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El paro sigue siendo el principal problema para los andaluces. Así lo indica el 28,1% de los consultados por el Centra entre los días 20 y 29 del pasado mes de noviembre. Son menos que en consultas anteriores (34,9% en el barómetro de septiembre), mientras que aumenta la preocupación por la sanidad (15,2%, frente al 13,6% en septiembre). La vivienda, que figura como tercer principal motivo de preocupación, apareció con fuerza en la consulta de septiembre, adelantando a la inmigración y la insatisfacción con la política. El 8,7% de los andaluces lo señalaban como el más importante, duplicando el dato de junio. En el barómetro de diciembre se mantiene como el tercer problema más importante, pero el porcentaje se reduce al 7%, reflejando una cierta relajación, posiblemente relacionada con la bajada del precio del dinero.
En relación con los problemas que afectan a España, los andaluces reflejan su mayor preocupación por la política y la corrupción (31,3%), el paro (13,4%) y la vivienda (9,4%). De las varias decenas de oportunidades de respuesta que ofrece la consulta del Centra cabe destacar, por un lado, que los aspectos sociales (incluyendo el paro y la vivienda en esta categoría) prevalecen en la escala de preocupaciones a nivel regional, mientras que los de naturaleza política son los dominantes en la escala española. Por otro lado, que los problemas estrictamente económicos (inflación, sueldos, impuestos, etc.) quedan relegados a un segundo plano, tanto en cuando se piensa en Andalucía como en España.
También se intuye que, aunque los problemas relacionados con el enfrentamiento y el clima político en general aparecen relegados en el orden de relevancia, la estabilidad política e institucional constituye una ventaja comparativa de Andalucía frente a España, donde la insatisfacción con el Gobierno es bastante más acusada. Esta ventaja, sin embargo, no se corresponde con el comportamiento observado en la economía en el corto plazo.
En los dos últimos años el crecimiento de la economía andaluza ha estado ligeramente por debajo de la española, lastrado por las dificultades en el sector agrario y su repercusión en la contracción de las exportaciones, hasta que en el pasado trimestre ambas lo hicieron a una tasa del 3,4% interanual. En el caso del empleo los resultados son más favorables, no solo porque la EPA por fin refleja que durante el tercer trimestre se ha conseguido superar la cifra de los 3,5 millones de ocupados, sino también por la intensidad del aumento durante los dos últimos años (6,8% frente a 5,7% en España) y por la disminución del desempleo (13,2% en Andalucía y 10,6% en España), lo que ha permitido reducir la tasa de paro hasta el 16,1%, que son tres puntos menos que hace dos años.
Creciendo por encima de su potencial y sin que, por el momento, se aprecien tensiones inflacionistas, la coyuntura andaluza bien podría ser calificada como de crecimiento sostenible. Los únicos inconvenientes son el comportamiento obstinadamente discreto de la inversión empresarial, sin contar la inmobiliaria, y la resistencia a una convergencia sostenida con España en capacidad productiva por habitante, es decir, en productividad.
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