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Obituario: José Miguel Castillo Higueras
El hombre nacido para concejal, predestinado a la política local, es desde este día más historia en la historia reciente de Granada, en cuyo cuadro de honor inscribe su nombre como representante de una clase política que, en la época en que todo estaba por escribir, derrochó dedicación y esfuerzo en la tarea de enaltecer el papel de la ciudad y su representatividad en el conjunto de Andalucía, con entrega y consciencia de la tarea a desarrollar: la operatividad de los ayuntamientos como vía para prestigiar la democracia recién estrenada, cuando en 1979 entró a formar parte de la corporación municipal como edil electo en la candidatura del Partido Comunista de España (PCE).
Concejal desde las elecciones de abril de 1979, José Miguel Castillo formaba parte de esa generación llegada a la política con el espíritu de servicio por bandera. Un espíritu de servicio que se canalizó en las primeras corporaciones municipales, donde los concejales presentaban una media de edad por debajo de los 30 años. Urbanista convencido, profesor de la Escuela de Arquitectura Técnica y demócrata activo, José Miguel Castillo sería un ejemplo de desubicación ideológica a la hora de analizar la transición española.
Descendiente de una familia acomodada, militó en el clandestino Partido Comunista, adonde accedió por una profunda convicción democrática de oposición al franquismo que no encontraba acomodo en el ámbito de la derecha.
Así, Castillo confesaba no verse un día empuñando pico y pala con el 'mono' de albañil que se presuponía a la militancia obrera. Fue en una entrevista publicada en Hoja del Lunes, en 1981. Para entonces, Castillo Higueras ocupaba la concejalía de Urbanismo, según la remodelación obligada por la salida de los concejales andalucistas. Eran los tiempos en que el Ayuntamiento democrático tenía que imponer la disciplina urbanística a rajatabla tras años de incuria municipal y desarrollismo a ultranza. Más de un constructor salió de su despacho con el 'no' por respuesta a cuestiones que en tiempos anteriores a la democracia se dejaban en manos de la piqueta.
Con todo, a Castillo Higueras se le recordará en Granada por su defensa y desarrollo de las fiestas y tradiciones de la ciudad, entre las que aparece en primer lugar el realce aportado a la celebración de la Toma. En tiempos anteriores al Manifiesto de oposición a la jornada y sin que el Partido Comunista levantase ninguna voz discordante, Castillo, uno de sus concejales, aportó realce a la conmemoración, proclamando el 2 de enero como fiesta local -que en el franquismo había sido día laborable- y en aquellos primeros años de democracia, exentos de polémica y presencias de 'ultras' de uno y otro signo, la Toma vivió sus mejores tiempos de participación y esplendor.
Con las segundas elecciones municipales, mayo de 1983, Castillo se integró como independiente en la lista del PSOE que obtuvo el mejor resultado electoral en Granada desde la transición. Fue un 'fichaje' no tan sorpresa, pues eran tiempos de desintegración paulatina del PCE y el gobierno municipal de Jara aseguraba mantener la labor progresiva puesta en marcha desde 1979. En este segundo mandato y desde la concejalía de Protocolo, elevó el papel institucional del Ayuntamiento en unos tiempos en los que las autonomías en general, y la andaluza en particular, trataban de ganar terreno e influencia a costa de las corporaciones municipales.
Aunque la relevante caída del voto socialista en 1987 dejó a Castillo Higueras momentáneamente fuera del Ayuntamiento, seis meses después de las elecciones la dimisión de Ignacio Henares le otorgó de nuevo acta de concejal, ahora como responsable de Cultura en un mandato municipal que generó, entre otras consecuciones, la creación de la Orquesta Ciudad de Granada (OCG) por iniciativa del alcalde Antonio Jara.
De 1988 hasta 1991, esos tres años marcan su despedida de la representación municipal. Desde entonces, un encuentro con José Miguel Castillo, dedicado a su labor profesional en la enseñanza, pero implicado en la vida ciudadana, garantizaba una charla amena, plena de conocimientos y análisis sobre la actualidad granadina, fino en la ironía y nostálgico por un pasado al que el presente no hacía honores. En los últimos tiempos, y durante la presidencia provincial de Sebastián Pérez en el Partido Popular, Castillo, había formado parte de un consejo asesor amplio y abierto.
Hombre optimista en sus desempeños, transgresor, contestaba con una sonrisa de pícaro a quien le preguntaba por aquellas banderolas policromadas que, entre el 82 y el 83, colgaban de arriba a abajo en la fachada del Ayuntamiento. Después, supimos el misterio: florentino por admiración, había copiado de aquel comune italiano una costumbre que anunciaba al transeúnte la presencia de una exposición en dependencias municipales. De sonrisa permanente y juventud casi tan perpetua como el misterio insondable de su edad, la noticia de su trágica muerte nos retrotrae a un tiempo ahora imposible, en el que los representantes políticos de la ciudad conocían el umbral del no retorno y jamás traspasaron la línea donde todos pierden y solo gana el descrédito de la política concebida como servicio al ciudadano. Descanse en paz José Miguel Castillo Higueras.
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