Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Cancionero
Mediando la semana, nuevamente nuestros heraldos de la política volvieron a salir de caza mayor. Cuando desde la calle reclamábamos más que nunca unidad y aparcar momentáneamente sus legítimas diferencias, ellos, hablando en nuestro nombre, hacían justamente lo contrario. Solo que... esta vez la zancadilla al Gobierno se la había puesto el propio Gobierno en su descarrilar antes, durante y después de la gestión del que empezó siendo 'caso Pérez de los Cobos' y ha terminado por ser 'caso Marlaska'. Por Fernando Grande-Marlaska, ese juez y ministro que antes fue considerado 'uno de los nuestros' por buena parte de quienes ahora le apuntan y cuya carrera en la política viene a ratificar que el ejercicio profesional -en este caso, en la magistratura- no garantiza el acierto en las procelosas aguas del quehacer político.
Martes y miércoles parlamentarios se saldan así con una nueva bronca de notables decibelios y considerables dimensiones, para ahondar en el profundo abismo de las dos España que sin tregua se va abriendo camino, entre otras cosas porque hay muchos interesados en que exista ese abismo, porque en la división se mueven con naturalidad, porque en la confrontación obtienen para sí mismos más ventajas que inconvenientes. Las 'dos Españas' que solo han traído dolor y sobre las que advertía hace casi un siglo Antonio Machado, poeta, del que deberían tomar nota nuestros políticos si es que alguno de ellos sabe quién fue y qué reflexiones legó a las generaciones posteriores. Porque si lo conocen o han leído algo de él, es evidente que no han entendido nada ni tienen intención de autoaplicárselo como norma de conducta.
Y, así, con estos modos parlamentarios en el que unos y otros solo hablan para los suyos y, más en concreto, para los más sectarios de los suyos, "va quedando un poso inquietante, en el que los populistas de extrema izquierda y de extrema derecha dominan la escena y están reconstruyendo con gran acierto las dos Españas que helaban el corazón a Antonio Machado", como escribía este domingo Ignacio Martínez en estas páginas.
Con esta introducción, el amable lector que ha aguantado hasta este párrafo ha adivinado que este cancionero de hoy desanda calendario musical hasta 1969 y se inspira una vez más en los inspirados acordes con los que Joan Manuel Serrat musicó al gran poeta sevillano. 'Españolito' como título de la canción incluida en el disco-homenaje, que el cantautor incluyó fusionada con 'Del pasado efímero', en continuidad (es decir, que la música no se interrumpe y enlaza directamente con la anterior, para desgracia de la aguja del tocadiscos), con el añadido de unos versos de otro poema, 'El mañana efímero', declamados por Serrat. Como prueba elocuente del trabajo que acompañó la edición del disco, pues la mezcla de los tres poemas compone un todo resumido con acierto.
'Españolito' es suficientemente conocida no solo por la interpretación de Serrat. Son versos que han sobrevivido a la publicación del poeta, que los incluyó en 'Proverbios y cantares', una corta reflexión acerca del joven español "que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza". La dificultad de la tarea merece la rogatoria de Machado: "Españolito que vienes / al mundo, ¡te guarde Dios!", una protección divina que se explica porque "una de las dos Españas / ha de helarte el corazón". Y unos versos manoseados a conveniencia por unos y otros, con intenciones más aviesas que de comprensión y aviso, que permanecieron guardados en los anaqueles durante la transición, porque entonces -al contrario que ahora- nadie -o poquísimos- estaban interesados y fomentaron el mito de las dos Españas.
La edición machadiana y musical de Serrat ensambla estos versos de 'Españolito' para ejemplificar con las dos Españas. Por un lado, la del 'pasado efímero' que Machado sitúa en un casino provinciano, donde se vierten comentarios que hoy llamaríamos 'de barra de bar'. El aburguesado que retrata Machado conserva vestimentas ya a esas 'bajuras' del siglo XX pasadas de moda y en su mirada encontramos "ojos velados por melancolía", una "triste expresión que no es tristeza", sino más bien "el vacío del mundo / en la oquedad de su cabeza"; rústico a fin de cuentas, mira al cielo "con ojo inquieto si la lluvia tarda". Para Machado, "prisionero en la Arcadia del presente", este hombre "no es de ayer ni es de mañana, / sino de nunca. De la cepa hispana / no es el fruto maduro ni podrido: / es una fruta vana / de aquella España que pasó y no ha sido, / esa que hoy tiene la cabeza cana". El retrato es más cruel en 'El mañana efímero', versos que Serrat redujo a una mínima expresión en su declamación sobre "la España de charanga y pandereta" que "ha de tener su mármol y su día", predicción de lápida de cementerio que, según lo que vemos en estos días, no acertó. "El vano ayer" que engendraría un mañana "lisonjero / y, por ventura, pasajero" ha sido todo menos pasajero pues mantiene su vigencia aquel pronóstico de "al estilo de España, especialista / en el vicio al alcance de la mano". Y si en Machado hay esperanza de otra España que nace "con esa eterna juventud que se hace / del pasado macizo de la raza", es evidente que el poeta tampoco podía imaginar no solo a los 'botelloneros' de ahora sino tampoco a los individualistas forjados en la soledad de un 'tablet' en la imaginada "España implacable y redentora, / España que alborea / con un hacha en la mano vengadora. / España de la rabia y de la idea".
Hay muchos versos en este poema dignos de ser filtrados en el tiempo, pero no es misión de este comentario, aunque confrontando momentos, el comité asesor que asesora a este cancionero analítico encuentra otro proverbio machadiano ajustado al 'caso Marlaska': "¿Dijiste media verdad? / Dirán que mientes dos veces / si dices la otra mitad". Así que, para ir concluyendo, echamos mano de nuevo a lo escrito por Martínez el pasado domingo sobre esos Álvarez de Toledo e Iglesias, que "son la cara y el envés de la España del rencor" -"los complementarios", que diría Antonio Machado-, que "divierten a sus feligreses más fervorosos" pero no a la generalidad del país, esa 'tercera España' que somos la inmensa mayoría "que quiere eficacia, moderación y progreso", porque -en conclusión- "esta crispación incivil es insoportable".
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