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Carlos Colón
El avestruz y los tres monos sabios
La columna
SALVO en el caso Gürtel que alcanza una dimensión más que grosera y que sobrepasa todas las escalas, se ha extendiendo por la vida pública de este país una especie de corrupción blanda, de baja intensidad que, no por ser menor, deja de ser igual de repugnante y que por ser, precisamente de baja intensidad, no llegan sus efectos a provocar el colapso total del edificio. Hace, eso sí, que chirríen las puertas y ventanas que se fundan las bombillas a menudo, que haya fugas en la calefacción y goteras en todas las terrazas. Hace en pocas palabras que todo ande peor, aunque la casa, caerse no se cae.
Es como una mancha de aceite que va calando en los huecos del sistema y que va adquiriendo la insoportable condición de algo normal, de hábito que a nadie escandaliza y si alguien, finalmente, se atreve a dar el agua es, más que nada, parte del juego al que se juega en las campañas o en las elecciones y, entre tanto, nadie pregunta ni se mete y se hacen oídos sordos a los rumores y ojos ciegos a las evidencias, porque así es la vida, algo natural.
Ante ello, Manuel Chaves, (ilusión renovada le llamaba un amigo mío) ha anunciado que el PSOE va a vetar a los corruptos entre sus candidatos, marcando, con este anuncio, las distancias que le separan del PP que, por el contrario, insiste en mantener entre sus filas a celebres bucaneros y piratas de los siete mares como garfio Camps y compañía y no digo yo que me parezca mal lo que plantea el animoso líder, lo que digo es que me parece poco, más bien muy poco, prácticamente nada, porque en cuestiones de corrupción, entiendo, que no debe ser tan miserable la distancia que separa a un partido de izquierdas con uno de derechas y ya el antiguo presidente debiera haber mostrado su intención, no de vetar a aquellos a los que el señor juez les ha sacado sus vergüenzas, sino también a otros de los que mucha gente sabe y calla y callando, otorga y, además de vetarlos, debiera pasarlos tres veces por la quilla y perseguir a sangre y fuego la mierda que supuran y que incrustan en todos los rincones donde pasan porque si entre mil honrados, vive un sinvergüenza, a todos acaba por manchar la grasa que destila el uno y, mientras eso siga siendo así, seguirá el lodo emponzoñando, con baja intensidad, una vida pública en la que tristemente ya, tristemente, nadie va creyendo y sobre la que todo el mundo piensa que lo mejor es alejarse y cuanto más, mejor.
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