Cambio de sentido
Carmen Camacho
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El que apaga la luz
LOS seguidores de los documentales de naturaleza en la sobremesa de La 2 saben que en la sabana los depredadores jamás combaten los unos con los otros. Hienas y leones se gruñen y rugen, el chacal y el guepardo bufan y fanfarronean pero sin llegar a mayores; hay una entente cordial, el que más ruido hace se lleva la mejor pieza pero el otro sabe que habrá festín para todos a la hora de repartirse los restos del ungulado más débil de la manada.
Constituye ese ladrar y gruñir sin clavar dentellada lo que alimenta a la prensa local y la clase política que a ella se asoma; lo llaman confrontación, y para quienes el Serengueti pille lejos también se explica con el símil de los chacolines: un títere le da de mamporros al otro, pero por debajo del teatrico los mueven las mismas manos. Benzal, Torres Hurtado, Huertas, Ayllón, Caler, Pérez... se sacan los dientes y erizan el pelo, pero acaban repartiéndose un antílope tiernecito mientras el respetable dormita en su sofá. La presa más jugosa es la Vega, los mejores terrenos agrícolas del país, el paisaje sin el que Granada no se entiende, no importa lo protegido que esté; se cambian las leyes y se devora. Al Parque Tecnológico de la Salud se le acabó la Vega de un mordisco entre otras cosas porque lo que se hizo en nombre de esa Andalucía innovadora en la que vamos en platillo volante al curro era una excusa para hacer pisos. Ahora vuelve a tener hambre pero en lugar de echarle los despojos del Parque Nevada -del susto a algún radio-predicador local le daría un síncope si eso ocurriera- lo van a alimentar con ochenta hectáreas de Vega, sin confrontación. Chacales y guepardos están de acuerdo.
Hienas y lobos escenifican unos gruñidos y van a por otra presa: Se gastarán cientos de millones en una autovía para que los de La Zubia vayan al Kinépolis, con enormes taludes y viaductos sobre los que miles de coches volarán a toda velocidad sobre el valle del Darro, entre los límites de la Alhambra y del parque de Sierra Nevada. Un carísimo capricho que unos y otros disfrazan de imperiosa necesidad. Los coyotes del ladrillo y los chacales expendedores de licencias babean de gula.
¿Confrontación? La Junta socialista le aprueba a un Ayuntamiento del PP, el de Albolote, un Plan General para que construya diez mil viviendas -¿quién demonios necesita hoy diez mil viviendas? ¿Quién las va a comprar y con qué hipotecas?-. Tal vez no tan apetitosa como la del Sur, pero también se trata de vega, no hay manada de leones que no quiera hincarle el diente. Quienes hoy gobiernan en el pueblo denunciaban hace sólo dos años que si se aprobaba el Plan "un ex alto cargo socialista se iba a enriquecer". Pero aquí paz y después gloria. Los depredadores, tan amigos, se reparten el Serengueti mientras el espectador ronca en su chaise-longue.
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