Sergio del Molino: "No me he postulado como gurú ni he ido de la mano de ninguna formación política, aunque he recibido propuestas para ello"
El escritor presenta este domingo a las 12:30 en la Feria del Libro de Granada sus dos últimos libros: Los alemanes, Premio Alfaguara de Novela en 2024, y Dos tardes con Joseph Roth
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Granada/Con motivo de su participación en la Feria del Libro de Granada, el escritor y periodista Sergio del Molino (Madrid, 16 de agosto de 1979) visita la ciudad en un momento especialmente significativo de su carrera. Galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2024 por Los alemanes, Del Molino ha consolidado una trayectoria marcada por la exploración de la memoria, la identidad europea, el peso del pasado y los márgenes de la sociedad española. En su más reciente obra Dos tardes con Joseph Roth, el autor rinde homenaje a una de las figuras clave de la literatura centroeuropea al tiempo que continúa su diálogo con la historia y la escritura como herramientas para comprender el presente.
Reconocido por su célebre ensayo La España vacía, que abrió un debate nacional sobre la despoblación y la cultura del interior peninsular, el escritor madrileño afincado en Zaragoza ha sabido conjugar su sensibilidad narrativa con una mirada crítica sobre temas personales, sociales y políticos. Sergio del Molino repasa para Granada Hoy sus libros más recientes, su evolución como escritor, y su doble condición de narrador y periodista, siempre atento a las zonas de sombra del relato oficial.
Pregunta.-Sus dos últimos libros, aunque diferentes en cuanto al género, tienen muchos puntos de temática en común. ¿Ha sido una casualidad o es un proyecto conjunto?
Respuesta.-Los proyectos surgieron de forma distinta. Llevaba mucho tiempo trabajando en la novela y Dos tardes con Joseph Roth es un proyecto paralelo, un desvío que me permito en mi carrera, pero sí que están vinculados en el sentido de que son manifestaciones de mi querencia por la cultura alemana. Fundamentalmente por la cultura germánica de principios del siglo XX que se refleja en la música, en las letras, el pensamiento, muchas cosas que forman parte de mi paisaje intelectual, de lo que yo soy. Están vinculados porque parten de las mismas obsesiones, pero se plasman en dos libros muy diferentes que responden a cuestiones muy distintas.
P.-Buena parte de la novela juega mucho el alemán. ¿Llegó a la cultura germana a través de su lengua?
R.-No, de hecho no hablo alemán, todas esas partes alemanas están revisadas por amigos que lo hablan. Sí que he ido muchas veces a Alemania y creo que es una cultura que en el momento en el que te la encuentras te cautiva. Va mucho con mi temperamento.
P.-A la historia de los alemanes del Camerún también llegó casi accidentalmente para un reportaje, pero luego creció a la novela.
R.-Sí, la encontré por casualidad en unos papeles, que algo a lo que yo me dedico con cierta frecuencia: estar buscando en periódicos viejos en hemerotecas. Ahí descubres muchas cosas sepultadas por el olvido a las que sorprendentemente nadie les ha prestado atención y de las que los escritores a veces sacamos oro. Si en lugar de alemanes hubieran sido húngaros o hubieran sido otra cosa, el libro estaría impregnado de otro tipo de cuestiones o me lo habría llevado a otro sitio, pero era una historia que tenía que ver con la presencia de esos alemanes del Camerún en España. Eso me ha permitido hacer un libro con una música, un paisaje y unas culturas muy alemanas.
P.-Ha obtenido el Premio Alfagura por una obra de la que comentó que sí es "una novela, novela", pero buena parte de su literatura ha sido transfronteriza en cuanto a los géneros, entre el ensayo convertido casi en un largo reportaje periodístico con profusión de datos, la ficción, lo autobiográfico... ¿Cree que de los muchos autores que empezaron en el periodismo es el que ha mantenido más esa hibridación, esa doble trayectoria plasmada en sus libros?
