
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Fundido ibérico
El micro-ondas
EL mes de Agosto es sinónimo de viajes, de desplazamientos en muchos casos lejanos y de destinos donde el acceso a la información más cercana suele ser bastante dificultoso. Es cierto que los avances en las tecnologías de la información hacen más fácil la tarea de informarse, pero no lo es menos que, para según qué viajes y qué destinos, no es fácil acompañarnos por ordenadores portátiles, acceder a internet o simplemente comunicarse telefónicamente.
En uno de esos destinos remotos, y no tengo muy claro por qué extraña razón, me encontré en mi habitación del hotel con la agradable sorpresa de que entre todas las cadenas sintonizadas en mi televisor -en su inmensa mayoría internacionales y por supuesto anglófonas- se encontraba el canal internacional de la radio televisión de Andalucía (Canal Sur). Insisto en que desconozco la razón de semejante decisión del hotel, que, como pueden ustedes imaginar, me resultó la mar de agradable.
No obstante, a las pocas horas, esa primera sensación de sentirme un poco más cerca de casa no sólo se fue desvaneciendo, sino que dio paso a un profundo sentimiento de cabreo y vergüenza ajena, directamente proporcional a lo impresentable de la programación de 'La Nuestrta'.
Uno supone que poner en marcha un canal internacional de televisión, que puede sintonizarse en todo el mundo, debe suponer para los dirigentes de nuestra televisión pública un plus añadido de responsabilidad. En primer lugar, porque se trata de una auténtica ventana al mundo de nuestra tierra y, en segundo, porque debería suponer un instrumento de máxima utilidad, para los miles de andaluces que viven fuera de nuestras fronteras. Pues bien, de los días que he tenido la posibilidad de seguir las emisiones de nuestra tele no he conseguido deducir ni de lejos que Canal Sur cumpla mínimamente con ninguna de las dos premisas anteriores.
En la programación del canal internacional de CSTV se reúnen todos los tópicos más denostados de nuestra tierra, los programas de menor audiencia de su parrilla, los horarios más absurdos y los contenidos de menor interés. El espectador tiene la sensación de una permanente tomadura de pelo y de una programación sin más criterio que el de quitarse de encima un molesto engorro.
Documentales sobre la tundra ártica y los renos, elementos ambos muy propios de Andalucía, se dan la mano con entrevistas de cuando Joaquín Petit hizo la primera comunión y, cómo no, con horas y horas sobre las excelencias marbellíes.
No sé cuánto nos cuesta a los andaluces la emisión internacional de Canal Sur pero lo que sí sé es que, visto lo visto, podríamos ahorrarnos la cantidad que fuere y, de paso, el bochorno de la programación que ofrecemos al mundo.
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