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El 22 de enero de 2021, el alcalde de Alhendín y presidente provincial del PP granadino, Francisco Rodríguez, reclamó para su pueblo la cruz de los caídos que retiró el Ayuntamiento de Aguilar (Córdoba) para cumplir con la Ley de la Memoria Histórica. Aprovecho el interés de este regidor en recordar lo ocurrido durante las primeras décadas del siglo XX, para hacer pública otra vez más (y las que hagan falta) una parte tristemente desconocida de la historia del pueblo que gobierna.
El 7 de mayo de 1932 el cura de Alhendín promovió el linchamiento del maestro del pueblo, mi bisabuelo Ángel Matarán. Tal y como publicó Ideal, tras una misa de acción de gracias por el resultado positivo de una procesión para pedir que lloviera, el cura se inventó otra mentira, una fake news de la época, diciendo que el maestro había cerrado las ventanas al paso de una procesión "como si quisiera significar ante los niños un gesto contra el acto religioso". Alentado por el párroco un sector del pueblo trató de lapidar al maestro.
Este intento de asesinato fue una venganza contra Ángel Matarán porque había retirado los crucifijos de la escuela para cumplir con las leyes aprobadas democráticamente en la Segunda República. No en vano, el Gobierno fue un adelantado a su época promoviendo con décadas de antelación, una educación pública, laica y gratuita como la que podemos disfrutar ahora en muchos países del mundo.
Cuatro años después, el 13 de agosto de 1936, la Inquisición reinstaurada tras el golpe de estado franquista consumó la venganza: los terroristas de la falange se llevaron de su casa a mi bisabuelo Ángel Matarán y a su hijo mayor, Alfonso, también maestro. Nunca más volvieron. Fueron fusilados y sus cuerpos permanecen desaparecidos como los de miles de maestros y maestras asesinados por cometer el pecado mortal de intentar erradicar el analfabetismo de nuestro país.
Ahora que se está construyendo un nuevo colegio público en Alhendín, el Ayuntamiento tiene una oportunidad perfecta para rehabilitar y hacer un reconocimiento al maestro que tanto hizo por alfabetizar al pueblo, de este modo el alumnado actual podrá conocer esta historia evitando que se vuelva a repetir. Al igual que ocurre con víctimas de otros terrorismos como por ejemplo Tomás y Valiente, lo normal sería que Ángel Matarán diera nombre a este colegio.
Si el interés del alcalde y del PP provincial en los crucifijos y los muertos de nuestra historia reciente es sincero y democrático, promoverá la memoria de lo ocurrido en su pueblo como lo hace con otros municipios andaluces.
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