Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
La financiación autonómica, ¿Guadiana o Rubicón?
visto y oído
Los oyentes de la Cadena SER lo pasábamos mal con aquella sirena de ataque aéreo que acompañaba a la sintonía de los informativos, a cada hora, aunque esa guerra, de la que nuestro Gobierno fue culpable, sucedía en Iraq. De ese clima tremendista fraguado por un Grupo Prisa que el aznarismo intentó arrinconar sacaron ventaja con el 11-M ante un inevitable vuelco electoral por el desastre de unos dirigentes del PP que chapoteaban sobre su corrupción (aunque no lo sabíamos entonces).
El joven Antonio García Ferreras, director de informativos de la SER, impulsado desde una labor inagotable en Sevilla, era el encargado de aquellos boletines que causaban inquietud y saña.
Al cabo de los años trasladó ese estilo a La Sexta, con sinfonías trágicas para anunciar las conexiones, exclamaciones y advertencias, con contertulios de certezas indudables. La Sexta hizo un buen trabajo en las provocaciones independentistas. Por entonces los arrinconados éramos nosotros, el resto de españoles, los mismos que ahora toleramos el sacrificio de este arresto domiciliario colectivo.
Todos los efectos especiales añadidos se han desvanecido ahora en La Sexta, con una crisis que podría desembocar en una cifra de muertos mayor que la de la Guerra Civil pero que se despacha como si fuera una borrasca política. Estos muertos no duelen. Al parecer
Una crisis donde cualquiera de nosotros, que estamos indignados por la torpeza de estos gobernantes, podemos ser catalogados de extrema derecha y de paso, en una de éstas, ser sancionados. Ferreras nos ha defraudado como nunca al decir "yo no formo parte de Newtral". Pero su esposa es la propietaria única. Newtral, que trabaja para La Sexta, nos da igual. Lo preocupante es que esa firma. se halla en posición ventajosa para denunciarle mañana a usted. Ferreras dice que no le va a intimidar el odio. Pero cualquier crítica que recibe él la tilda de odio y mentira.
Las cadenas públicas van a salir mal paradas por aprovechar el confinamiento para avivar sus afinidades políticas y La Sexta, que era la alternativa aventajada, decepciona. Amansados, nos piden patriotismo. Esa patria particular de un Gobierno que no cree en su país. Jordi Évole, que con otro gobierno estaría entrometido por las urgencias de los hospitales (que no lo dude nadie), guarda confinamiento sonriente. Nuestros miles de muertos, en las cunetas del sistema, son goalverage, estadística, humo. Los espectadores enjaulados debemos ser súbditos acríticos.
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