Fin de año con burbujas

Tribuna Económica

31 de diciembre 2024 - 03:07

El poder bursátil de Estados Unidos está en buena medida en un puñado de compañías que explotan bases de datos para redes sociales, publicidad, ventas, analítica, generación de programas y contenidos; y su soporte físico como centros de datos gigantescos, satélites, y desde luego energía y microprocesadores. Estados Unidos puede ser el 25% del producto de la economía global, pero la capitalización bursátil de sus empresas llega al 45%, una desproporción en línea con lo que nos dice el inversor y filántropo John Hussman, quien calcula que en promedio los márgenes de beneficios de las empresas norteamericanas no cambian en décadas más que por los tipos de interés y los impuestos, de aquí la permanente presión política para mantenerlos bajos. Este año la bolsa sube en el entorno del 26%, frente a un poco más del 8,5% europeo y el 13,5% en España, y un 377% sube Palantir Technologies, cofundada por el controvertido Peter Thiel, que se dedica a gestionar datos de aplicaciones variadas entre las que destaca el uso militar y policial.

En este contexto, Estados Unidos no contribuye a la financiación productiva global, sino que succiona recursos, siendo su balanza por cuenta corriente deficitaria con 20 millones de millones de dólares que supone el 75% del producto de su economía. Esto es así porque buena parte de la inmensa deuda norteamericana paga sus intereses al resto del mundo, al igual que parte de los beneficios en bolsa se quedan dentro del país, pero otra va a los grandes tenedores en Austria, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Holanda, Noruega, Suecia y Suiza, a inversores privados y a fondos públicos, que también tienen Hong-Kong, Corea, Singapur, Taiwan, Japón, y los países ricos productores de petróleo. China merece un artículo aparte. Sólo así se explica que USA sea el gran deudor neto internacional, como puede verse en los sorprendentes y llamativos gráficos de Gian Maria Milesi-Ferreti (Brooking Research: Rising stock market valuations, 2024).

Hay varias implicaciones. Primera, que la desproporción entre la economía financiera y la real, lleva de tarde en tarde a una crisis del tinglado deudor norteamericano, como ocurrió en 2000 y 2007, que sufren acreedores del resto del mundo. Segunda, si todo esto sirviera para generar actividad productiva y bienestar estaría bien, pero es principalmente una gran burbuja financiera sobre una tecnología digital cuyo valor para nuestro bienestar real está por ver, aunque el daño y las distorsiones que causan sí que los conocemos. Tercera, en la crisis financiera e inmobiliaria de 2007, cuando ya se veía el peligro, el principal ejecutivo de uno de los mayores bancos del mundo dejó una frase para la posteridad cuando dijo que mientras la música sonara había que levantarse y seguir bailando. No estamos ni de lejos en una situación como aquella, pero hay muchas voces como la del analista Ruchir Sharma en el FT, avisando que aunque los fundamentos de las empresas son los que deben guiar los sentimientos de los inversores, ahora parece que los sentimientos determinan los fundamentos. Y son, en esta gran fiesta de los mercados, los plutócratas libertarios los que más frenéticamente bailan, contagiando y dominando los espacios mentales de la gente.

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