El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Navidad del niño pobre
¡Oh, Fabio!
Que Pedro Sánchez ha convertido la Historia en un arma de manipulación masiva es algo que sabemos desde hace tiempo. Que está dispuesto a usar la Guerra Civil como una jeringuilla con la que inocular en la derecha un complejo de culpabilidad que la coloque en un plano de inferioridad moral ante la izquierda, también. Que el PP está dispuesto a que le inyecten ese veneno por falta de coraje o simple incultura histórica, lo acabamos de comprobar, una vez más, en Baleares. Tampoco tenemos ninguna duda de que el presidente del Gobierno usará los anunciados fastos culturales para celebrar el fin de la dictadura con el objetivo de seguir fomentando la polarización de la sociedad española. Abreviando: estamos totalmente de acuerdo en celebrar una fecha de la trascendencia de 1975, pero no nos fiamos de Sánchez. Sólo los memos y las personas con intereses muy concretos pueden confiar en un presidente que ha demostrado reiteradamente su capacidad de mentira y distorsión.
Claro que hay que descorchar una buena botella por 1975 como fecha inaugural de una España nueva que se dirigía firmemente hacia la democracia gracias a una resuelta voluntad de concordia y superación de los traumas históricos. Hay un hecho que lo pone de manifiesto y que me contó el propio Eduardo Saborido, histórico líder de CCOO, en un bar de barrio de Sevilla. Recién llegado al trono, lo primero que hizo Juan Carlos I fue firmar el indulto de los sindicalistas que aún quedaban presos por el proceso 1001. Desde el principio, el Rey dejó claro que la monarquía que resucitaba no iba a ser una continuación de la dictadura y se empezaron a dar los pasos necesarios para llegar a la Constitución de 1978. No fueron años fáciles. Se cometieron errores y hubo momentos en los que parecía que todo iba a saltar pos los aires. Pero al final, cien años después, se consolidó esa monarquía democrática con la que había soñado Prim y que se malogró en la calle del Turco. La misma monarquía democrática que, ahora, algunos que están en el Gobierno o en el bloque de investidura quieren cargarse.
Probablemente 2025 será un año en el que el Ejecutivo se encargará, bajo la cínica máscara de la celebración, de subvertir todos los valores dominantes en aquellos años de la Transición. Donde hubo concordia, habrá discordia; donde lealtad, traición; donde verdad, mentira.
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