Cansancio catalán

Catalunya, sólo tiene solución, si eso existiera, dentro de España, si ella quisiera

21 de mayo 2024 - 00:00

La victoria de Illa en Cataluña, dejando a un lado (o tal vez por ellos, quién sabe) los tejemanejes de Sánchez, sus quiebros, trampas, trucos y fintas para sortear el corralito político en que él solo se ha metido, tiene toda la pinta de un cansancio/hartazgo más que macerado de la población de ese sueño ya transido de pesadillas en que se convirtió el extraño asunto del procés.

Illa encarna un punto equilibrado y racional en mitad de tanta deriva y crisis social, personal y casi existencial. Porque el ‘asunto catalán tiene mucho de materia que atañe al ser en tanto que existir.

La fase última del catalanismo ha tenido sabor a añagaza y el mal sabor se está apreciando ahora. También la dicotomía abierta entre, por un lado, el relato urdido años atrás en la enseñanza sesgada y el sistema trincón de Pujol para incendiar el patio que ahora se apaga y, por otro, la realidad real-realísima de un país que fue y que no ha parado de perder encanto, tirón, fuelle, atractivo y, especialmente, gracia.

En estado de pérdida de gracia para lanzarse como posesos a abrazar la amargura avinagrada del catalanista excluyente se ha cocinado este triunfo de Illa y además el surgimiento del último engendro político de aquellas tierras, a saber, Alianza Catalana, esa suerte de Vox del Penedés adentro que aglutinó a tantos descendientes de payeses asustados de la inversión sociológico-lingüísitica no ya al idioma ‘espanyol’ sino al urdu o el idioma hindú. Hay miedo identitario, ya se ve, pero empieza a ser lo de menos el ya manido ‘estat spanyol’.

Todo sea que vengan ahora las aguas más calmadas. Que se queden en casa en un sanísimo paro vital tanta mente iluminada que nunca debió enarbolar bandera alguna y menos aún la estelada amarilla y azul.

Muchos habrán respirado profundo y por fin sereno después de estas elecciones sean o no del partido de la confusión y el dirigismo que nos gobierna. Más allá de esta zozobra no expresada del PSOE en el microcosmos catalán había que zafarse de ese tipo extraño y circunstancial que nunca llegará a nada más que al oportunismo al estilo suyo, el de Puigdemont, un cadáver político sin mucho sentido más allá del pataleo al que ya los mismos ‘indepes’ le empiezan ya a jubilar.

Catalunya, esa gran tierra que se amargó, sólo tiene solución, si eso existiera, dentro de España, si ella quisiera. Y por ese camino, que tantos deseamos que al fin comience, seguro que hasta empieza algo de alegría y sobre todo de paz.

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