Viaje al corazón de Frida Kahlo

Icono de la cultura mejicana, fue una mujer marcada por la tragedia

Supo reconstruir su vida llena de dolor a través de la pintura y el arte

Rivera era quien terminaba los cuadros de Frida Kahlo

Exposición biográfica de Frida Kahlo en Bogotá.
Exposición biográfica de Frida Kahlo en Bogotá. / Carlos Ortega / Efe

Esta mujer, nació en Coyoacán (1907 - México) es un magnífico ejemplo de cómo la vida y la obra de una persona puede fundirse en un todo compacto. Un símbolo de humanidad: una mujer marcada por la tragedia, que supo reconstruir su vida llena de dolor a través de la pintura.

Remitiéndonos a sus datos biográficos, vemos que su padre era un fotógrafo alemán, de raza judía y ascendencia austro-húngara; su madre una mestiza de religión católica.

En 1913 padeció la polio y un brutal accidente en 1925 le produjo lesiones que le causaron una semi incapacidad permanente. El autobús en el que viajaba fue embestido por un tranvía, que le ocasionó lesiones gravísimas, unos dolores insoportables, 32 operaciones y llevar corsés de acero. Llegados a este punto, es conveniente subrayar la importancia de este hecho en su biografía, pues le va a condicionar anímica y artísticamente. Además tuvo varios abortos y un par de intentos de suicidio. Le amputaron una pierna en 1953.

En el aprendizaje del sufrimiento y de la soledad fue más precoz que en el de la pintura.

La cama de enferma de su aparición pública había formado parte de su vida desde su más tierna infancia, cuando contrajo a los seis años poliomilitis y tuvo que pasar un año entero acostada. En ese tiempo de inmovilidad y aislamiento ya tuvo el consuelo de su imaginación. Contaba que se inventó una amiga invisible y la adornó de habilidades que a ella misma le estaban vetadas, como un talento prodigioso para la danza. Ella misma, marcaba con el aliento de su boca, un círculo de vaho en el cristal de la ventana y por ese camino entraba en su dormitorio su amiga invisible. Su habitación de enferma era una prisión, y también una madriguera contra la inclemencia del mundo real: al salir de la convalecencia la niña Frida tenía una pierna más delgada que la otra, y se movía con dificultad, provocando la mofa y el escarnio de los niños de su escuela. Se defendía con el refugio de su imaginación y a la vez con un coraje físico que no la abandonó nunca: aprendió a montar en bicicleta como un rayo, a jugar al fútbol, a saltar obstáculos y un sin fin de habilidades no aptas para personas con esa discapacidad.

No es fácil contar cosas nuevas de Frida Kahlo sin apartarse de su dualidad artística. Es uno de los mayores ejemplos de una obra eclipsada por el mito del personaje.

En la Casa Azul nació y vivió la mayor parte de su turbulenta y apasionada relación con Diego Rivera, el pintor del pueblo mexicano que adquirió la casa y la amplió. Pero hoy la casa es de Frida, y su espíritu se sobrepone como un manto al recuerdo del muralista, solo presente a través de los cuadros de su mujer. “Ácida y tierna, dura como el acero y delicada y fina como el ala de una mariposa”. Así la describía Diego Rivera, el amor de su vida, un genio con cara de batracio con el que Frida contrajo matrimonio en dos ocasiones y con el que mantuvo una relación intermitente hasta el fin de sus días. Aquel gigantón de aspecto mugriento decía que sus oscuras cejas parecían “alas de mirlo” y que sus arcos negros formaban “un marco para sus extraordinarios ojos color café”.

A Frida Kahlo (1907-1954), “soy el motivo que mejor conozco”, refiriéndose a sus pinturas, le gustaba decir que Diego Rivera, al que conoció en 1928 cuando ella tenía 21 años y él 41, más de 100 kilos y era el artista más célebre de México, fue su “segundo accidente”. Lo cierto es que Frida Kahlo realizó su primer autorretrato en 1926, durante la convalecencia del accidente casi mortal que un año antes sufrió a bordo de un autobús.

Lo mejor de su historia es que vive intensamente. Vive hasta la extenuación, pese al tormento constante que supone la vida para ella. Ni siquiera el dolor puede evitar que la disfrute apasionadamente, dentro y fuera de las sábanas de aquella cama articulada para que pudiese pintar. Tampoco que su talento quede firmado en tantos lienzos que recogen su propia vida y su propio dolor. Su realidad. Todo cuanto le acontece. Lo último que escribe: “Espero alegre mi salida y espero no volver jamás”. Conociendo entresijos, idas y venidas, amante de ellas y ellos, cualquiera en su caso hubiese querido partir antes para no volver nunca más.

La última noche de Frida

Julio de 1954. La pintora, postrada, es cuidada por Cornelia Mayet. Tenía dolores y ataques de furia por su dependencia de las drogas. Se autoinyectaba en el muslo “Demerol”, derivado de la morfina.

Diego Rivera visitó a Frida la noche antes de su muerte. “La señora Frida me empezó a dar consejos sobre todo lo que debía hacer”. Le dijo “que ella se sentía muy bien, que no le dolía nada en absoluto”, recuerda Mayet.

Diego Rivera le dio permiso a la cuidadora para que se fuese. Dijo que él le daría siete pastillas somníferas. Antes de retirarse, Mayet vio cómo Frida le daba a su marido un anillo que tenía guardado para entregárselo en agosto, regalo del veinticinco aniversario de boda. Rivera no durmió en casa. A las seis de la mañana, llegó Manuel, ayudante, y la señora Mayet fue a ver a Frida, que tenía lo ojos abiertos y mirada fija. Miraba hacia un lado. Estaba fría. Era 13 de julio de 1954 y acababa de morir. Su cuerpo fue incinerado, “las llamas incendiaron sus cabezas, su rostro apareció sonriente dentro de un girasol”. Frida Kahlo ya lo premonizó.

Además de la pintura, la Kahlo se dedicó también a la política activa. Fue la líder del grupo anarquista “Los Cachuchas”, mientras estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria (1923). Años más tarde se afilió al Partido Comunista Mexicano. En 1936 conoció a León Trotsky, quien en 1940 sería asesinado mientras estaba de huésped en la Casa Azul. En 1943 fue nombrada profesora de pintura de “La Esmeralda”, nombre que recibía la Escuela de Bellas Artes de Coyoacán; ciudad en la que con sus alumnos pintó el mural “La Pulquería”. Realizó actividades antifascistas durante la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente, antiimperialistas.

Frida Kahlo una mujer que con su pintura trágica, referida siempre a su vida interior, sus obsesiones, luchó con un destino lleno de dolor, angustia y, a pesar de todo, hizo de su vida y su arte un canto de acción de gracias a la vida.

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