Sixto, catedrático de la UGR, sobre su nuevo libro: "Siempre he sido un gran aficionado a la música"
El profesor de Derecho Internacional privado, Sixto Sánchez, regresa a la ficción con 'Sonata del diablo', Premio Ateneo
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Granada/Sixto Sánchez Lorenzo es catedrático de Derecho Internacional privado de la Universidad de Granada desde 1995, además de haber sido profesor visitante en varias universidades europeas y americanas y doctor honoris causa por las universidades Córdoba y Blas Pascal, ambas en Argentina. Es autor de numerosas obras de carácter académico, y algunas otras literarias como El amante de la reina o La segunda vida del mariscal que ganó el V Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. Sonata del diablo es su tercera y última novela, con la que ha ganado el premio Ateneo, y que presentó en la Fundación Euroárabe el pasado diciembre junto al rector de la Universidad de Granada, Pedro Mercado.
Pregunta.-¿Qué le motivó a escribir Sonata del diablo?
-Esa es una buena pregunta, porque normalmente un escritor se pone a escribir sin conocer muy bien los motivos, pero digamos que la idea surgió de, como siempre, de alguna lectura sobre la época de los lutieres en Cremona, la cual, me pareció un escenario muy bueno para construir una historia que, al final, es el lugar que sale en la novela. Pero sí, el origen fue alguna lectura sobre la labor de los lutieres de finales del siglo XVII, principios del XVIII.
P.-¿Hay algún motivo por el qué eligió la música como eje central de la novela?
-Por supuesto, es una predilección especial, y de alguna manera, también es algo autobiográfico porque de adolescente, un profesor que me dio clases en bachillerato me inculcó la pasión por la música clásica. Me llevó a la literatura, al arte y a otras inquietudes similares. Y bueno, además, siempre he sido un gran aficionado a la música. No soy musicólogo, ni soy músico, pero digamos que la música es uno de los aspectos o de las predilecciones más importantes en mi vida. Siempre está presente. Además, en todas mis novelas aparece de alguna u otra manera.
P.-Viendo que la música es tan importante para usted, ¿toca algún instrumento o le gustaría tocarlo?
-Realmente, poca cosa. En algún momento, participé en alguna rondalla tocando instrumentos de cuerda, en mi más tierna juventud... Pero no, lo que soy es un espectador y un aficionado a la música, pero no sé tocar ningún instrumento. Ojalá pudiera volver a nacer, pero no, apenas sé leer una partitura.
P.- En la novela, el 'diablo' da la sensación de ser algo simbólico ¿Tiene algún significado especial para usted en su obra?
-Bueno, más que el diablo en sí, es la pieza: La sonata del diablo. Esta, es una inspiración que tuvo Tartini, el compositor; dice que durante la noche le inspiró de alguna manera a esa obra. Quizá el diablo es esa inspiración que tenemos todos para rebelarnos un poco contra nuestro destino, contra nuestra situación. Y, por tanto, es un demonio que llevamos todos dentro y que no es necesariamente malo, sino que nos hace enfrentarnos a la realidad, a superarnos y buscar algo más de lo que la vida nos ofrece a priori. Yo creo que ese es el diablo, en realidad, dentro de la novela: esa rebeldía que impulsa a un muchacho que es de origen muy humilde a desafiar a su destino porque él estaba destinado a ser analfabeto, hijo de un molinero, y se queda huérfano y gracias a eso adquiere una educación en el colegio de los jesuitas. Y esa educación, esa elevación un poco del espíritu a través del conocimiento, del arte, de las matemáticas, no solo le va a proporcionar un medio de vida, va a ser lutier de Stradivari, va a tocar como solista de violín, sino que le proporciona otra manera de vivir la vida buscando la belleza y desafiando también las convenciones sociales. Por tanto, de alguna manera, hay ahí un canto a esa oportunidad que te ofrece el conocimiento y la educación para vivir la vida de otra manera.
P.-La novela tiene un fuerte carácter filosófico, ¿se ha basado en alguna rama propia de la filosofía o simplemente ha ido desarrollando su propio dilema?
-Es una buena pregunta; efectivamente la novela nos apunta a un personaje ya en la última etapa de su vida y hace reflexión sobre cómo concibe la vida. Entonces, hay muchos aspectos, yo no me atrevería a decir filosóficos, pero hay muchos pensamientos, o filosofía un poquito en minúsculas, de lo que cree uno realmente que es la vida y cómo merece la pena vivirla. Creo que si tuviéramos que calificar esa filosofía sería una filosofía epicúrea. Es decir, hay que buscar los pequeños placeres en la amistad, en los amores, en el conocimiento, en el arte y, bueno, otras reflexiones... Pero sí, es una parte importante de la novela, esa reflexión que no solamente es introspectiva, también es retrospectiva porque habla de toda su vida, pero en el fondo lo que hace es una conclusión de por qué la vida merece la pena ser vivida. Hay bastantes pensamientos o reflexiones sobre el sentido de la vida.
