En tránsito
Eduardo Jordá
Linternas de calabaza
Mirada alrededor
Me inspira esta columna tras ser invitado a participar en un documental televisivo sobre la historia del Hotel Alhambra Palace -dentro de una serie sobre hoteles emblemáticos-, abordando temas en los que estoy tan vinculado, como el Festival Internacional de Música y Danza o la presencia de Falla en Granada y el Concurso de Cante Jondo que organizó en 1922, junto con García Lorca, Miguel Cerón, Andrés Segovia y Manuel Jofré, bajo la estela del Centro Artístico, Literario y Científico que era, entonces, sede de las inquietudes más nobles de una ciudad. Este mítico hotel fue una de las creaciones ambiciosas del duque de San Pedro de Galatino, el impulsor del turismo como foco económico, el emprendedor de obras trascendentes para el futuro de la ciudad, con el impulso de Sierra Nevada -al ingeniero Santa Cruz que diseñó la carretera lo fusilaron-, el desaparecido tranvía al Maitena, el Hotel del Duque, entre otras audaces iniciativas.
Me decía el actual responsable de la entidad hotelera que si viviera hoy el duque habría llegado ya el AVE. Pero el duque murió en Madrid, pocos días antes del alzamiento militar del 18 de julio de 1936. Quiso ser enterrado en Granada y, como alguna vez he recordado, su cadáver llegó en el mismo tren que traía a García Lorca el 17 de julio de aquel nefasto año. Las nuevas generaciones quizá no conozcan muy bien aquella trayectoria que el catedrático Manuel Titos ha reflejado en numerosos trabajos y libros sobre su figura y su obra. Por eso digo que Granada necesita un duque, metafóricamente hablando, en sus instituciones, en sus promotores, en el espíritu ciudadano en general, que apueste por el futuro. Llevamos tres años sin tren -tendremos un sucedáneo que alivie la ausencia del AVE-, desistimos de la estación de Moneo, porque era demasiado para los que consideran a Granada su pueblo mediocre, como ellos; hasta el proyecto de capitalidad cultural está repleto de insignificancias, apartando el teatro de la ópera, el gran museo de la ciudad o convertir a la OCG en una gran orquesta sinfónica, cosa que ahora parece una locura cuando el actual conjunto está en el filo de la supervivencia.
Sí, necesitamos que el espíritu del duque se adhiera a gobernantes y ciudadanos, que tengan una capacidad de constancia y vigor para sacar a la ciudad de su mediocridad.
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