José Antonio Carrizosa

Lunes 2

Alto y claro

El problema de España en este trágico verano es que estamos viendo al Estado dar muestras de debilidad

07 de septiembre 2017 - 02:40

Ha escrito Enric Juliana hace unos días en La Vanguardia que lo único seguro en estos momentos es que el lunes 2 de octubre el sol se levantará sobre Barcelona a las 7:46. Correcto. Pero admitamos que también hay muchas otras cosas que tienen un enorme porcentaje de posibilidades de suceder: por ejemplo, el primer AVE procedente de Madrid entrará a las 8:40 en la estación de Sants; los ferrocarriles de la Generalitat transportarán a decenas de miles de catalanes hasta sus lugares de trabajo; la bandera se izará en los cuarteles de Cataluña -si es que la bandera se iza todavía en los cuarteles- a la hora marcada en las ordenanzas y los camiones de Casa Tarradellas saldrán puntuales para que no falten pizzas en los Mercadona de Ayamonte o Motril. Pero esta cotidiana normalidad -ojalá que no me tenga que tragar la frase anterior porque significaría que este país había decidido tirarse otra vez al abismo- no ocultará que ese día ya se le habrá echado al Estado el mayor pulso desde que España recuperó la democracia y conoceremos el resultado. Como cualquier demócrata sabe, al Estado no se le echan pulsos y si alguien se atreve, lo pierde. Nuestro problema, el problema de este largo y trágico verano, es que estamos viendo al Estado dar muestras de debilidad alarmante y que hoy, a cuatro días de la manifestación de la Diada y a 24 del referéndum, no las tenemos todas con nosotros.

La debilidad del Estado quedó reflejada con una claridad que da miedo en la manifestación de Barcelona, con el Rey y el Gobierno humillados y donde se olvidaron los muertos a favor de la deriva patológica en la que las instituciones catalanas se han empeñado en meter a una parte, no pequeña, de sus ciudadanos. No contribuye a fortalecer al Estado ver a un partido de gobierno teniendo que defenderse como puede de las acusaciones de corrupción ni al principal grupo de la oposición con el norte perdido y el liderazgo cuestionado. Tampoco ayuda el silencio, cómplice por incomprensible, de prácticamente toda la sociedad catalana opuesta al independentismo y el del mundo empresarial y financiero español.

Así vamos a llegar, porque el calendario no se para, a eso que los tertulianos de Madrid gustan de llamar el choque de trenes del 1 octubre, en el que el Estado no puede permitirse ni el lujo de perder ni el de pasarse de rosca. Leyes hay para conseguirlo, talento y prudencia esperemos que también. El objetivo es que el lunes 2, con el sol en su sitio, el AVE entre puntual en la estación de Barcelona y que al conjunto de los españoles no se nos atragante la pizza.

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