Los vértices de la sensualidad
Garciarias homenajea al poeta José Lezama trazando un camino imaginario entre el mar de La Habana y el jardín de su "Alpujarra querida" en Granada
Pedro Garciarias. En la Sala Zaida y en la Galería de Servicios Centrales. Hasta el 5 de noviembre.
Es imposible entender la pintura de Pedro Garciarias separada de la poesía. Irremediablemente unido a ella, sus obras existen porque están inundadas por los versos de San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez, Dulce María Loynaz, Antonio Carvajal o José Lezama, para quien la palabra poética creó el mundo que conocemos. El artista cubano homenajea ahora a Lezama en el centenario de su nacimiento trazando un triángulo que une el mar de La Habana, su jardín en la Alpujarra granadina y los versos de un poeta que siempre se empeñó en revelar el misterio de la poesía.
"Él es", cuenta, "la base de todo mi imaginario. Ha estado presente en todas mis exposiciones, no sólo porque conocí en La Habana siendo un niño a algunos miembros del grupo Orígenes que fundó, sino porque era una figura que influía en el mundo en que mi familia se movía. Su obra se ha quedado en mi vida marcándome".
Garciarias se deja llevar por "la sensualidad y la belleza" que comparten "La Habana, Lezama y Granada". Es el punto de intersección donde se encuentran las obras que muestra en dos exposiciones diferentes pero que confluyen al final. Por un lado, en la sala Zaida, están las obras dedicadas al mar y a los naufragios. En la Galería de servicios centrales de la Caja Rural muestra las corolas de las flores de su patio de Yegen. El artista nació en La Habana un 12 de septiembre de 1947 y vive en Granada desde 1977.
Comparte así con el resto del mundo una fantasía. "El tema del agua está tomado de un aljibe del río granadino de mi Alpujarra querida. Yo tengo ese ensueño, que el mar de La Habana invade y deborda las aguas de ese aljibe. Es la vida que entra en lo finito, en lo pequeño".
Muestra un cuadro del mar mucho más oscuro de La Habana que pintó en 1996 (de una serie que se pudo ver en Sandunga), y la última serie que que ha pintado desde 2005 hasta este verano, con aguas turquesas.
Junto a ellos, en una vitrina, la fotografía de Lezama comparte espacio con algunos libros que ha hecho a partir de él, como Eclipse de luna en La Habana (sobre la muerte del escritor cubano), y otros objetos poéticos relacionados con el agua y diseñados por el propio artista, como restos de naufragios, botellas con mensajes, gafas para ver el mar o los poemas náufragos de la Premio Cervantes Dulce María Loynaz, "porque ella utiliza la idea del naufragio con el significado de hundirse en algo bello, no como una tragedia". Es una metáfora de cómo el agua te salva.
Un vídeo de su patio de la Alpujarra guía al espectador hasta la otra exposición, la que enseña su jardín. Las flores son aquí protagonistas, su otro mundo. No se trata, sin embargo, de una reproducción sino más bien de un viaje al corazón de la flor. Ofrece una perspectiva nueva de las corolas de flores como signias, calas o dalias en metro y medio, "una perspectiva muy nueva porque no estamos acostumbrados a verlas en ese tamaño".
Garciarias utiliza la técnica mixta mezclando acuarela y acrílico. El paisaje que surge es "fruto de la mirada. Debe sentirse, no que se vea, dejarse colorear por el paisaje y traducir a color y dibujo aquello que me permite vivir en él, sea el borde del estanque o el contorno de una corola". Según Plinio el Viejo el dibujo surgió cuando la novia de un joven de Corinto que partió a la guerra quiso retener sus rasgos proyectando su sombra en la pared y dibujando sus contornos. Garciarias comparte esa idea del contorno. "Comienzo dibujando y luego voy velando con el color, de forma que en el resultado final el color construye."
Para el artista, la literatura es su oxígeno. Una forma de vida que traslada al arte: "En una pieza debe haber palabra, color y sonido, que es un compendio de todo lo que es la creación". Tanto es así que a veces su inspiración surge de un poema. Unos versos de Lezama inspiran la nueva serie en la que ahora trabaja. "En ellos, un hombre que va buscando algo, lo encuentra en una rosa flotando sobre el mar de La Habana". El símbolo de la flor estará muy presente en sus pinturas.
Estará la rosa, pero como emblema del amor y de la vida. "No en el sentido con que la utilizaba Rilke, mucho más dramático, sino en la forma en que lo hicieron Juan Ramón Jiménez o Vicente Huidobro".
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