P.-¿Cuáles son sus autores favoritos? ¿Cree que tiene influencia de alguno de ellos, o que alguno le motivó en sus andaduras como escritor?
Creo que todo escritor es un lector que escribe, y por lo tanto, es imposible que tú te desvíes de todo lo que has leído. No todos los autores que más te gustan son los que más te influyen porque hay veces que los libros que cuesta más leer son los que más te marcan. Pero tengo autores fetiche como todo el mundo; que me fascina como escriben, como puede ser Manuel Mujica Lainez, un escritor que es famoso como Borges o como Cortázar, pero para mí es una prosa incluso superior. Más cercano en el tiempo, quizá José Saramago es una persona que me ha influido bastante. Y sobre todo los clásicos como Flaubert, que es un autor que siempre tengo presente. Son muchas las influencias. Uno no sabe muy bien al final, porque uno escribe a su manera, pero todas esas lecturas te acaban influyendo.
P.-¿Cómo fue pasar de escribir libros académicos a escribir una novela? ¿Era algo que tenía en mente desde hacía tiempo?
-Fue una bendición porque, claro, yo vivo de, no vivo de la novela, vivo de mi profesión como profesor, como investigador. De todas formas, el lenguaje técnico o el lenguaje científico no tiene nada que ver con el lenguaje literario. Es un lenguaje que tiene otras pretensiones. Es algo que me preguntan muchas veces: "¿Hay que cambiar?" Claro que hay que cambiar, porque es otro lenguaje, es como si cambiase de idioma. El lenguaje técnico tiene que ser preciso, no tiene que ser realmente bello, pero tiene que ser eficiente; y el lenguaje literario tiene que emocionar, tiene que transmitir y, aparte, la forma también tiene que tener otro 'empaque'. Son dos estilos completamente distintos. Ahora, en ambas casos hay una premisa que es la misma, ya escribas un libro técnico o una obra literaria, lo primero que hay que hacer es conocer el uso del lenguaje, la gramática, la sintaxis, la tomografía. Todo eso es igual de importante en un género que en el otro. Claro, cuando pasas de escribir mucho en lenguaje técnico a escribir en un lenguaje literario, produce también cierta satisfacción porque es un cambio de escenario, te alivia un poquito de la dureza del lenguaje técnico. Es algo pues muy refrescante. Las dos pueden ser muy satisfactorias profesionalmente, pero obviamente el diálogo con el lector no va a ser el mismo, y la magia que tiene el arte es poder transmitir a otras personas una serie de emociones. Que compartes con otras persona una emoción que ni es tuya ni suya, que es humana, que es atemporal. Esa comunicación es mágica, en cierto modo
P.-¿Qué opina de la tendencia hacia lo comercial en la literatura actual? ¿Cree que es arriesgado escribir un libro como Sonata del Diablo, en el que se busca la perfección artística y hay una reflexión más profunda?
-Es una pregunta que nos hacemos todos porque uno, cuando se pone a escribir, dice, hombre, a lo mejor podría escribir algo más comercial, algo que fuera más sencillo, más directo, menos profundo, menos trabajado. Lo que pasa es que uno no puede evitar escribir como escribe. Entonces, aunque yo quisiera escribir una cosa que fuera más comercial o más al uso, no podría. Uno escribe como puede, y si escribe para un público minoritario, pues, ¿qué le vamos a hacer? ¿Se puede escribir una obra con calidad literaria y, a la vez, una obra que te enganche, una obra que te entretenga, una obra que sea amena? Yo creo que no es incompatible; se pueden hacer buenas obras de calidad literaria y que sean tan entretenidas como cualquier 'best seller'. La única diferencia es que, cuando un buen lector acaba ese libro, tiene una sensación distinta, una sensación más profunda. Esto es como la música, es decir, cuando uno educa el oído es capaz de apreciar en la música cosas que quien no lo tiene educado, no aprecia. Yo no escribo para la evasión, al contrario, lo hago para la inversión, para que la gente se meta en la historia, disfrute de la forma y de alguna manera le deje alguna huella. ¿Que hay un mercado diferente? Pues sí. Y la pena de todo esto es que, al final, yo he tenido la suerte de que me han dado el premio Ateneo, y que eso tiene cierta proyección, pero hay autores maravillosos que publican en editoriales muy pequeñitas y que no tienen la suerte de pasar al gran público y son obras que se quedan un poco ahí, en la sombra, y que son extraordinarias. Muchísimo mejor en cuanto a calidad que las que están por ahí, entre las listas de 'best seller'.
P.-¿Tiene en mente algún otro proyecto literario?
-Pues mira, no puedo hablar mucho de él, porque todavía lo tengo en un estado muy embrionario, no tengo nada escrito. Pero sí, tengo en mi cabeza una novela que sea más bien una saga, o de dos sagas familiares. Me gustaría ubicarla en España por fin, porque nunca he ubicado una novela en aquí. Ambientado en los años 20, quizás, o los años 50. Eso es lo que puedo decir de momento. A lo mejor mañana cambio de idea, pero bueno, todo eso lleva tiempo.
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