La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Cámara subjetiva
LA huelga y la manifestación que los estudiantes universitarios de Granada llevaron a cabo ayer jueves tiene un sentido bastante claro: necesitamos una universidad pública y de calidad, donde se cultive el saber, no una universidad privatizada y convertida en una formación profesional al servicio de las empresas.
Tras la crisis galopante que amenaza con asfixiarnos, parece que la gente está tomando conciencia de la responsabilidad que todos tenemos en cómo nos van las cosas. Ojalá todavía estemos a tiempo de reaccionar y acabar con el cuento, el ya largo cuento de nunca acabar…
Sin duda la Unión Europea -que no se une en casi nada- estaba obsesionada por no haber "unido" y "privatizado" aún la enseñanza pública. Se había privatizado el agua, la electricidad, la industria, y la Banca (el capital financiero) nos metía en el mejor de los mundos posibles. ¿Por qué no privatizar la sanidad y la educación lo mismo que se habían privatizado en la práctica los gobiernos y la política? Si flotábamos en las nubes de la felicidad global ¿por qué no incluirlo ya todo en esa nube feliz del carisma bancario? Se estaba haciendo en parte y por partes: dejar que la sanidad y la educación públicas se deterioraran hasta el máximo para que al final se dijera que "aquello" era una momia sin solución, una cuestión tan añeja como el socialismo… Mejor ¡todos a la nube feliz de la privatización! Así se llegó al tratado de Bolonia sobre la Universidad, y en ese proceso ¿quizá imparable? nos hallamos.
Pero ahora resulta que las nubes felices se han convertido en nubarrones que amenazan huracanes y tsunamis, y en la crisis más grave desde el crak capitalista de los años 30. Y cuando por fin Zapatero ha conseguido una silla para hablar con los grandes sobre cómo refundar o rehacer el capitalismo, ahora, las universidades se encuentran en una coyuntura increíble: ¿deshacerse para qué? Lo que se nos proponía como "posmodernización" necesaria, de acuerdo con la economía realmente existente, se ha estrellado de repente contra un modelo que ya no sirve: Si ahora comprendemos que la nube de la felicidad privatizadora no ha resuelto nada sino que lo está arrasando todo… ¿qué? Cuando la economía real baja de las nubes ¿la universidad seguirá en ellas? ¿Renunciaremos al saber para todos en beneficio como siempre de los que puedan pagárselo?
Pero quizá no sea demasiado tarde. Releamos si no El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald. Los ricos siguen siempre y los pobres, ya se sabe, en las nubes.
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