La ‘turistificación’, un dardo al alma de la cultura andaluza

22 de julio 2024 - 03:09

La controvertida decisión adoptada por Moreno Bonilla, al inicio de la legislatura, de eliminar la Consejería de Cultura para subordinarla al Turismo, sólo podía arrojar como resultado la práctica del estoicismo. No podemos controlar lo que depende de Arturo Bernal, consejero de Turismo, Cultura y Deporte, pero sí lo que pensamos sobre sus prácticas.

El cordobés Séneca, exponente de la filosofía estoica, decía que “el alma noble posee la gran cualidad de apasionarse por las cosas honestas”. La política de Bernal carece del conocimiento práctico de la cultura andaluza, no posee la necesaria templanza para moderar sus deseos mercantilistas, no aporta la virtud de la claridad y la integridad, resultando una gestión sombría.

La cultura no nace como bien de consumo o sólo pensada para la élite. La cultura es el vínculo emocional de una comunidad. No hay comunidad sin cultura. Y es de gran esplendor nuestro acervo como para apasionarse de la honestidad del pueblo andaluz. Nuestro Estatuto de Autonomía así lo entendió y de tal forma decidimos salvaguardar nuestra cultura con competencias exclusivas.

Han sido muchos los hitos que han ido jalonando la sucesión de despropósitos con los que Arturo Bernal, en tan sólo dos años, han llevado a cabo el fenómeno de la cultura de la distracción. Una estrategia sin moderación, sin equilibrio, sin un propósito de virtud trascendente. El placer y el deseo de participar en grandes eventos, perdiendo el control de patrocinios y cifras astronómicas. Una política muy hedonista que no es de justicia para un sector cultural andaluz que ha visto reducidas las partidas presupuestaria para la creación cultural.

Al frente de la cultura andaluza no existe una cabeza tranquila. Por ello ha rechazado el conocimiento práctico, algo esencial para manejarse con los grandes retos de gestión. Arremeter bruscamente contra las direcciones de los museos andaluces es buena prueba de ello. Un proceso sin justicia cercenó las cabezas de la directora del Centro Andaluz de las Letras, del director del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y de los museos arqueológicos de Córdoba, Jaén y Granada. Hechos que generaron el unánime rechazo del sector cultural en toda España y la llamada de atención de organismos internacionales especializados.

La virtud de la justicia, que debe ejercerse incluso en el caso de recibir injusticia de los demás, no es motivación para Bernal. Lo práctico es apartar al que no busca directamente el fin de la cultura como placer y emoción de consumo, de alineados turistas, en el gran escaparate andaluz.

El caso omiso a las advertencias de organismos y del sector cultural retratan a un espíritu para nada calmo, autocontrolado y disciplinado. Parafraseando nuevamente a Séneca, “lo que las leyes no prohíben, puede prohibirlo la honestidad”, resulta más preocupante la política arbitraria de Bernal en patrocinios y generar una lluvia de millones para unos pocos que proyectan nuestra cultura turistificada.

Un ejemplo de ello son los dos millones de euros de patrocinio para hacer un homenaje a Paco de Lucía en Nueva York, en comparación con los 105.000 euros que en total sumaron las ayudas a la producción y creación de espectáculos flamencos durante el año 2023. Más presupuesto del que goza el Festival de Jerez, durante 15 días, la Bienal de Flamenco de Sevilla, durante 40 días, o el Instituto Andaluz del Flamenco.

Pero quizás el más escandaloso contrato de patrocinio fue el correspondiente a la presentación internacional del espacio Sohrlin en Nueva York por un solo día de duración y otros dos millones de euros de dotación.

La sensata premisa de imitar el universo en su equilibrio es menospreciada por Bernal. Ha concedido más dotación a dicha iniciativa privada que a toda la Red de Teatros Públicos de Andalucía en todo un año.

Cuestiones similares podríamos describir en la política de Bernal con las letras andaluzas, donde también ha quedado claro que la suerte y la casualidad no existen. La política de Bernal responde siempre a la causalidad mercantilizadora de la cultura y de ser el principal escaparate turístico. ¿Qué suerte pueden correr los clubes de lectura en los pueblos, bajo este enfoque?

El último dardo al alma de la cultura andaluza lo hemos vivido sin el coraje de un Consejero para tratar asuntos con claridad e integridad. El flamenco, buque insignia de la cultura de nuestra tierra, ha entrado a subasta para definir la capitalidad mundial. Bernal no han salido al paso de tamaño disparate. Hace más de 14 años, la Unesco concedió a la Junta de Andalucía la declaración del Flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. El silencio es un nuevo quejío de la cultura andaluza. Un silencio que constata que la reciente aprobación de la Ley del Flamenco está en manos de un consejero que carece de ese alma noble con la gran cualidad de apasionarse por las cosas honestas.

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