Allí donde lo real exige una nueva mirada

'Sad story' de Julia Santa-Olalla | Crítica

La artista granadina materializa sus preocupaciones en esta muestra de pintura figurativa, con claras influencias del bodegón, la fotografía y el realismo contemporáneo

La autora de la exposición, Julia Santa-Olalla, posa junto a la diputada de cultura Fátima Gómez. / DIPGRA
Bernardo Palomo

13 de enero 2020 - 19:21

Granada/De nuevo la Sala Ático del Palacio de los Condes de Gabia asume la función que, desde los años 80, ha tenido para que el arte que se hacía en Granada emergiese con fuerza y ocupara el lugar privilegiado en el contexto general del arte español que ahora tiene. Con esta exposición de la joven Julia Santa-Olalla se repite esa feliz historia por la que a un artista de los que empiezan, de esos que demuestran propuestas expectantes y que tantas veces han aparecido en Granada, se le patrocina una exposición que le sirva para respaldar su obra, para darla a conocer, para motivar, para abrir caminos y ofertar el testimonio de un trabajo que, como es el caso que nos ocupa, desencadena claras proposiciones de un futuro muy, muy esperanzador.

En esto, la Diputación granadina, a lo largo de los años y sin solución de continuidad, ha mantenido un rumbo seguro y una confianza en lo artístico digno de admiración. Por tanto, acierto de nuevo, en la labor que se lleva a cabo en la institución provincial en torno a una plástica necesitada de buenos argumentos y ayudas.

En este sentido hay, asimismo, que insistir en lo que se realiza en la Facultad de Bellas Artes, convertida desde hace tiempo en una verdadera "factoría" desde donde salen artistas con vocación de futuro, como ocurre con Julia Santa-Olalla, formada en la Facultad que, ahora, de nuevo dirige Francisco S. Montalbán y que predispone los argumentos necesarios para que los jóvenes artistas consigan los estamentos para una futura profesión segura y en abierta expansión.

La muestra nos sitúa en los medios de una plástica ecléctica, allí donde la figuración comienza a perder muchas de sus concreciones y lo abstracto abre sus horizontes para marcar posibles evocaciones o disponer nuevos sentidos. En la obra de Julia Santa-Olalla lo mínimo envuelve de misterio la realidad; la no presencia nos hace discurrir por horizontes que suscitan mensajes velados, sin palabras ni gestos perfilados.

La artista granadina potencia los criterios de la duda, suspende lo real inmediato para administrar nuevas sensaciones a lo que se presupone como realidad mediata. En ese ramillete de obras, acertadamente dispuestas en la sala alta del palacio de la Plaza de los Girones, los paisajes distópicos acentúan sus perfiles; en ellos los objetos no ocupan sus lugares habituales y los personajes aparecen entre nebulosas que distorsionan sus típicos registros al uso.

En la pintura de Santa-Olalla se concede una nueva dimensión a lo real; en ella todo queda difuminado por nuevas exigencias donde la mirada adocenada de la normalidad poco tiene que decir ni asimilar. Sus obras requieren puntos de vista claros, no contaminados porque la neblina de una duda, muy bien posicionada, crea una nueva inquietud para que todo ocupe un lugar diferente.

Además, a diferencia de lo que suele ocurrir con los jóvenes artistas que buscan horizontes personales y lenguajes únicos aunque escasamente planteados, Santa-Olalla domina la forma plástica, concede importancia al elemento compositivo y a la estructura artística. Sabe argumentar con intención pictórica un concepto perfectamente concebido. Es, por eso, una artista con mucho poder convincente gracias a un trabajo que no resulta de esas vacías experiencias con poca enjundia artística.

De nuevo, el Palacio de los Condes de Gabia patrocina un buen proyecto artístico de una autora con infinita proyección.

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