La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
Mirada alrededor
El haber seguido, casi desde sus comienzos, el Festival Internacional de Música y Danza de Granada –al que he dedicado centenares de comentarios y críticas, en medios locales y nacionales–, me permite insistir en la idea primaria de que sólo con la excepcionalidad es posible mantener lo que ha sido, desde sus comienzos, la más importante e internacional oferta cultural de la ciudad. Hemos dado cuenta puntual de acontecimientos, pero también de mediocridades y falta de esa idea de fiesta de la cultura como totalidad, donde no deberían estar ausentes otras facetas de la creación artística. Hubo, en otros momentos, importantes exposiciones de arte coincidentes con el Festival. En el Palacio de Carlos V desfilaron obras de Goya, Zurbarán, Ribalta, Alonso Cano, mientras la Fundación Rodríguez Acosta acogía creaciones de artistas actuales, en versión de concurso o en temas genéricos, como el paisaje, los niños o los toros, entre otros temas. Incluso el teatro se incrustó entre sus sesiones. Porque en la ciudad de García Lorca, parece insólito que no se hagan coincidir recreaciones actualizadas de sus obras o las originadas por su influencia.
Primeras figuras, sí; estimular y proyectar lo peculiar, sin duda, como es imprescindible atender a los creadores españoles y a los que o ha nacido aquí o trabajan entre nosotros. Recordemos obras fundamentales en la música contemporánea española de García Román –su colosal Réquiem, por ejemplo– y Juan Alfonso García, entre otros y la proyección internacional de directores de orquesta, intérpretes, cantantes, bailarines, etc. Pero siempre buscando esa repetida excepcionalidad y variedad que cuando aparece –he comentado en otro lugar de este periódico la brillantez del ciclo sinfónico, rindiendo culto a ese pilar básico– el Festival adquiere relevancia e interés.
Se ha cerrado, con la marcha de su director Antonio Moral, una etapa notable, rubricada en este último año. El nuevo responsable tiene un inmenso reto que, por cierto, desconocemos si el director saliente ha dejado hilvanada la programación del año que viene, porque es sabido que los compromisos de los grandes conjuntos, orquestales, de danza, los prestigiados solistas no suelen improvisar sus calendarios internacionales.
Un año más el Festival es la cita cultural más esperada no sólo por los granadinos, sino de muchos seguidores dentro y fuera de los ámbitos locales, regionales y nacionales. Los que por circunstancias puntuales no podamos acudir a la nutrida convocatoria no dejaremos de subrayar el significado y valor fundamental que tiene para una ciudad. De ahí la responsabilidad de instituciones, organizadores y ciudadanos que le dan vida.
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