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La columna
COMPRENDERÁN ustedes el terror que me atenaza después de enterarme de que el alcalde de Granada quiere construir un quiosco artístico con muñecotes, según dice, para embellecer la ciudad en la Fuente de las Batallas, ese espacio emblemático del que prácticamente nadie sabe por qué se llama así, aunque haya quien piense que el nombre viene de las celebraciones futboleras que toman la fuente como escenario y que suelen acabar en batallas con la policía.
La verdad es que no y que más bien le viene el nombre de que era un espacio extramuros en el que, en la Edad Media, se reunía el ejercito de la ciudad para pasar revista. A las unidades militares se les llamaba así, batallas y de ahí el nombre. La explanada de las batallas estaba cerca de una puerta, la de Bibataubín o de los ladrilleros que se reforzó con un castillo en tiempos cristianos y que se remató en el siglo XVIII junto a otras fortificaciones de la Alhambra y allí, debajo, está todavía el castillo o al menos una buena parte de él, a la espera de que a alguien se le ocurra vaciar el foso que rodea el edificio y sacarlo del olvido para, entre otras cosas, embellecer la ciudad. Lo del castillo de Bibataubín es una excepción, porque en realidad lo que se solía construir en las puertas eran iglesias o conventos y por eso, siguiendo la muralla, se puede llegar a la plaza de la Trinidad que fue un convento y antes, otra puerta. Allí la muralla se ha quedado debajo de un edificio recién rehabilitado al que han puesto un cristal en el suelo que hace visible la muralla para añadir valor al inmueble y, entre otras cosas, embellecer la ciudad. Muy cerca, junto al Jardín Botánico, ha quedado al descubierto otro lienzo de muralla que ahora está oculta por una valla metálica y que se podría rescatar para su exhibición y, entre otras cosas, embellecer la ciudad.
Embellecer las ciudades tiene mucho que ver con educar, con recuperar su historia y su memoria y con generar un diálogo con lo contemporáneo riguroso, digno y hasta elegante. Así cada vez que se interviene sobre la ciudad, ésta gana en dignidad, en educación, en elegancia y finalmente en belleza pero, para embellecer las ciudades, sobre todo, hay que hacerlo con afecto y con respeto que son dos sustantivos que suelen ser contradictorios con los muñecotes y con los negocietes rápidos y la propuesta del quiosco huele demasiado a negociete rápido que el alcalde quiere camuflar entre muñecotes y ese, la verdad, no es el camino.
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