Velada con Dvořák y Vársai

Lucas Macías dirige a la OCG y al violonchelista István Várdai en una noche dedicada al nacionalismo bohemio

Un momento del concierto ofrecido en el Falla. / OCG

Granada/ Lucas Macías, al frente de la Orquesta Ciudad de Granada, continúa su hoja de ruta con una nueva y sugerente propuesta musical: un ciclo de cuatro conciertos dedicado al compositor Antonín Dvořák. Este hilo temático, que tendrá otras tres citas a lo largo del curso, se inició con una excepcional velada en la que Macías contó con la participación del violonchelista de origen húngaro István Várdai.

La vitalidad y la frescura con la que la OCG afronta esta temporada representan una prueba de la calidad y el buen momento artístico que nuestra orquesta vive, y en gran parte debemos agradecérselo a Lucas Macías, que junto a la gerencia ha recuperado una inercia e interés revitalizados y aumentados, pues a lo largo del curso se mostrará en otros auditorios andaluces fuera de nuestra provincial. Tal es el caso de este primer concierto del ciclo Dvořák, que este fin de semana se interpreta en el Auditorio Manuel de Falla de nuestra ciudad y en el Auditorio Maestro Padilla de Almería.

La velada se abrió con la interpretación de El Moldava, sin duda una de las páginas más conocidas de Bedrich Smetana, perteneciente a su ciclo sinfónico Mi patria. Desde el primer momento, la dirección de Lucas Macías se mostró dinámica y llena de vida, controlando con exactitud el perpetuum mobile de la partitura en un magistral ejercicio de flexibilidad y elegancia, y propiciando –dentro de una textura clara y bien empastada– a los solistas de nuestra orquesta un brillo singular, particularmente en las flautas de Juan Carlos Chornet y Bérengère Michot.

ORQUESTA CIUDAD DE GRANADA: Dvořák

Programa: Bedrich Smetana, El Moldava; Antonín Dvořák, Concierto para violonchelo en Si menor op. 104 y Sinfonía núm. 8 en Sol mayor op. 88.

Orquesta Ciudad de Granada

Solista: István Várdai

Director: Lucas Macías

Lugar y fecha: Auditorio Manuel de Falla, 27 de septiembre de 2024

Clasificación: 5 estrellas

La segunda obra del programa fue el Concierto para violonchelo en si menor op. 104 de Antonín Dvořák, una página que combina virtuosismo y grandiosidad a partes iguales, dentro de un bello y emotivo discurso cargado de momentos melódicos de excepción. Para su interpretación, hizo su aparición István Várdai, uno de los violonchelistas más cotizados en Europa, que compagina su carrera solista con dirección de la Orquesta de Cámara Franz Liszt. La seguridad y agilidad con la que Várdai acometió desde el primer momento la partitura son el sello indiscutible de su virtuosismo y de una profunda comprensión de la obra, la cual abordó con un sonido bello y cargado de emotividad, particularmente en el segundo movimiento y en la cadencia final. La belleza de su discurso empastó perfectamente con el tejido orquestal, hábilmente compensado por Macías en una interpretación excepcional. La prolongada ovación obtenida persuadió a István Várdai a ofrecer, fuera de programa, dos propinas: el Étude op. 73 núm. 28 en La mayor de David Popper, y la Sarabande de la Suite núm. 1 para violonchelo en Sol mayor BWV 1007de Johann Sebastian Bach.

La segunda parte del concierto estuvo dedicada a la Sinfonía número 8 en Sol mayor opus 88, también de Antonín Dvořák. Lucas Macías articuló una ejecución que combinó la intensidad emocional y la precisión técnica, lo cual es esencial para capturar el espíritu de esta obra. Desde el Allegro con brío inicial, que introduce un tema optimista y pastoral, la dinámica y ágil dirección de Macías destacó con enorme destreza todos los aspectos interpretativos de esta colosal página sinfónica, a cuyas indicaciones la orquesta respondió con suma perfección y dinamismo. La riqueza temática de la obra se hizo patente en algunos momentos solistas de gran melodiosidad y contraste, en los que merece mención especial la sección de vientos de nuestra orquesta, siempre precisa y con un sonido propio. Particularmente vibrante fue el Allegro ma non troppo que cierra la obra, con una rotunda pulsación y una línea cantábile de chelos y vientos-madera claramente delineada y muy efectiva para el espíritu de la partitura. Con él Lucas Macías, al frente de una resplandeciente OCG, construyó un clímax expresivo vibrante y resuelto que puso el broche de oro a una velada llena de elegancia y exquisitez.

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