El viaje de un niño hacia su madurez
literatura
Alejandro Palomas reúne su poesía en 'Quiero', un libro en el que reflexiona con la sensibilidad que atraviesa su narrativa sobre temas como el tiempo, la soledad o la infancia profanada
Sevilla/Con sus novelas, especialmente la trilogía formada por Una madre, Un perro y Un amor, y la narración que le reportó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Un hijo, Alejandro Palomas (Barcelona, 1967) ha sabido ganarse una legión de seguidores que acuden a su obra conscientes de que encontrarán en ella una mirada compasiva y cálida a la naturaleza humana, una marcada sensibilidad para ahondar en la psicología de sus personajes y una tímida esperanza con la que este autor suele arrojar luz a los dolores inevitables de la vida.
Unos meses después de hacerse con el Premio Nadal por Un amor, Palomas regresa a las librerías en una versión distinta a la de ese narrador y un aire, el que recorre sus versos, "más íntimo, más directo, menos elaborado". Quiero. Poesía reunida (2012-2018), un volumen que publica la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara y que presentó en el Centro Andaluz de las Letras, aporta una música diferente a la producción del barcelonés. "Cuando escribo ficción, escribo en color, y cuando escribo poesía lo hago en blanco y negro. Es como si aquí tuviera un lienzo en blanco y tinta negra, y fuera manchando la superficie con pequeñas islas de palabras. Voy componiendo los versos como si hiciera diseño gráfico", resume Palomas sobre un conjunto que agrupa tres libros anteriores, Tanto tiempo (2012), Entre el ruido y la vida (2013) y Aunque no haya nadie (2014), y suma un inédito que da título a la compilación. "Yo escribo con música de Satie, y la poesía es lo que más se parece a las Gymnopédies", dice sobre su proceso de creación. "Lo curioso es que vivo en una casa que no comparto con nadie, que sólo conoce mi familia y a la que no invito a amigos, y tengo la sensación de que este libro, mi poemario, es como mi casa, que aquí me muestro yo más aún que en las novelas", reconoce.
"Y la madurez fue solo eso: / más años. / Más ruido. / Más preguntas. / Menos vida". El escritor afirma venir de "años muy duros, años de lucha interna y observación constante", y se muestra ante el lector desprovisto de coraza, en su falta de certezas, su búsqueda, exactamente como hacen los personajes de sus novelas. "Pero en la poesía no puedes fallar, todo tiene que ser certero; en la prosa puedes divagar, algo que aquí no se te permite", argumenta Palomas, que procura que sus versos "sean cercanos, que sean fáciles para el lector, una sencillez que paradójicamente es muy difícil para el autor".
Hay en los cuatro libros que componen Quiero una indudable coherencia que Palomas, sin embargo, no había percibido inicialmente. "Es algo que me están diciendo, pero la verdad es que nunca supe que había una unidad. Escribí estos poemarios con mi voz, sin filtro, como soy, y supongo que por eso los libros se parecen entre sí. Y el siguiente, porque amenazo con continuar, será la evolución de ese paseante, que irá contando mientras vive", asegura. En su análisis se distancia más de la obra con la que debutó en la poesía. "En Tanto tiempo se nota que es el primero, jugaba con los espacios y los silencios de una manera distinta a como juego ahora. Había más descaro, era más niño, pero también más miedo a la hora de escribir, más respeto a la página".
Palomas embarca al poeta en un viaje en el que "los años que barren / de tiempo la juventud / son los mismos que aplastan / su confusión" y la edad parece encaminar al individuo a una cierta serenidad en la que voces antiguas del pasado parecen callarse. "Pero siempre le digo a mi psicoanalista que voy a necesitar dos reencarnaciones más para solucionar todo lo que tengo en la cabeza. Carezco del tiempo necesario", admite.
En los poemas de Quiero, Palomas incide en un tema que ya asoma por su narrativa, lo que él llama "la vocación de la soledad. Me siento muy libre y muy creativo cuando estoy solo. Me imagino a alguien preguntándome a qué hora cenamos y me revienta la cabeza. Y es algo de lo que tengo que defenderme continuamente, por lo que tengo que justificarme", señala con pesar. Cuando en el último tramo del libro el poeta parece abrirse al amor, en realidad está reafirmándose en su independencia. "Si uno se fija, lo que hago es plantear una serie de desafíos a quien quiera llegar a mí. Es como si le pusiera un foso, los cocodrilos, una cobra, las concertinas, el ejército... Es imposible saltar. Yo lo tengo claro, seguiré solo y estoy encantado. Quien me pretenda tiene que cruzar la naturaleza salvaje de Cumbres borrascosas y no va a saber hacerlo", sentencia.
Palomas dedica el cuarto de los libros, Quiero, a "esos niños asustados que algún día serán nuestros poetas", y en sus versos confiesa "la verdad primera": que todavía "no sé qué quiero ser de mayor". El autor se sincera sobre su pasado: como en Un hijo, la historia de un chaval que recurre a la imaginación para escapar del dolor, él "vive en la luna y siento que estoy cubierto por una campana de cristal. Yo no toco, aunque toque, y no voy a traspasar nunca ese cristal que necesito para sobrevivir. Me leo y veo la voz de un niño al que han maltratado. Yo vivo en ese aislamiento, no confío del todo, porque vengo de ahí. El libro está dedicado a esos niños a los que, como me sucedió a mí, cortaron las piernas con una hoz", concluye.
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