Los sonidos de la Semana Santa
En los márgenes
Capillas de música, bandas de cornetas y tambores, agrupaciones musicales, bandas de música, campanas y ruido festivo del pueblo conforman el paisaje sonoro de la Semana Santa
La música de capilla, ese otro género de la Semana Santa del que nadie habla
Todas las primaveras en la celebración de la Semana Santa me gusta reflexionar sobre su paisaje sonoro. Pero cada vez es necesario reformularlo y añadir nuevas cosas porque es un Patrimonio vivo.
Las capillas de música se recuperaron primero en Sevilla y se han extendido por todo el territorio. Los tríos de oboe, clarinete y fagot son los más utilizados. Interpretan salmos, motetes y saetas, de carácter sobrio, transmitiendo dolor y recogimiento. En Granada contamos con la Capilla musical de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas, la Capilla musical del Santo Ángel Custodio, el Trío de cañas “Äglae”, y la Capilla musical de Nuestra Señora de la Piedad.
Las bandas de cornetas y tambores provienen de las bandas militares, pueden llevar el refuerzo de otros instrumentos de viento metal. La voz cantante la llevan las cornetas, suelen acompañar a los pasos de Cristo.
Las agrupaciones musicales, donde la voz principal la llevan las trompetas, están formadas por instrumentos de viento metal y percusión. Por último las Bandas de Música son las más grandes e intervienen instrumentos de viento madera, viento metal y percusión. Todas ellas se caracterizan por instrumentos musicales que pueden ser tocados mientras marchan en los desfiles y procesiones.
Otra novedad de los últimos tiempos son las procesiones infantiles que realizan diferentes colegios católicos de nuestra ciudad, como preludio de la Semana Mayor. Este año han realizado 12 procesiones desde el miércoles al sábado anteriores al Domingo de Ramos. También algunas cofradías realizan procesiones infantiles.
Si queremos hacer un poco de historia sobre la música de la Semana Santa podemos remontarnos a las más antiguas melodías que tenemos en la Península Ibérica, las Lamentaciones de Jeremías del rito hispano-visigodo o mozárabe que tendrán un importante desarrollo en los grandes polifonistas de los siglos XV y XVI.
Dentro del canto gregoriano para la Semana Santa destacar: Lamentaciones para el Viernes Santo, Las Tinieblas de Viernes Santo, Miserere y Stabat Mater, a los que se añadirán posteriormente Romances de Pasión, Sentencias, Pregones y Pasiones para completar el repertorio vocal-instrumental.
Las Siete palabras de Cristo en la Cruz ha sido otro de los grandes temas de inspiración musical. En 1787 la Hermandad de la Santa Cueva de Cádiz encargó al compositor austríaco Joseph Haydn un oratorio que describiera las Siete Palabras y el terremoto descrito en el Evangelio de San Mateo. Haydn realizó también una versión para coro y orquesta de la obra y una transcripción para cuarteto de cuerda, siendo esta última la versión más célebre. Igualmente tenemos con el título Sept paroles du Christ en croix una obra coral de César Frank y Charles Gounod en el siglo XIX.
El Miserere es el Salmo 50 de la Biblia en la edición Vulgata. Fue compuesto, según la tradición, por el rey David, después de que el profeta Natán le hiciera ver el grave crimen que había cometido pecando con Betsabé, la esposa de Urías, y haciendo perecer a éste en el combate, según se narra en los capítulos 11 y 12 del Libro 2º de los Reyes. Es el canto de penitencia por excelencia. Comenzó a añadirse en la Semana Santa hacia finales del siglo XI, especialmente el Jueves, Viernes y Sásbado Santo, en las funciones de “Tinieblas” en el Tríduo Sacro. En 1585 Tomás Luis de Victoria publicó su Officium Hebdomadae Sanctae (El Oficio de Semana Santa), cumbre de la polifonía, en donde incluye un Miserere de gran sobriedad. Famoso fue el Miserere en La menor de Mozart, o el que Verdi introduce en el acto IV de Il Trovatore.
La Catedral de Córdoba conserva espectaculares Misereres de los siglos XVII y XVIII, compuestos para un alto número de voces y de coros, llegando a veinte y más voces reales, en cinco, seis y hasta siete coros distintos, cada uno de los cuales cantaba en distintos lugares del templo, creando así una “estereofonia” natural impresionante, propia del mejor barroco. También los encontramos en la Catedral de Jaén y en otras catedrales andaluzas, colegiatas y abadías.
Podemos destacar en el siglo XIX los Misereres de Vicente Palacios en Granada (1832), el de Hilarión Eslava en Sevilla (1835, con una revisión de algunos números en 1837) y el de Eduardo Ocón (hacia 1856). El de Granada se cantó sin interrupción casi un siglo, hasta que dejó de cantarse hacia 1929. El gran investigador de nuestros Misereres ha sido el musicólogo José López-Calo.
El compositor granadino contemporáneo José García Román tiene en su catálogo un Stabat Mater de 1974 y un Miserere de 1975, de gran interés.
Los grupos musicales, atestiguados al menos desde la Edad Media (con chirimías, sacabuches, bajón, atabales, etc.), y las bandas de cornetas y tambores de uso militar así como las bandas montadas a caballo de clarines y timbales, son antecedentes de las actuales.
La música y el sentimiento popular tendrá su cauce en la saeta (de sagita, flecha), canto religioso tradicional interpretado fundamentalmente en las procesiones de Semana Santa en España, especialmente en Andalucía y algunas zonas de Extremadura, Castilla La Mancha y Murcia. Las saetas cantadas actualmente son las llamadas saetas flamencas, que supusieron una transformación producida a finales del siglo XIX, a partir de otras primitivas saetas. La saeta flamenca presenta dos variantes principales: la saeta por seguiriyas, que es la más extendida, y la saeta por martinetes o carceleras.
Saetas primitivas se encuentran con la denominación de: molederas de Marchena; samaritanas de Castro del Río; cuarteleras de Puente Genil: de santería de Lucena; del prendimiento de Cabra; sátiras de Loja, etc. Juan Alfonso García (1992) orquestó las saetas para órgano de Eduardo Torres: Cuatro Saetas, estrenadas por la Orquesta Cuidad de Granada, bajo la dirección de Juan de Udaeta.
A la música organizada tenemos que añadir el ruido festivo. Del poder civil mencionar las salvas, del poder religioso las campanas, y del pueblo: campanillas de barro en los facundillos del Realejo y el Albayzín, gritos de “vivas” y piropos a las imágenes, cohetes, bengalas y aplausos.
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