para acercar la genialidad del mensaje final de la Oda a la alegría a todos los públicos.
Un capítulo sinfónico notable
El capítulo sinfónico está notablemente representado -aparte del apoteósico cierre con la Sinfonía de los Mil- con un concierto de la Sinfónica de la Radio de Berlín, dirigida por Juanjo Mena, con un repertorio beethoveniano, con la Obertura Egmont, el Concierto para violín y la Séptima, mientras la Rotterdams Philhamonic Orkest, con el pianista y director Lahau Shani, interpretará el Concierto núm 4 para piano y orquesta, de Beethoven y la Segunda sinfonía, de Brahms, junto a otra actuación con el Concierto para violín, de Max Bruch y la Novena, de Shostakovich.
La originalidad está en que el inmenso caudal sinfónico de Beethoven se ofrece, en el Corral del Carbón, con cinco recitales de pianistas talentosos con las versiones para piano -no podemos llamarlas simples reducciones- que hizo Liszt de las sinfonías del genio de Bonn. Me trae a la memoria infantil la pianola que tuve en casa, en los comienzos, con el allegro de la Séptima, donde las teclas se hundían en aquella apoteosis de la danza.
No podían faltar los cuartetos de cuerda, de sus distintas épocas, que abordará el Cuarteto Casals, ni las sonatas para violonchelo y piano, aunque se ha obviado la totalidad del monumento imprescindible de las sonatas para piano, pese a referencias contemporizadas. Y, en Ballet, tampoco faltan presencias, con el espectáculo La Pastorale, del Malandain Ballet de Biarritz, basando la coreografía estrenada a finales de año, en la Cantata 112 Las Ruinas de Atenas y la Sexta sinfonía, Pastoral. Danza que completa diversos conjuntos, entre ellos el admirado Ballet de Montecarlo, el Alto Ballet de Essen, con La bella durmiente y la compañía de Antonio Navarro.
Grigory Sokolov, un virtuoso del piano
Es, también, un acierto abrir la edición con una indiscutible figura del piano como es Grigory Sokolov, con un programa dedicado a Mozart -entre ellas la versión endiablada que hizo el pianista de la Marcha Turca- y la colección de Bunte Bläter, de Schumann, aunque se ha preferido utilizar el auditorio Manuel de Falla -quizá por su acústica-, en vez del Palacio de Carlos V, donde han participado los mejores solistas de todos los tiempos.
Igualmente interesante es incluir otras figuras, en sus variedades interpretativas, entre ellos el pianista Bertrand Chamayou y la mezzosoprano Joyce DiDonato, en un cálido paseo del barroco a las canciones americanas del siglo XX. Además, por supuesto, el imprescindible flamenco, con Carmen Linares, Poveda, Rocío Márquez, en las confluencias del mestizaje. Conjuntos de música antigua, festival de los pequeños, con Marc Danza y su espectáculo Amelia (Que no te corten las alas).
En fin, las primeras impresiones dejan un grato sabor de calidad, dentro de la variedad, con las objeciones personales del veterano crítico, sobre todo porque se recuperan parte de esos momentos estelares que son la columna en la que se sostiene el Festival de Música y Danza de Granada.
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