La tribuna
¿Ciudadanos responsables?
Manu Sánchez. Presentador y humorista
Granada/-Vuelve a Granada con una obra en la que interpreta a Satán. ¿Por qué eligió este personaje?
-Me gusta decir que ha sido él quien me ha elegido a mi, porque no creo que yo tenga la capacidad de elegir al mismísimo demonio. Creo que él tenía ese plan desde el principio (risas). Además, la realidad que nos rodea tiene tintes apocalípticos, o eso parece cuando vemos a los Donald Trump, los Marine Le Pen llegando a segundas vueltas, el drama de los refugiados, la corrupción... Nos parecía un buen momento para proponer un juicio final con el humor como filtro. Y Satán era el personaje apropiado. La obra arrancó con el líder de una secta que proponía una salvación a este mundo podrido y fue empezar a escribir y nos dimos cuenta de que tenía que ser Belcebú el que la protagonizara.
-Además, hay una larga tradición literaria con la figura del demonio sarcástico juzgando, como 'El diablo cojuelo', del siglo XVII.
-No deja de ser el demonio precisamente eso, un recurso literario y simbólico en el que a veces encarna el mal a veces nuestra parte más negativa. A veces este Satán hace que el público se sienta identificado con él porque este Satán no es el de los pecados capitales. Él es el disfrutón. Los diluvios universales, las plagas bíblicas... son cosa del padre. Él es el de la lujuria, la pereza, la avaricia, el egoísmo... cosas mucho más terrenales en las que caemos todos. Podemos caer en la gula, constantemente, pero no estamos pensando en volar por los aires el Congreso de los de los Diputados. En un momento digo: "Decía mi padre que os hizo a todos a su imagen y semejanza pero viéndolos a ustedes y viéndome a mi, parece que somos entre nosotros entre quienes nos damos un aire". Eso es lo que lo convierte en divertido, que la gente se ve reconocida en el mismísimo demonio. El recibe el encargo de Dios del Apocalipsis y se ve en la tesitura de tener que cumplir la petición divina. Esa es la premisa de la que partimos teatralmetne, porque ahí arranca el juicio final.
-También da juego en la escenografía.
-Sí, porque la obra se desarrolla en las mismísimas dependencias de Satán. Y como ya se habrán cruzado con fotos del espectáculo, es un Satán disfrutón y lujurioso al que le gustan las ropas a medida, un gran trono, las lámparas de araña....
-Es como un rapero con pasta.
-Pues si los raperos se hacen la ropa a medida, se la hacen fatal, porque yo se la veo siempre grande (risas).
-Los españoles la llevan ancha, tipo skater, pero los norteamericanos sí tienen más esa estética, a lo Puff Daddy.
-Pues este Satán es como Arturo Fernández pero con otra maldad. Como si Arturo Fernández fuese rapero americano.
-Regresa a Granada después de un año, con el mismo montaje. ¿Ha cambiado en ese año?
-Me apetecía hacerla en el Isabel la Católica porque tiene ese aire teatral que creo que le viene muy bien. Desde que estrenamos hasta la función diez más o menos estuvimos cambiándola. A partir de ahí, dejamos unos cajoncitos en el texto que podemos sacar y meter para hacer guiños a la actualidad. Por ejemplo, si sabemos que aquí hay que hacer un guiño de algún caso de corrupción, pues obviamente va a tener más gracia hacer una referencia a la madre superiora y a los misales de Marta Ferrusola que aludir ahora a Bárcenas. Es un texto cerrado pero al final la cabra se tira a María del Monte y hay dos o tres guiñitos que lo que hacen es refrescar.
-En cuanto a la dramaturgia, es un monólogo clásico pero con una puesta en escena especial.
-La verdad que todavía le estamos buscando nombre a esta fórmula que arrancamos con El rey solo con un poquito de miedo. Es un monólogo teatral, porque no deja de ser un soliloquio, un espectáculo unipersonal. Queríamos que vinieran a vernos los que venían buscando monólogos y los que venían buscando teatro, pero podíamos no haber convencido a ninguno de los dos. Hay una escuela de stand up detrás pero el personaje está en personaje todo el tiempo: habla de una forma diferente a míi, se mueve de una forma diferente a mí. Tiene una forma de pensar diferente a mí. Porque, aunque alguno no se lo crea, no pienso lo mismo que Satán (risas).
-Habrá mucha gente que vaya a buscar a Manu Sánchez.
-Y se lo va a encontrar, no lo escondemos. Pero han hecho un buen trabajo teatral y de dirección.
-La fórmula ha funcionado porque vuelve a las ciudades, en muchas ofrece espectáculos dobles... 'El buen dictador', en la que trabaja ahora, ¿seguirá esta misma senda?
-Sí, seguiremos con la misma fórmula en la trilogía, que trata los temas monarquía, iglesia, estado. O lo que es lo mismo: El rey solo, El último santo y El buen dictador. En El rey solo tocaba la relación madre hijo envuelto en el tema de la monarquía. En El último santo, la relación padre-hijo envuelto en el tema de la religión. Y en El buen dictador trataremos el tema del populismo, la política, pero andamos buscando cuál es esa otra relación que ponemos en ese segundo plano. Estamos viendo por donde irán los tiros. Luego valoraremos si en el cuarto montaje nos atrevemos con una fórmula nueva.
-Le pasa el testigo el sábado a Carlos Sobera en el Isabel la Católica. ¿Qué tienen las tablas, para que los presentadores queráis dar el salto al teatro?
-Creo que es la pregunta más bonita que me han hecho en mucho tiempo. Me encanta que me digas "de la tele el salto al teatro" porque cuando te dedicas a los dos, alguna gente me pregunta por el teatro como si fuera metadona.
-¿Por qué?
-Supongo que lo considera como algo a lo que se recurre cuando no estás en la tele. Algo tipo: "Ahora qué estás, con lo del teatro, ¿no?" Como: "Por lo menos estás recogido, no estás en la calle". Y yo lo flipo, digo: "Esta gente no está entendiendo nada". Me parece más lógico como me lo has preguntado, como un salto a algo mejor. Aunque claro, la tele es el gran escaparate. Te da visibilidad, pero a veces hacen que te conozcan bien y otras que te conozcan mal. La tele no es el mejor sitio en el que te puedes enseñar: no siempre le puedes dedicar el mimo y el tiempo que dedicas al teatro, prima la rapidez, la actualidad. Todo tiene su momento, su público y su maridaje, pero la tele es como hacer mosto y el teatro es como hacer vino. Todos entenderemos que el vino es un producto mucho más elaborado, más redondo. Además tienes a la gente delante, los aplausos. La tele está muy bien, pero es como ligar por Skype: puedes ligar con una muchacha que está en California y tienes muchas posibilidades, pero está mejor salir a cenar con tu vecina.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios