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Cuando Juan ganó las elecciones a alcalde de su pueblo natal, sus vecinos pensaron que se iniciaba una nueva era. Hasta entonces siempre habían sido gobernados por el mismo partido, pero Juan era joven, tenía ganas de cambiar las cosas y bajo el amparo de una asociación local de vecinos, creó un partido que se presentó a las elecciones y tras una campaña "puerta a puerta", consiguió la mayoría suficiente como para ser elegido regidor del lugar en el que había nacido.
Su gran arma durante la campaña consistió en prometer una ampliación de la minúscula plaza principal y un aparcamiento, dos viejas aspiraciones de todos los lugareños. Porque el municipio de Juan estaba atravesado por un pequeño, pero bravo río de aguas provenientes de la sierra, lo que impedía contar con un espacio amplio y abierto frente al Ayuntamiento o la Iglesia, como en el resto de los pueblos de la comarca. Pero Juan tenía un plan. Desviarían el cauce del río, sobre su nuevo trazado construirían un puente para que los ciudadanos de un lado pudieran pasar al otro, y en el terreno que quedaría libre se situaría la nueva y flamante plaza que albergaría además espacio suficiente para al menos cincuenta automóviles. Todo el mundo acogió con alegría y entusiasmo la idea. Cuando comenzaron las obras del nuevo puente bajo el que transcurriría el cauce desviado del río, se organizaron festejos para celebrarlo, mientras en el consistorio comenzaron airados debates para elegir el nombre que podrían a la futura plaza. Cinco meses después el puente estaba ya construido. Ahora tocaba desviar el río y hacerlo pasar por debajo de él. Pero el presupuesto previsto para la obra en su conjunto se había agotado debido a que el puente costó mucho más de lo previsto a causa de las dificultades del terreno. La oposición a Juan le negó sistemáticamente su ampliación, en las siguientes elecciones perdió y volvió al poder el mismo partido de siempre. Las obras de la Plaza y el aparcamiento se paralizaron sine die "y ahora quienes visitan el pueblo se encuentran con un precioso puente construido a unos doscientos metros del lugar por donde desciende el río y tan sólo con un buen montón de basura bajo su arco perfecto. Cuando les preguntan el porqué del desatino, los orgullosos vecinos contestan que es un "Monumento en homenaje a los puentes"; y que sí, carecen de plaza, pero así al menos evitan que Rosa Díez o Puigdemont tengan algún día la tentación de dar un mitin a su maravilloso pueblo.
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