R.-No sé distinguir muy bien las fronteras, aunque mi vocación siempre era literaria. El periodismo fue un ejercicio accidental: al ser pobre, tenía que trabajar y como soy vago crecía, erróneamente, que al tener facilidad para escribir iba a ser algo fácil, aunque no lo es en absoluto. Estaba profundamente equivocado, pero lo disfruté el tiempo que lo ejercí. Me sirvió mucho como escuela, pero nunca perdí de vista que mi voluntad en la vida era la escritura entendida de forma amplia. La literatura no está restringida a unos géneros o a una visión, es una obra total que se puede modular de muchas formas. La mirada periodística evidentemente me ha influido en mi educación como escritor, la aprovecho y la uso porque es muy valiosa. Creo que la forma de mirar el mundo desde el punto de vista del periodista es muy interesante, muy reveladora, y es una ventaja que me da respecto a otros escritores que no han tenido esa formación. ¿Por qué voy a desprenderme de algo que forma parte de mi educación, de mi oficio, de lo que he sido y que es mi forma de mirar el mundo?
P.-La crítica suele tener problemas para categorizar sus libros.
R.-Yo no he hecho ningún esfuerzo por categorizarlos. Esas tres ramas mencionadas son las que conforman mi producción: hay una parte más autobiográfica de la reconstrucción de la memoria jugando con lo personal; hay otra más estadística que tiene una conexión con lo periodístico, no solo en La España vacía, también en Un tal González; y luego está la novela, como Los alemanes, por eso decía que "es una novela, novela", porque la crítica no va a tener ningún problema para categorizarla. Es una obra de ficción con unos personajes inspirada en unos hechos reales pero producto de mi imaginación. Lo curioso es que no noto diferencias entre escribir un libro u otro, no obedecen a pensamientos ni procesos distintos. Para mí la construcción literaria funciona exactamente igual si estás inventado o reconstruyendo, aunque tenga un referente real. Por ejemplo, aunque escriba sobre Felipe González, estoy creando un personaje que tiene más que ver con lo que a mí me interesa de él y lo que quiero contar que con la manera en la que el personaje real puede identificarse con lo que yo cuento, que me interesa muy poco.
P.-Incluso Joseph Roth, que ha elegido para iniciar la colección que también dirige de escritores que recomiendan a otro autor, también es una figura transfronteriza que se movió toda su vida entre la novela y el periodismo. ¿Qué tiene del amplio club de los narradores que se han caminado por esas dos líneas a lo largo de la historia para que lo eligiera a él?
R. -Me interesan mucho los cruces entre los dos mundos y me interesan mucho los escritores que viven en los dos sin ningún tipo de problema. Joseph Roth fue un grandísimo cronista, un grandísimo contador de historias y periodistas, probablemente el mejor de su tiempo, un magnífico fabulador. Yo me siento muy identificado esos escritores, me parece que tienen algo especial, algo que ver con mi propia condición también, con mi propia vida, pero creo que él también tiene una profundidad, una forma de mirar el mundo que me siento muy afín. En cambio, me percibo muy lejano de los escritores estrictamente fabulosos. Por ejemplo, de un Borges. Creo que también es la antítesis de lo que sería Joseph Roth. Me gustan los escritores que se manchan del mundo y que intentan mirar lo que hay en torno a ellos. Por eso no es casualidad que yo me haya fijado en él, porque hay muchas que me sirven para aprender y con las que me identifico.
P.-En ese sentido, La España vacía, y después Contra la España vacía, no solo retrató el mundo que la rodeaba sino que influyó en él. ¿Le soprendió su impacto? ¿Le llegó a molestar el uso político de su obra?
R.-Soprendido sí, con muchas cosas. Creo que ha habido lecturas interesadas, evidentemente, a derecha y izquierda, lo cual también me parece que es normal. Cuando un concepto se incrusta en lo político intentan aprovecharse de él, lo entiendo, pero yo me he escapado mucho de esa intrumentación, no me he postulado como gurú ni he ido de la mano de ninguna formación política, aunque he recibido propuestas para ello. En ese sentido no tengo ningún enfado, porque los libros no son biblias o coranes que haya que interpretar correctamente. Por suerte puedo decir lo que me convenga y contestar, como así lo he hecho en Contra la España vacía. He mantenido posturas independientes y muchas veces disidentes con algunos militantes del asunto de la despoblación. Estaría enfadado conmigo mismo si me hubira dejado arrastrar, si me hubiera colocado como una voz activista, portavoz de alguien, pero como siempre he hablado en mi nombre, exclusivamente en mi nombre, en los debates he participado, pues estoy contento.
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