Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
La financiación autonómica, ¿Guadiana o Rubicón?
Sólo he hablado cuatro veces en mi vida con Pedro Sánchez, no me refiero a los saludos y las frases hechas en reuniones. Pero tengo claro que su ambición política, que la tiene, es consecuencia de su capacidad, de su profunda honestidad, de la fidelidad a los compromisos y de su convicción. Al contrario de otros personajes de la política, la ambición en su caso es consecuencia de todo lo anterior, y no previo a todo a lo anterior. Por eso fue elegido secretario general del PSOE con todo en contra, pero con el apoyo de los militantes, porque construyó un relato político épico pueblo a pueblo y militante a militante.
Por eso es presidente del Gobierno, porque de nuevo con todo en contra ha sido capaz de ir de grupo político a grupo político para buscar puntos en común. Hace un año consiguió el apoyo de la mayoría de la militancia y hace unas horas ha logrado el apoyo de la mayoría del Parlamento, que es la sede de la soberanía nacional, que a nadie se le olvide.
Ahora toca el trabajo con los ciudadanos con lealtad y solidaridad interna en el partido, que es mucho más con unidad. Cuando en el PSOE ha faltado la solidaridad interna han soplado malos tiempos para España. Hay que hacerle el caso justo al ruido demoscópico, porque ahora lo importante es la gente, sus problemas y la liberación que se ve en sus caras cuando han visto que se puede configurar una alternativa al PP.
El proyecto político que representa Pedro Sánchez y que nos llevó a muchos a apoyarlo, cuando eso no se estilaba y estaba mal visto, es su proyecto para una nueva socialdemocracia, que era el análisis político más decente y más autocrítico con la situación de Europa, de España y del PSOE. Pedro y su equipo consiguieron conformar un proyecto en el que, primero internamente y luego externamente, confluimos muchos en torno a un análisis de la realidad política que no es la realidad que nos inventamos para que se adapte a nosotros, ni es la realidad de la autocomplacencia estéril, ni es la realidad de "somos los mejores porque sí", sino la realidad de "merezcamos humildemente que la gente nos considere los mejores".
En tercer lugar está el tiempo nuevo que se abre en la política, donde Pedro Sánchez y el PSOE han fijado un listón muy alto para la decencia con una política renovadora porque hemos puesto la honestidad por encima de la táctica electoral. Ha sido el PSOE, quién si no, quien ha tenido que enarbolar una vez más ese principio. Es una reacción por la limpieza y la dignidad democrática y es evidente que el listón de la ética está alto. Hay que tener la humildad lógica al tener 84 diputados, pero si se le suma la responsabilidad y el diálogo, que no pueden ser meras palabras, servirá para desterrar las trincheras mentales a las que nos hemos acostumbrado. Los diputados representan a españoles que piensan plural y diversamente, pero que estudian, trabajan, cotizan, enferman y gozan en España, un país que cada uno puede considerar como estime legítimamente. Debemos usar la política para ofrecer soluciones y no como un ejercicio permanente de reafirmación en las propias convicciones, hay que saber ponerse en el lugar de quien no piensa igual para que este también se ponga en nuestro lugar.
Ya lo dijo Azaña en 1931, si la República no arregla el problema catalán habrá fracasado. Y 87 años después seguimos igual. Pedro Sánchez y el proyecto que representa se caracteriza por ser un partido útil y no anquilosado, por un sentido de estado plural, diverso, fuerte y solidario. Apuesta por superar épocas pasadas y abrir un nuevo marco de diálogo sobre dudas, que todos las tenemos, en lugar de vociferar nuestras posiciones como si fueran certezas absolutas.
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