El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
¡Boom!
Tuve la fortuna de vivir unos años en el Albaicín donde, además de disfrutar de aquel microcosmos de silencios e introspecciones tan fructíferas, me beneficié de un servicio médico modélico, humano y cercano hasta el punto de que me mantuve con mi doctora del Centro de Salud del Albaicín de toda la vida a lo largo de los siguientes lustros en que ya viví en otros céntricos barrios de la capital.
Cada vez que subía a una revisión o a por unas recetas, tenía el gusto de encontrarme con la dedicación personal de unos profesionales que, a pesar trabajar en lo público-funcionarial, me hacían sentirme persona más allá del número de expediente clínico.
Está ubicado en el mirador de San Nicolás, allí donde ya no queda hueco para hacerle una foto a la Alhambra. Es un pequeño y coqueto centro de salud estilo arábigo-albaicinero-moderno que luce en su portada versos de poeta y agradecimientos en cerámica de Fajalauza de tantos que allí han sanado o, al menos, encontrado donde les escuchaban sus cuitas y achaques. Entrañable lugar para muchos.
Pero basta que algo funcione y luzca para que algún lumbreras se meta a destrozar lo que funciona. Debe ser la tentación de todo gestor público-patatero que se precie: dejar su huella destroier en todo lo que administra y un reguero de damnificados que le tendrán siempre en la memoria personal y colectiva como el artífice de que lo que tienen de bueno desaparezca. El absurdo en Granada es tan letal como cotidiano.
Un lugar que debía ser modelo de centro de salud dará paso a lo que las inmobiliarias y cadenas hoteleras prefieren vacío de molestos inquilinos. El Albaicín se muere de viejo, de viejos y de falta de vecinos que huyen de sus raíces por el ruido, las fotos, los tours irresponsables y, ahora también, por falta de médicos.
Asistimos inermes a cómo las administraciones asolan lo que debería ser la joya viva de la ciudad, barrio emblema en la gestión del patrimonio. Pero eso sería hacer bien las cosas.
Los últimos resistentes del barrio se quedan sin asistencia médica en pleno verano. Parece que una mano negra quiere disuadir a cualquiera de irse a vivir a un barrio donde ya sólo irán las masas viajeras para ver un parque temático donde, si alguien se siente indispuesto, pues que la palme para hacer sitio.
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